Cuando el cielo se desboca
no queda más que otra que echarse a cantar
encachilando recuerdos
bien en desacuerdo con el temporal.
El llanto que llora el cielo
me pega de lleno en el corazón
y el pago siempre añorado
brilla en mi costado cual ardiente sol.
Multiplicado en querencias
me duele la ausencia de un pago cantor.
Treintaitresino hasta el hueso,
abreviado en eso va mi corazón.
Olimareño y por eso
me duele hasta el hueso su ausente temblor.
Ni que tal vez que la zamba
despierta en el alma gajos de ilusión.
Se me hace agüita la boca
porque me desboca la imaginación.
En alas de sueños grises
vuelvo a las raíces genuinas de amor.
Raíces que al canto mío
las regó un gran río, sensible y cantor.
Multiplicado en querencias
me duele la ausencia de un río cantor.
Olimareño y por eso
me duele hasta el hueso su ausente temblor.
Treintaitresino hasta el hueso,
abreviado en eso va mi corazón.
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