Al tender la noche, perezosamente,
su sombrío manto bordado de estrellas
mateando al tranquito me largo hasta el puente
porque allí me encuentro con mis propias huellas.
En el dulce arroyo que parió a Vergara
chapoteando sueños me refresco el alma
mientras va la luna con su tranco lerdo
desangrando rumbos, plagiada en el agua.
Tan cerca y tan lejos de todo y de todos
tan sólo me queda ponerme a soñar
¡Qué lejos me siento cerquita del pago,
tan cerca y tan lejos del dulce Olimar!
Y en ese remanso de fresco silencio
solidario el tiempo recula su andar;
de la transparencia del Parao emerge
la infancia lejana que empieza a flotar.
En sublime magia navegan los sueños
de tiempos gurises en el Barrio Olano:
José Luis, Alfredo y el negrito Richard,
recuerdo fecundo de niños hermanos.
Nos llevó la vida por rumbos inciertos
separando en leguas y en años la infancia.
¡Qué lejos me siento cerquita de ellos,
en leguas y en años, en tiempo y distancia!
Asociado el viento con mi artera causa
me sopla rezongos de dureza tibia,
rezongos que endulzan mi hosco silencio
y que en cada paso uso como Biblia.
Rezongos de padres, que más que rezongos,
son voces de alerta pa' torear el mundo.
Voces como luces que indican caminos
cuando malas sombras confunden el rumbo.
Tan lejos me siento tan cerca de todos
que tan sólo puedo ponerme a soñar.
¡Qué lejos me siento cerquita del pago
qué cerca y qué lejos de mi niño hogar!
Por eso me gusta llegar hasta el puente
cuando cae la noche, perezosa y mansa,
porque en este Arroyo que parió a Vergara
chapoteando sueños desando distancias.
!Qué lejos me siento cerquita del pago,
tan cerca y tan lejos del dulce Olimar,
en leguas y en años, en tiempo y distancia,
qué cerca y qué lejos de mi niño hogar!
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