La educación en el México prehispánico Adolfo Zúñiga García |
El
concepto náhuatl de la educación Los
textos que se van a presentar a continuación, provienen del cúmulo de
informaciones en lengua náhuatl, recogidas poco tiempo después de la
conquista principalmente por Olmos y Sahagún. De Olmos vamos a aprovechar
algunos testimonios de sus huehuetlatolli,
o “pláticas de los viejos”. De Sahagún, algunos de los más antiguos
textos recogidos de labios de los indios conocedores de sus
“antiguallas” en Tepeculco (Región de Texcoco), en Tlatelolco y en México. Es
ésta sólo una breve presentación de textos. Como podrá juzgar quien
los lea, parece haber en ellos algo más que un atisbo acerca del concepto
náhuatl de la educación. Creemos, no obstante, que existe material
suficiente en las fuentes para trazar la historia de la educación entre
los nahuas, mostrando la evolución de su pensamiento, así como los
varios ideales que fueron plasmándose en las diversas formas concretas de
la educación náhuatl. Será
de interés ofrecer aquí al menos una traducción, lo más fiel que se
pueda, de varios importantes textos en los que se encuentran precisamente
algunas reflexiones de los tlamatinime,
o sabios nahuas, acerca del modo como concibieron la educación […] “Rostro
y corazón”. Punto de partida del concepto náhuatl de la educación. Para
poder penetrar siquiera un poco en los ideales de la educación entre los
nahuas, es necesario partir de otra concepción suya fundamental. Nos
referimos al modo como llegaron a considerar los sabios nahuas lo que
llamamos “persona humana”. Ante el peligro de desviarnos de nuestro
asunto principal, diremos brevemente que encontramos en los textos algo
que se repite especialmente en pláticas o discursos: al referirse el que
ha tomado la palabra a aquél con quien está hablando, aparece la
siguiente expresión idiomática náhuatl: “vuestro
rostro, vuestro corazón”. Obviamente se designa con estas palabras
la persona del interlocutor. Y hallamos esto no en casos aislados, sino en
casi la totalidad de los discursos pronunciados de acuerdo con las reglas
del que llamaban los nahuas tecpilatolli,
o sea, “lenguaje noble o cultivado”. In
ixtli, in yóllotl, “la
cara, el corazón”, simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía
moral y principio dinámico de un ser humano. Y resulta interesante notar,
aunque sea de paso, el paralelismo que existe en este punto entre la
cultura náhuatl y la griega. En esta última se concebía también la
fisonomía moral e intelectual del hombre, o sea la persona, como un prósopon
o rostro. Sólo que entre los nahuas, se yuxtaponía a la idea de
“rostro”, la del “corazón”, órgano al que atribuían el
dinamismo de la voluntad y la concentración máxima de la vida. Pues
bien, la concepción náhuatl de la persona como “rostro y corazón”
es punto clave en la aparición de su concepto de la educación. El
siguiente texto recogido por Sahagún, en el que se describe el supremo
ideal del “hombre maduro”, mostrará mejor que un largo comentario el
papel fundamental del “rostro y corazón”, dentro del pensamiento náhuatl
acerca de la educación: El
hombre maduro; Corazón
firme como la piedra, Corazón
resistente como el tronco de un árbol; Rostro
sabio, Dueño
de un rostro y un corazón, Hábil
y comprensivo. Ser
“dueño de un rostro y un corazón”: he aquí el rasgo definitivo que
caracteriza a un auténtico hombre maduro (omácic oquichtli). De no poseer un “rostro y un corazón”,
tendría entonces que ocultar “su corazón amortajado” y cubrir con
una máscara su falta de rostro, como se afirma expresamente en otro
texto, hablando de lo que se presupone para llegar a ser un artista. Pero
hay algo más. En el texto citado no se dice únicamente que el auténtico
hombre maduro “es dueño de un rostro y un corazón”, sino que se añade
que posee “un rostro sabio” y “un corazón, firme como la piedra”.
Estos calificativos están presuponiendo, como vamos a ver, que el omácic
oquichtli, el hombre maduro, ha recibido el influjo de la educación náhuatl. Ixtlamachiliztli:
Acción de dar sabiduría a los rostro ajenos. Dos
textos que vamos a transcribir a continuación nos hablan, según parece,
con la máxima claridad de la finalidad asignada por los nahuas a su forma
de educación. El primero describe precisamente la figura del sabio náhuatl
en su función de maestro, temachtiani: Maestro
de la verdad, No
deja de amonestar. Hace
sabios los rostros ajenos, Hace
a los otros tomar una cara, Los
hace desarrollarla. Les
abre los oídos, los ilumina. Es
maestro de guías, Les
da su camino, De
él uno depende. Pone
un espejo delante de los otros, Los
hace cuerdos y cuidadosos, Hace
que en ellos aparezca una cara… Gracias
a él, la gente humaniza su querer, Y
recibe una estricta enseñanza. Hace
fuertes los corazones, Conforta
a la gente, Ayuda,
remedia, a todos atiende. Entre
los diversos atributos del temachtiani o maestro náhuatl, podemos distinguir claramente dos
clases. Por una parte, aquellos que se refieren a “hacer que los
educandos tomen un rostro, lo desarrollen, lo conozcan y lo hagan
sabio”. Por otra, los que nos lo muestran “humanizando el querer de la
gente” (itech netlacaneco) y “haciendo fuertes los corazones”. El
solo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe
en el texto ya citado la figura del maestro o temachtiani,
constituirá el más elocuente comentario acerca de su misión dentro del
mundo náhuatl. Es
el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”.
Magnifico ejemplo de lo que hemos llamado “ingeniería lingüística náhuatl”.
Está compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te-
(a los otros); el semantema radical de ix-
(tli: rostro); y la forma principal cuitiani
(“que hace tomar”). Reunidos estos elementos, teix-cuitiani significa a la letra (el que)
“a-los-otros-un-rostro-hace-tomar”. El
segundo término es te-ix-tlamachtia-ni: “que-a-los-rostros-de-los-otros-da-sabiduría”.
De nuevo indicamos los elementos que lo forman: te (a los otros); ix (tli:
rostro o rostros); tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las
cosas). Reunidos los diversos semantemas, te-ix-tlamachtiani
vale tanto como “el-que-hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”. Tercer
término, tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”.
Compuesto de te (a los otros); tézcatl
(espejo), palabra de la que se deriva tezcahuiani:
“que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción
claramente se indica al añadirse en el texto citado que obra así, para
que se vuelvan “cuerdos y cuidadosos”. Cuarto
término, netlacaneco (itech):
“gracias-a-él,-se-humaniza-el-querer-de-la-gente. Se aplica al maestro,
diciendo que itech (gracias a él);
ne (la gente), tlacaneco (es querida humanamente). Este último término es a su
vez compuesto de neco (forma
pasiva de nequi: “querer”) y
de tláca (tl), “Hombre”. Quinto
término, tlayolpachivitia: hace-fuertes-los-corazones.
Compuesto de tla, prefijo de carácter indefinido que connota una relación con
“las cosas o las circunstancias más variadas”; yól (otl: corazón); pachivitia
(hace fuertes). Reunidos pues los diversos elementos: tla-yol-pachivitia significa precisamente “con relación a las
cosas, hace fuertes los corazones”. Tal
es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl. En ellos
se destaca, como en acción, el concepto de la educación náhuatl, que a
continuación vamos a ver formulado con la máxima claridad en el
siguiente texto, recogido por Fray Andrés de Olmos. Al lado de una breve
enumeración del carácter moral de la educación náhuatl se formula lo
que constituía la raíz misma de su sentido y finalidad, “dar sabiduría
a los rostros ajenos”: Comenzaban
a enseñarles: Cómo
han de vivir, Cómo
han de obedecer a las personas, Cómo
han de respetarlas, Cómo
deben de entregarse a lo conveniente, lo recto, Y
cómo han de evitar lo no conveniente, lo no recto, Huyendo
con fuerza de la perversión y la avidez. Todos
allí recibían con insistencia: La
acción que da sabiduría a los rostros ajenos (la educación), La
prudencia y la cordura. Difícil
sería querer desentrañar aquí el sentido de todos los conceptos
expresados en este texto. Pero, al menos, sí hemos de analizar el
pensamiento fundamental en que se describe precisamente la concepción náhuatl
de la educación. Después
de indicarse en el texto varios de los temas que constituían el objeto de
la educación entre los nahuas: “como han de vivir, cómo han de
obedecer a las personas… cómo deben entregarse a lo conveniente,
lo recto” (criterio náhuatl de lo moral),
pasa a formularse expresamente aquello que era la inspiración y el
meollo de lo que se impartía a los estudiantes: “todos allí recibían
con insistencia, la acción que da sabiduría a los rostros ajenos”, la ixtlamachiliztli
náhuatl. Un
breve análisis lingüístico del término ixtlamachiliztli,
nos revelará los matices de su significado. Se trata de un compuesto de
los siguientes elementos: ix (tli:
al rostro o a los rostros) y tlamachiliztli,
sustantivo de sentido pasivo y de acción aplicativa. Se deriva del verbo
macho voz pasiva de matli:
“saber”. En su forma terminada en ixtli,
toma el sentido unas veces abstracto, y otras de acción que se aplica a
alguien. Aquí, al anteponérsele el semantema radical de ix-tli,
“rostro”, obviamente se indica que se aplica precisamente a éste,
como sujeto pasivo, la transmisión de la sabiduría. Creemos, por
consiguiente, apegarnos al sentido original del término ixtlamachilixtli,
al traducirlo como “acción de dar sabiduría a los rostros (ajenos)”. Visto
el sentido de esta palabra, parece importante tocar ahora siquiera dos
puntos que ayudarán a comprender mejor el alcance de este concepto náhuatl
de la educación. Es el primero la gran resonancia que alcanzó esta idea
en los más variados órdenes de la vida cultural de los nahuas. Muchos
son los textos que pudieran aducirse para mostrar lo que estamos diciendo.
Así, por ejemplo, cuando se describe la figura del sumo sacerdote que
llevaba el titulo de Quetzalcóatl,
se afirma que una de las condiciones para llegar a tan elevada dignidad
era precisamente poseer “un rostro sabio y un corazón firme”. Igualmente
significativo, es otro texto en el que al mostrarse el ideal del amantécatl,
o artista de los trabajos de plumería, se dice ya en las primeras frases: El
amantécatl, artista de las
plumas: Nada
le falta: Es
dueño de un rostro y un corazón. Y
finalmente, para no alargar más esta serie de testimonios, transcribimos
un texto en el que, hablando de los pochtecas
o comerciantes, quienes, como se sabe, tenían que emprender largos y
penosos viajes a lugares a veces tan distantes como el Xoconochco
(soconusco), se refiere a que todo eso presuponía en ellos: Un
rostro que sabe hacer que Las
cosas se logren… Y Un
corazón recto, Un
corazón respetuoso de Dios. En
resumen, volviendo a citar aquí las líneas más significativas, acerca
del supremo ideal humano entre los nahuas, el “varón maduro”, omácic
oquichtli, debía poseer: Un
corazón firme como la piedra, Resistente
como el tronco de un árbol; Un
rostro sabio. Ser
dueño de un rostro y un corazón. El
modo de formar “rostros sabios y corazones firmes” Es
este el último punto que nos hemos propuesto tocar, para acabar de
mostrar algo de lo más importante del pensamiento náhuatl acerca de la
educación. Existen entre los informes recogidos por Sahagún, varios
textos que pudieran describirse como “los reglamentos”, en los que se
especifica qué es lo que se enseñaba a los jóvenes nahuas, y cómo se
llevaba a cabo la formación de su “rostro y corazón”. Ante la
imposibilidad de dar y comentar aquí todos esos textos, solo vamos a
transcribir a continuación dos de los más significativos, lo
suficientemente claros como para poder ser comprendidos sin una larga
explicación. El
primero, proveniente del códice florentino, menciona, por una parte, toda
una serie de prácticas exteriores como “ir a traer a cuestas la leña,
barrer los patios, ir a buscar puntas de maguey”, etc., dirigidas
principalmente a desarrollar en los estudiantes el sentido de la obligación
y responsabilidad, aún en el cumplimiento de quehaceres que pueden
parecer de poca importancia. Así, se iba dando firmeza a la voluntad, o,
como decían los nahuas “al corazón” de los educandos. Pero, la parte
más interesante del texto y que es la que aquí transcribimos, presenta
lo que constituía la enseñanza propiamente intelectual de los calmécac,
dirigida a formar “rostros sabios”. Se
les enseñaban cuidadosamente Los
cantares, Los
que llamaban cantos divinos; Se
valían para esto de las pinturas de los códices. Les
enseñaban también la cuenta de los días, El
libro de los sueños Y
el libro de los años (los anales). Abarcaba
por tanto esa “acción de dar sabiduría a los rostros ajenos” (ixtlamachiliztli),
la transmisión de los cantares, especialmente de los llamados
“divinos”, donde se encerraba lo más elevado del pensamiento
religioso y filosófico de los nahuas. Aprendían asimismo el manejo del tonalpohualli
o “cuenta de los días”; la interpretación de los sueños y los
mitos, así como los anales históricos, en los que se contenía, indicándose
con precisión la fecha, la relación de los hechos pasados de más
importancia. Y
como un complemento de lo dicho en el texto citado, encontramos en uno de
los huehuetlatolli recogidos por
Olmos, otro testimonio de máxima importancia para acabar de conocer lo
que constituía el núcleo de enseñanzas en los centros nahuas de educación,
ahora principalmente en los telpochcalli: Cuando
han comido Comienzan
a enseñarles: A
unos cómo usar las armas, A
otros cómo cazar, Cómo
hacer cautivos en la guerra, Cómo
han de tirar la cerbatana, O
a arrojar la piedra. Todos
aprendían a usar El
escudo, la macana, Cómo
lanzar el dardo y la flecha Mediante
la tiradera y el arco. También
cómo se caza con la red Y
cómo se caza con cordeles. Otros
eran enseñados en las variadas artes De
los toltecas… Así,
mientras en los calmécac se ponía
más empeño en la enseñanza de tipo intelectual, en los tepochcalli
se preocupaban especialmente por lo que se refiere al desarrollo de las
habilidades del joven para la guerra y la caza. Sin embargo, aún allí no
se descuidaba la trasmisión de “las variadas artes de los toltecas”.
[…]
El
sentido y grave problema de la educación actual, es el momento clave para
encontrar caminos de solución al reencuentro con los valores que
necesitamos retomar, para darle viabilidad a nuestro presente y al futuro
de las generaciones que ya tenemos en nuestras aulas, son ellos quienes
conforman la esencia del trabajo docente, por ellos, y con ellos en mente,
forjemos el futuro ideal que necesitarán para vivir con dignidad, con
proyectos factibles y útiles de llevar a cabo, con el entusiasmo y el
deseo de prosperar, mismo que debemos inculcar en esas mentes jóvenes y
plenas, llevémoslos por caminos seguros, rodeados de ideas desarrolladas
por ellos mismos, y que contengan elementos de auto aprendizaje, auto
regulación, respeto por la diversidad, el medio ambiente, el trabajo
colaborativo, la justicia, la higiene, la alimentación sana y todo
aquello que sume a la convivencia en armonía y bienestar social. Por
un NO rotundo a: La polución – contaminación; ignorancia,
abuso, indiferencia, engaño, traición, fraude, corrupción, “arreglos
fuera de la ley”; intolerancia, injusticia, falta de sentimientos,
carencia de amor por lo noble – sano – humano – bello […] Por
un SI rotundo para: utilizar nuestras ideas de forma positiva,
creadora, transformadora, incluyente […] Por
un SI, a imaginar nuestro hábitat sin los [NO…]. La
progresión geométrica es una formula matemática que nos puede ayudar a
fabricar nuestro futuro acertada y rápidamente hacia niveles superiores
de riqueza, satisfacción, bienestar, armonía y felicidad… Maestro:
Súmate al esfuerzo, juntos podemos y debemos lograrlo… [1,
2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, 1024, 2048, 4096, 8192, 16384, 32768,]
– 1´16.
Miguel
León-Portilla. Los
textos acerca del concepto náhuatl de la educación* |
Adolfo Zúñiga García
azunigag@hotmail.com
Verano 2007
Gentileza del blog adolfozg - http://adolfo-zg.blogspot.com/
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