El caos y yo |
Soy una persona organizada, tal vez no por
carácter, pero cinco años de pupilaje en colegio de hermanas, pupilaje más
severo que las cárceles actuales, me llevaron a “aprovechar el
tiempo” y ni decir el espacio, al límite de eficiencia. Puedo vestirme
en diez minutos, pintarme los labios sin espejo, hacer la cama y limpiar
el pedacito que me tocaba en escasos cinco… ¿Por qué estas fundamentaciones? Es que
vivo en Recoleta, en esta Buenos Aires año 2005 a la que “ no me une el
amor sino el espanto/ tal vez por eso es que la quiero tanto “ y aunque
conservo este afán de saber adonde voy, cómo puedo aprovechar los
transportes y tiempos desde antes de salir, he aceptado que debo
considerar factores nuevos, imprevistos, no tenidos en cuenta hasta el
presente. Por
ejemplo, dado que mi última ida al banco, San Martín y Corrientes, es
decir plena “city”, planificada
para hora, hora y media de duración, encontró Plaza de Mayo con los
piqueteros acampando, Libertador cortada, los subtes que no paraban en
esas estaciones, Córdoba que es la que me trae de vuelta, colmada con el
tránsito que derivó por ella, atascada y a paso de hombre, y por
supuesto, nada de hora y media, tardé toda la mañana y ni qué decir,
agoté mi paciencia, en volver más o menos cerca de casa. Aceptados los hechos que no puedo cambiar,
la próxima ida al banco la hice a la sucursal de Belgrano. Créase o no,
tardé mucho menos y el trámite fue más cómodo. Espero haberlos situado en la planificación
del caos que asumimos cotidianamente, con razonable humor, los sufridos
habitantes de este lugar y tiempo. Pero hay veces… Teníamos programado con Carlos Fernández
mi participación en su audición por FM del Este de Pilar. Hubo
coordinación, cambios de fechas, ajustes. Llovió dos días
torrencialmente, con alerta metereológico y todo. Lo cual implica
inundaciones, correntadas… porque aquí, cuando llueve de arriba para
abajo, también llueve de abajo para arriba. Bocas tapadas largan aguas a
borbotones marrones de basuras varias, arroyos entubados recuerdan salidas
imprevistas y se asoman a la superficie a rememorar viejos tiempos, desagües
que no desagüan o lo hacen al revés, veredas que no hay rodilla que
alcance y resultan más lejanas que la ribera
uruguaya de nuestro singular Plata, peatones que desgranan puteadas varias
y se pelean hasta con su sombra pero, seamos sinceros, preferentemente con
autos que salpican, camiones que estacionan justito en el único sitio por
donde se podría cruzar. Ayer, una dulce viejecita cerró el paraguas y la
emprendió con él contra el vidrio de un camión al cual, con paraguas y
todo, casi no llegaba; mientras desde su impotencia le gritaba epítetos
varios al susodicho chofer que, salió corriendo a mover el vehículo sólo
al verlo amenazado. Bien, yo debía llegar a Pilar. Tomé un
diferencial que iba por la ruta. Combinamos hasta el cansancio con Carlos
mi llegada y el encuentro…¿debo explicar que los factores se alteraron
más allá de nuestra propia experiencia e imaginación?. Está bien que hubo contribución de los
chilenos también. Piloto mediante, zapatones ideales para los
cruces, me llego a Plaza Italia en taxi y logro tomar casi enseguida el
bondi para Pilar. Que si debí sacar boleto abajo, que no tengo monedas,
que…Instalada, ya en camino, apaciguado mi ánimo y con ruta bastante
liviana aunque no se veía nada, llegamos sin novedad a la esquina donde
nos conminaron a bajar ¿puede explicarme alguien por qué debimos bajar
en una esquina con un día de lluvia torrencial y viento tipo tornado
arremolinado e infatigable, cuando la terminal estaba a media cuadra y el
ómnibus entró en ella?. Con sólo bajar quedé empapada y consideré
indispensable tomar algo caliente así que me llegué
hasta un barcito de la terminal y luego a la telefónica para
avisarle a Carlos donde estaba. Él terminaba de pasar por allí, pero no
entremos en minucias casi normales de desencuentros cuando el enloquecedor
surrealismo, la creatividad increíble que surge cotidiana en
posibilidades inéditas a la vuelta de una esquina, minuto a minuto, aun
debía depararnos encantos que ni Julio Verne. Ya éramos, Carlos, su mujer, Andrea –
hija – y Jorge - amigo co-participante - cuando mi anfitrión comenta
preocupado: “ me avisan que se cortó la luz, vamos a la radio a ver si
volvió y podemos trasmitir “. Aquí
es donde intervino Chile en nuestra tan mentada soberanía: sabemos que
Edenor está en manos chilenas. El otro Carlos de FM del Este, aguardaba en
la puerta de la emisora con una vela en la mano. Toma de Buñuel esa
silueta recortada entre las sombras tembequeqndo con la oscilante llama. Esperamos charlando, imaginándonos más
que viéndonos en esa luz incierta y prescindiente conscientes de
connotaciones fantasmagóricas, hasta la hora – 21 – en que debíamos
emitir. Y entonces, con un sentido del tiempo envidiable, la vela se apagó
y constatamos desolados que no había otra. Carlos, ejerciendo la
resiliencia y el poder improvisador de cualquier argentino que ha
sobrevivido en estas tierras, salta: “Voy a buscar el encendedor.” Por supuesto, el encendedor no encendió:
la ley de Murphy ( y no de López Murphy ) se cumple a rajatabla. Resultó que abriendo la puerta de entrada
y guiándonos por esa leve claridad que venía de la calle, logramos
llegar a la puerta y luego al auto donde ya estuvimos como en casa. Con
una solidaridad que agradezco, me trajeron. Otro inexplicable rasgo de la
compañía de ómnibus hace que el último salga de Pilar a las 21 hs. Nos vinimos todos para el trocen, llegamos
indemnes a la puerta de casa y, en tácito acuerdo, hablamos de cualquier
cosa menos de la audición durante este viaje de vuelta. Pero yo tenía razón Carlos, yo tenía razón
cuando te trasmití el refrán de mi sabia abuelita: “ Dios nos coja
confesados “ No hay conclusiones ni razonamientos que
nos mantengan frente al caos: Dios nos coja confesados hermano. Invierno del 2005. Buenos Aires. Notas: - La cita es de un poema de Borges - Belgrano, barrio de Buenos Aires mucho más lejano de Recoleta que la zona de bancos mencionada anteriormente y -Pilar,
Gran Buenos Aires, a hora mínima de distancia, también hacia el Norte. -Bondi,
en “lenguaje porteño”, colectivo o micro. -
Edenor, compañía de
electricidad - Trocen: centro, también porteñismo |
Graciela Zolezzi Faure
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