El
25 de enero Yeline Zamora estuvo conversando desde el canal de la
televisión tunera con el escritor Andrés Casanova en el programa
La Tertulia que dirige Carlos Téllez Espino y he aquí el diálogo
que sostuvieron.
El
primer libro que publicaste fue de cuentos, El Reloj, ese
asesino. Pareciera que lo primero que escribías era cuento y
luego vino la novela. Si es así, ¿cuándo y por qué te
decidiste por la novela?
El
culpable de que me decidiera por la novela fue ese gran maestro de
la narrativa cubana que es José Soler Puig. El me hizo creer, me
convenció, de que me desbordaba durante el relato, que inventaba
nombres interesantes para mis personajes que los retrataban psicológicamente,
y que tenía un gran poder de fabulación. Creerme todo eso en
aquella década de los 80 en que nos visitaban tanto él como
otros buenos escritores de distintos lugares del país –entonces
nos visitaban, e intercambiábamos criterios, aprendíamos a ser
mayores en la narrativa— porque se estaban desmantelando los
signos mas visibles del quinquenio gris y había por parte nuestra
unos deseos enormes de comunicarnos con el público, y por parte
de esos que entonces veíamos cual unos gigantes, de recorrer el
país y conocerlo a fondo, quizás en realidad para retratar la
idiosincrasia de todos los cubanos.
¿Escribir
cuentos fue sólo una preparación para ir a la novela
definitivamente?
Escribo
cuentos de manera ocasional, pero realmente los cuentos no son mi
fuerte ni me gusta escribirlos. Cuando lo hago, me salen casi de
una sola sentada y lo único que hago luego es resolver algunas
incongruencias de los personajes o del narrador. Escribir cuentos
para mi es puro juego, pura invención de personajes y de
situaciones ficticias. Nunca me preparé para la novela
escribiendo cuentos. Me preparé para la novela escribiendo una
novela.
¿Cómo
decides o sabes que una historia es para un cuento o da para una
novela?
El
mismo personaje y la trama me lo dicen. Cuento es un solo asunto,
no dos ni tres, y es ahí donde se pierden muchos narradores:
cuando quieren expresar más de un asunto, cuando pretenden
desbordar los límites lógicos del cuento. No es que haya para mí
una historia para cuento o para novela. Es que la novela la
construyo en mi cuarto de fabricar historias, le delimito sus
redondeces y sus rectitudes, la aplano seriamente con la piedra de
pulir personajes y con los moldes y matrices de fundir historias.
El cuento es más simple. Una reunión aburrida, una espera en una
salón de burocratismo, una cola en la Dirección Municipal de la
Vivienda (ese engendro burocrático) para separar un turno para
ver si me permiten ampliar mi cuarto de fabricar historias, me dan
tiempo más que sobrado para que me salga un cuento de 10 o 12
cuartillas a mano que luego paso a computadora.
Cuando
enfrentas una novela, ¿defines, antes de escribirlas, tus
personajes, haces un croquis o esquema de las acciones, de los
lugares donde se moverán tus criaturas? En fin, ¿cómo te
preparas para escribirla cuando ya tienes definida la historia que
quieres contar?
Escribo
mucho más páginas de notas que las 200 o 300 cuartillas que
normalmente tiene una de mis novelas. Invierto bastante tiempo de
investigación en la biblioteca o ahora más modernamente, en
Internet cuando me dan tiempo de máquina en la dirección de
cultura donde trabajo. Me gusta conocer bien el ambiente, las
costumbres, el tiempo cultural de la época que voy a representar
en mi novela. Incluso cuando es absoluta ficción (o no tanta en
realidad) como en La jaula de los goces o La fiebre del atún
realizo búsquedas externas antes de fabricar internamente la
trama o los personajes. Después que ya tengo el plan general de
la novela leo dos o tres novelas de autores cuyo estilo aborrezco
por pacato, por aburrido o por dogmático, para no repetir sus
errores y para decirme que si la novela me sale como esos moldes
es preferible quemarla antes que darla a leer a nadie. Después
escribo a mano la primera versión y la dejo descansar un tiempo,
depende del que tenga disponible. Finalmente la paso a máquina y
entonces sí que empiezo a decantar, a cambiar, a romper para
construir de nuevo.
Desde
tu primer libro publicado, El reloj, ese asesino, de cuentos,
hasta La Fiebre del atún, novela, te has movido entre lo
sugerente y poético, lo erótico y descarnado, pasando por la
ironía y la parodia, utilizando, al escribir, desde el más crudo
realismo al más delirante absurdo. Sin embargo, hay una
preocupación porque el lector reconozca muchos de los males
sociales que aquejan al mundo real. ¿Por qué? ¿Qué te llevó a
ello? ¿Fue consciente?
Hoy
escuché decirle a alguien en la calle que “la crítica es el
arma de los mediocres”. Una vez me maltrataron en la clínica
dental y cuando reclamé mis derechos, una doctora que todavía
anda por ahí me dijo en tono ofensivo: “Así es que usted es el
escritor, el criticón”. Le tengo fobia a los libros de quejas y
sugerencias, porque nadie los lee. Dejé de colaborar con artículos
sobre la vida cotidiana para el periódico local porque el
Director de allí es un censor de capa y espada. Todo esto me
obliga a reacomodarme. Yo, todo lo contrario a esos hechos que he
mencionado, soy de los que piensa que sin critica no hay
desarrollo, sin crítica nos acomodamos creyendo que todo lo
realizamos bien, la crítica es el oxígeno de los creadores en
cualquier esfera de la vida, sea un zapatero o un cirujano. Cuando
una sociedad se acostumbra a ponerle palos a la crítica por temor
al que dirán o porque no se burlen los enemigos, se empieza a
estancar primero y luego retrocede. Eso es lo que yo no quiero que
me suceda, ni a mí ni a mis hijos ni a los tuyos. Yo quiero que
vivan un mundo mejor no solo de palabras, pero como las palabras
fue la única arma que me dejaron las circunstancias de la vida
(recuerda que yo era Ingeniero Mecánico, que lo fui hasta 1990
cuando vine a trabajar para el sector de la cultura), me di cuenta
que no podía malgastarlas inventando el dulce de leche o la
toronja frita. Entonces me dije que lo mejor era hundir el bisturí
en todos los males que padecemos y hacemos padecer a los demás,
el burocratismo, la insensibilidad, el egoísmo, la falta de
valores morales, la cobardía a la hora de defender principios
cuando otros nos miran desde arriba con un garrote en la mano. Y
hundir el bisturí no con la intención de extirpar esos males,
porque no somos cirujanos, sino para mostrárselos a quienes
tienen la obligación de extirparlos. Recuerda lo que dice Cundo Núñez
en Las nubes de algodón: “La literatura no cura, pero ayuda a
vivir”.
Siempre
en tu obra está presente el amor, pero no sublimado, nunca
idealizado…
El
amor es real, no una entelequia. Podemos amar a los demás porque
Dios nos amó primero a nosotros.
Muy
pocas veces a tus personajes les va bien en tus ficciones, no
tienen una vida, digamos, fácil… ¿Es esa otra realidad la que
le interesa a Andrés Casanova?
La
vida en esta tierra no resulta fácil para nadie, te aseguro que
quien te lo asegure es un mentiroso. Por un año de alegría
sufres diez de desengaños y otros tantos de penas. En este mundo
lo único que encontramos son aflicciones. Conozco a un individuo
que era sumamente rico, pero perdió todo lo que tenía en un
incendio. Y conozco a otro que sería capaz de entregar su fortuna
a cambio de no ser calvo. Así, yo no exagero en mi obra. Lo que
sucede es que soy realista. Pero practico un realismo sin riberas,
como pedía Roger Garaudy. Un realismo creador, que no ata a
patrones ordenados por otros.
Qué
es el lector para el escritor Andrés Casanova. Que le das, qué
le pides.
El
lector para mi es la razón de mi existencia como escritor. Hace
apenas un mes me paró una jovencita cerca de mi casa y me preguntó:
“¿Usted es Andrés Casanova, el escritor?”... ah, de paso
esto te demuestra que a mí me mantienen bastante alejado de la
televisión, cuando me invitan cada dos años apenas puedo hablar
dos o tres segundos... cuando le respondí a la jovencita que yo
era Andrés Casanova, me dijo: “Acabo de leerme La fiebre del atún,
pero me he leído todas sus novelas. Y me interesan porque hablan
de nosotros, las personas comunes y corrientes”. Por esos días
traía una novela a medio camino y pensaba dejarla a un lado. Esa
noche trabajé hasta la madrugada y la terminé hasta la última página.
Porque mi compromiso es con el lector, con nadie más.
¿Cuánto
hay entonces de la realidad en la obra de Andrés Casanova? ¿Cuánto
de ficción?
Yo
diría que mi obra tiene su propia realidad dentro de la ficción,
que sube a esa categoría de metáfora de la realidad real para
convertirse no en realidad imaginaria sino en realidad necesaria.
El ser humano necesita los espejos, no para contemplar su belleza
como Narciso sino para darse cuenta de sus arrugas. Es eso lo que
buscan quienes me leen mis novelas: la vida que se agita dentro de
sus páginas, me lo han dicho. En mis novelas los personajes sueñan
no con lo que es sino con lo que pudiera ser, como si estuvieran
subidos en un carrusel mirando pasar la vida por los alrededores.
¿Cuál
es la frontera entre la realidad y la ficción literaria?
Para
mi la frontera entre ambas realidades es la calidad literaria.
Porque indudablemente como te he dicho antes, la ficción realidad
literaria es una realidad en si misma, con sus propias leyes. Lo
que confunde a muchos es que los personajes tienen nombres y
algunos aman y otros odian, e incluso muchos de ellos son capaces
de odiar y de amar a la vez, de donde los lectores suelen
confundirse como una señora muy anciana que yo conocí y que veía
aquellos culebrones radiales de Leonardo Moncada. Y cuando él,
Pedrito Iznaga o Bejuco Ramírez que eran los héroes quedaban un
viernes en un aprieto, aquella anciana que andaba en la vejez
extrema echaba a llorar, quejándose de que los pobrecitos hasta
el lunes estarían así, pasando trabajo o prisioneros del malo de
la aventura. No hay entonces que confundirse ni asustarse porque
la vida, como dice el autor de La Guaracha del Macho Camacho,
plagie a la literatura. Cuando hay que preocuparse y asustarse es
cuando a la literatura le esté prohibido plagiar a la vida.
¿Qué
hay de Andrés Casanova en toda su obra literaria y qué no hay?
Tengo
algunos alter egos en mis novelas, pero eso les corresponde
desentrañarlo a los historiadores de la literatura y no a los
periodistas. Yo, sinceramente, trato de no hacerles el trabajo a
los demás.
Desde
El reloj, ese asesino, hasta La jaula de los goces también hay un
ascenso en cuanto al uso de los recursos de las técnicas
narrativas, ¿fue el oficio de escribir quien te llevó a ello,
fueron las historias mismas lo que te llevaron a ello y entonces
las usas como otro recurso del lenguaje para hacerle guiños cómplices
al lector, para sugerirle algo?
Lamentablemente,
muchos jóvenes escritores que son una real promesa para la
literatura cubana no quieren creernos a los que defendemos la
necesidad de estudiar técnica literaria como pudiera pasar un
curso de zapatería una persona que tiene aptitudes para fabricar
zapatos. No me avergüenza decírtelo, he aprendido a escribir
durante todos estos años desde el 1980 hasta acá, y no me canso
de seguir aprendiendo porque en materia de técnica narrativa
nunca se acaba de aprender. Yo no tengo que desgastar mi tiempo
inventando procedimientos que ya están inventados, lo que hago es
apropiarme de ellos y así ahorro tiempo para inventar mis propias
herramientas de narrar. Lo otro que he hecho durante todos estos años,
y como tú sabes soy un autodidacta, es leer a los buenos
novelistas y a los buenos cuentistas. Eso también me ha enseñado
a escribir novelas.
La
novela que estás escribiendo ahora mismo, cómo la estás
construyendo, a partir de qué presupuestos estéticos y humanos,
la historia que quieres contar, los personajes…
Si
te contesto esa pregunta seguramente no podría escribir ni una línea
más de mi novela. No hablo de mis obras cuando las estoy
escribiendo en su primera versión.
Has
publicado tanta narrativa que muy pocos te conocen como poeta. Sin
embargo, hace años la escribes. Como y por qué la empezaste a
escribir. ¿La poesía es una pausa entre novela y novela?
La
poesía para mi es una forma complementaria de entrar en la
realidad. No es una poesía edulcorante ni melosa, tampoco es una
poesía llena de imágenes rebuscadas como ahora se estila. Es una
poesía netamente conceptual y tan libre como soy dentro de mi
cerebro. Estoy convencido que es esa la razón por la que no se me
publica en Cuba, porque puedo decirte que tengo varios poemarios
publicados en España y estoy en varias antologías de la península,
México, Uruguay y Argentina. Lo que sucede es que yo no
pertenezco a los grandes circuitos promocionales de la literatura
cubana.
Qué
diferencia al poeta del narrador. Qué es un poeta.
El
poeta del narrador, cualquier poeta y cualquier narrador, solo se
diferencia en la forma de decir. Al final, dice lo mismo la página
del poeta X que la pagina del narrador X. Porque cada escritor de
uno u otro género no esta haciendo más que representando, que
comunicando para decirlo más adecuadamente, sus propias
obsesiones. Y cuando hablo de obsesiones no lo digo en el sentido
psicoanalítico solamente. Hablo de miedos reales que han surgido
previamente de reales sustos.
Tienes
ocho libros publicados y muchos aún inéditos, ¿Cuántos?¿Eres
un obsesionado con la escritura o te preocupan tantas cosas de la
realidad que aún no lo has dicho todo? ¿Cómo te repartes en tus
labores cotidianas para producir tanta literatura?
Mira,
si me obsesiono por escribir sobre temas cotidianos –aunque como
tú lo dijiste antes en esta entrevista, también escribo sobre
puras ficciones—es porque nuestra prensa escrita no le dedica
demasiada atención a hechos al parecer insignificantes pero que
también formarán un día parte de nuestra historia aunque luego
se olvide como se ha perdido por ejemplo en nuestra ciudad la
leyenda del caballo sin cabeza. Y es que la prensa cubana, la
diaria y la periódica quiero decir, por razones objetivas o no,
ha dejado de ser “cultural” para convertirse en dogmáticamente
“informativa”. No hay espacio allí casi para el arte y la
cultura salvo las posiciones oficiales de su director o consejo de
dirección. No hay espacio allí para anécdotas al parecer
irrelevantes como aquellas que salían digamos en Desapolillando
archivos del Juventud Rebelde que reflejaban la vida real y
cotidiana del cubano común y corriente, no del que vive inmerso
en un mundo alejado de las calles diarias. Y todo esto, me impulsa
a escribir esa zona de mi literatura que habla del cubano de a
pie, del que hace colas, del que sabe cuantas horas se invierten
al día para conseguir a buen precio dos libras de carne de cerdo
que le cuestan dos días de su salario, del que ve crecer la
cuenta de la electricidad de su casa al extremo que le cuesta la
cuarta parte de su salario mientras esa prensa cotidiana le está
repitiendo de manera machacona que el ahorro de electricidad con
los equipos eléctricos de reciente entrega ha sido significativo.
En fin, que si me siento obligado a hablar en mi obra también de
esa vida cotidiana es para tratar de que no se pierda la memoria
colectiva, aunque por el momento no pueda publicarla. Pero
realmente, quisiera no verme obligado a escribir sobre esos temas
porque son más propios de la prensa diaria que de la literatura.
¿El
escritor es un hombre gritándole al mundo sus oquedades? ¿Qué
es un escritor?
Depende
cual escritor. Un escritor puede ser un lamebotas o un hombre
digno. Un escritor puede ser un ser humano común y corriente o
uno que viaja cada semana a Londres y a Paris. Un escritor puede
ser un hombre honesto o un mentiroso. Un escritor puede estar
dispuesto a defender sus ideas hasta en el fondo de una cueva como
pedía Martí o puede amilanarse cuando le amenazan con cortarle
los cables de la respiración.
¿Cuál
debe ser la misión del escritor ante su tiempo?
Eso
mismo. Ser un escritor.
Si
te dieran la posibilidad de hablar ante la Asamblea General de las
Naciones Unidas, ¿qué dirías?
Que
los hombres han estado huyendo de Dios toda una vida porque ellos
mismos se creen dioses.
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