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Virginidad del deseo bajo el puente
Marta Zabaleta

Inspirado en una poema de Pere Bessó

Si existiera una hora capaz de vencer la inquietud sedentaria del poeta,
que lo apartara del tumulto, sería la del puente
que le condujera a desplegar sus fantasías
sobreviviente de todos los herbicidas.
Porque aunque sabe que nunca más llegará a tiempo
para esperar a nadie en la esquina de las cosas,
y ya con mucho menos tiempo para pasar la noche,
el poeta imagina
una hora compartida por dos almas
que aunque hayan olvidado el decálogo lógico
compartirán el alfabeto de todos los delirios
una hora que puede ser miserable o piadosa
según que sorprendieran el momento
en que desgarradas se abren las rosas
o si vieran en el salto de los peces burbujas
de un corazón infiel que vacía sus poemas más tristes
cual si quisiera entender que aun existe
una, entre el misterio y el éxtasis,
esa hora única entre la tibieza del sueño y el velo de la vigilia
la del ceremonial del encuentro, la hora paradojal de ese silencio
el ondulante olor de los naranjales en flor
y el rayo de la luna que tomaba alcoba
en la enredadera que cobijaba el sabor de su pelo
cuando érais tan jóvenes que aunque
vuestros genitales no fueran fácilmente intercambiables,
la seda de la cama se confundía con tu deseo de hombre,
prendido entre las motas blancas y la memoria...
Aquélla hora sola de amor sobre el puente de la Sra. Avignon
Esa hora que no pasa
pues su dolor no descansa,
hora invisible que se pasea sonriendo sobre la pradera
la más fresca hora de un mes de julio que se perdió en el viento.
Conquistado el instinto, el poeta retomó solo el tiempo.
Pero ella no quedó sola: lo tenía en su vientre.
Y a él se quedo solo ¿escribiendo? jugando al solitario. 

Marta Zabaleta © Londres,31 julio 2005

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