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Virginidad del deseo bajo el puente |
Inspirado en una poema de Pere Bessó |
Si existiera una hora capaz de vencer la inquietud sedentaria del poeta, que lo apartara del tumulto, sería la del puente que le condujera a desplegar sus fantasías sobreviviente de todos los herbicidas. Porque aunque sabe que nunca más llegará a tiempo para esperar a nadie en la esquina de las cosas, y ya con mucho menos tiempo para pasar la noche, el poeta imagina una hora compartida por dos almas que aunque hayan olvidado el decálogo lógico compartirán el alfabeto de todos los delirios una hora que puede ser miserable o piadosa según que sorprendieran el momento en que desgarradas se abren las rosas o si vieran en el salto de los peces burbujas de un corazón infiel que vacía sus poemas más tristes cual si quisiera entender que aun existe una, entre el misterio y el éxtasis, esa hora única entre la tibieza del sueño y el velo de la vigilia la del ceremonial del encuentro, la hora paradojal de ese silencio el ondulante olor de los naranjales en flor y el rayo de la luna que tomaba alcoba en la enredadera que cobijaba el sabor de su pelo cuando érais tan jóvenes que aunque vuestros genitales no fueran fácilmente intercambiables, la seda de la cama se confundía con tu deseo de hombre, prendido entre las motas blancas y la memoria... Aquélla hora sola de amor sobre el puente de la Sra. Avignon Esa hora que no pasa pues su dolor no descansa, hora invisible que se pasea sonriendo sobre la pradera la más fresca hora de un mes de julio que se perdió en el viento. Conquistado el instinto, el poeta retomó solo el tiempo. Pero ella no quedó sola: lo tenía en su vientre. Y a él se quedo solo ¿escribiendo? jugando al solitario. |
Marta Zabaleta © Londres,31 julio 2005
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