Nuevos horizontes teóricos y prácticos en Desarrollo y Género: mujeres,
hombres y cambio social en los Estudios Latinoamericanos.[1] Dra. Marta Raquel Zabaleta Profesora Visitante, Middlesex, University, Trustee de CHANGE, Londres |
Resumen Este artículo comienza proveyendo una introducción al análisis feminista del desarrollo y pasa luego a comentar algunos de los principales vacíos en los estudios referidos a la mujer y el cambio social en Latinoamérica, y luego se divide en tres temas. Primero, se señalan algunas inexactitudes bastante frecuentes en los estudios pioneros sobre la mujer en la política latinoamericana y algunas de las consecuencias que de ello se derivaron.. Segundo, se presentan formas inéditas de hacer política que se dieran algunas mujeres izquierdistas durante el corto gobierno de la Unidad Popular en Chile (1970-73); un tipo de movilización que aquellos estudios básicamente ignoraron y que los posteriores tendieron también a olvidar y /o a distorsionar. Tercero, se muestra que persisten hasta hoy día errores de interpretación que son producto de generalizaciones conceptuales respecto a las ideologías, y se sugieren ideas acerca de cómo empezar a superar este problema. El artículo concluye argumentando en favor de la necesidad de complementar el análisis de las relaciones sociales de clase y de raza con las de género, cuando se discute la situación de las mujeres en Latinoamérica con vistas a procurar erradicar las discriminaciones que aquellas experimentan, así como aboga por la conveniencia de tener siempre presente que aunque la subordinación social genérica de las mujeres sea un fenómeno universal, en cada experiencia concreta asume una forma específica, la que debe por tanto ser estudiada, junto con las prácticas que la cuestionan, en su contexto histórico determinado. * Dedicado
a honrar la vida
de mis ex-alumnos, amigos y colegas desaparecidos en Chile y Argentina, y de los que sobrevivieron a las dictaduras, pero que nunca traicionaron su memoria. Agradecimientos A mis hijos Yanina Andrea y Tomás Alejo Hinrichsen Zabaleta, por procurar evitar que caiga yo en las trampas de prejuicios sociales enraizados en todas las sociedades en las que hemos vivido (Chile, Argentina, Escocia e Inglaterra), tanto como en mi propio mente. A los participantes en el seminario Género y Desarrollo, por su apoyo a aquellas 'someras notas para una investigación' que les propusiera en Salamanca y a las variadas actividades que he planificado y coordinado a partir de aquel, nuestro 'juramento de hermandad de Salamanca'; muy en especial, a la Dra. Sonia Riveiro Simon Cavalcanti, de UNIFACS, Brasil. Gracias también vayan al Director del CESLA, Dr. Andrzej Dembizc, por apoyar con extraordinario dinamismo y gran amplitud de miras nuevos espacios dialógicos a nivel internacional. Y por ende también a todas aquellas personas, presuntamente mujeres en su mayoría, que con su trabajo visible o invisible facilitaran también la edición y publicación de este artículo. Aunque
el feminismo es un movimiento por los derechos humanos, una buena proporción
de los esfuerzos se va en obstruir al feminismo o en negarle valor o lugar
alguno en la sociedad. Eso sugiere que existe un profundo miedo a lo
desconocido, así como una enorme renuencia a compartir el poder. Los
esfuerzos de obstrucción o de negación toman muchas formas diferentes,
tanto entre las mujeres como entre los hombres. Ser feminista es por tanto
equivalente a ser disidente, es luchar por los derechos humanos. Para
serlo, se requieren mucho coraje y una gran determinación. Georgina
Ashworth, OBE, Directora fundadora , CHANGE, 1992 Introducción Nuevas propuestas para el análisis feminista del desarrollo ¿Será verdad , como lo afirma Gerhard Falk, que estamos asistiendo a la 'Revolución del Género' en USA, a la que le llama la 'Gran Revolución' porque, en su opinión, constituye la más profunda alteración en las relaciones sociales de la historia de las Estados Unidos? Falk prosigue afirmando que no existe igualdad entre los géneros en ninguna parte del mundo, cosa- agrega- abundantemente demostrada ya por un sinnúmero de autores. Pero luego dice que tal vez Noruega sea una excepción, porque allí la Primera Ministra es una mujer (1998), y que hay ocho mujeres en un gabinete de diecisiete ministros, o sea, 'que a ese nivel hay igualdad, y que existen otros indicadores de que el país se ha movido hacia la igualdad genérica'.[2] Este tipo de afirmaciones nos plantea, por tanto, un primer gran dilema: ¿es ése el modelo de paridad que buscamos conseguir en América Latina? ¿ Es, en términos más generales, acaso el avance femenino a toda costa, aun en nuestras sociedades adónde las otras desigualdades de clase y raza parecen acentuarse cada vez más? [3] La mayoría de los diarios y revistas del Brasil, por ejemplo, no sólo no desdicen los postulados post-feministas más en boga hoy día, del tipo recién mencionado, sino que se apresuran a profitar de ellos. [4] Ya al llegar al principal aeropuerto de Río de Janeiro desde Europa, se produce el primer 'lavado de cerebro'. Porque es muy difícil ver a las favelas a lo lejos y mucho más difícil sería para sus habitantes femeninos tratar de encontrar cuales son los famosos cambios sociales que están ocurriendo en Brasil y que tanto las favorecen. Pero en cambio, a la salida del aeropuerto se ha construido una verdadera pared de propaganda - mezcla de cortina teatral y pantalla de cinematófrago al aire libre - que 'tapa' las viviendas de las y los más pobres. Es la nueva publicidad multinacional y erotizada que nos acompaña por el mundo entero. Recorrerla con la vista produce ya la sensación de estar adentrándose por la fuerza en propuestas de consumo rayanas en lo pornográfico. ¿Qué muestran esas imágenes? El cuerpo femenino-joven-blanco-cuasi desnudo es lo más generalizado. Pero se observa también el uso objetivizado del cuerpo masculino-joven-blanco con más o menos pelos, con más o menos tatuajes, también ofreciéndose al deseo. El físico humano, en suma, provocador de deseos que se espera canalizar hacia la compra y venta de las distintas mercancías con que se los asocia en la mente; un trueque sexual comercial y desigual, en lo que el Brasil no pareciera diferir mucho del resto de los países de otros lares.[5] En Varsovia, Madrid, Londres, Sao Paulo, Ciudad de México o Buenos Aires, grandes carteles utilizan también las mismas fórmulas para la (in)digestión de un mercado que trata de encandilar a sus víctimas. Pero para recobrar el sentido común, basta con mirar para abajo otra vez. En Río el gobierno municipal ni siquiera intenta ocultar a los miles de mujeres y niñas, de familias enteras, que constituyen gran parte de la población flotante y visible de sus calles. Muestra evidente de un enorme lumpen proletariado descendiente de esclavos y de indios, conformado por seres humanos que llevan allí una existencia paupérrima, como ocurre en otras grandes ciudades latinoamericanas. ¿Y adónde esta aquella muestra de otros seres humanos, los tan conocidos en Europa transexuales y travestís de Río de Janeiro? También están presentes en las esquinas y los hoteles iluminadas con el dólar reluciente. No obstante todo lo anterior, a pocos minutos de allí, un cartel comercial repite un estribillo ya medio borrado por varias lluvias:
En Brasil, las mujeres ya ganaron Por cosas así, nos parece que, antes de evaluar en cantidad y calidad los avances del género femenino en Latinoamérica o en cualquier otra parte, hay primero que ponerse de acuerdo en qué cosas se van a medir. Por que si, como lo intentan las recientes publicaciones brasileras, para demostrar que las mujeres 'han ganado', se pone como ejemplo el que ahora ellas constituyen la mayoría del electorado, eso no nos dice mucho. Tampoco dice mucho que la tasa de crecimiento del trabajo de las mujeres sea más alta que la tasa de crecimiento del trabajo de los hombres: 1,5% y 0,6% respectivamente.[6] Dado que no se explica que las mujeres se agrupan en los trabajos peor pagados de la sociedad brasilera. Que además, se contabiliza entre las mujeres que ‘han triunfado’ a un grupo de mujeres 'notables', casi todas blancas o mestizas, de clase media y alta, profesionales universitarias, casadas o divorciadas de maridos muy ricos, o hijas solteras de padres que les pueden garantizar de por vida una pensión más que honorable, como los generales brasileros a sus hijas solteras.[7] O que por cada mujer de clase media que obtiene con enorme esfuerzo personal algunos avance genérico, existe al menos una empleada doméstica que la reemplaza en parte de las tareas hogareñas. Y a veces, más de una, dos o tres, pero todas igualmente mal pagadas. Más aún, si se piensa como nos induce a hacerlo Veja en el rol de la mujer en 'las artes, en la música popular, y hasta en el sistema judicial brasilero'- hasta hay una mujer ha llegado en el Siglo XXI a la más alta magistratura del país, como se nos explica, tal vez tendríamos derecho a afirmar que quienes han ganado con las políticas de la neo-liberalización del Brasil han sido sin duda un cierto y determinado estrato de mujeres.[8] Los principales medios de comunicación de masas del Brasil parecen no sólo aprobar sino más vale incentivar ese lento deslizamiento hacia una cierta 'igualdad' entre los miembros de los dos principales géneros sociales, como se ha dicho. Aunque a la postre ello implique una mayor desigualdad entre las mujeres mismas.[9] En mi opinión, por tanto, no es legítimo ni conveniente establecer comparaciones entre las mujeres entre sí, y de ellas con los hombres, sin tomar en consideración la respectiva extracción de clase, niveles de capital e ingresos, etnia, educación formal, edad, número de hijos, estado civil, tipo de trabajo, jerarquía en el trabajo de cada cual, legislación laboral y civil, acceso a la salud reproductiva, entre otros tantos indicadores. En suma: no basta para opinar basarse sólo en comparaciones en la proporción numérica entre los miembros de los dos principales géneros sociales, el femenino y el masculino, si se quiere dar cuenta del grado de avance hacia la democratización genérica de las sociedades latinoamericanas.[10] Por
tanto, los estudios sobre la mujer y el cambio social en AL hechos con una
perspectiva genérica son un tema bastante complejo y problemático, como
paso ahora a discutir de manera necesariamente acotada por el espacio de
que dispongo. Acerca
de las así llamadas 'décadas olvidadas'
La participación formal de las mujeres en política es uno de los fenómenos menos sistemáticamente estudiados y tal vez por ello mismo, uno de los más fácilmente distorsionados en los Estudios Latinoamericanos recientes. Eso significa que a pesar de que ya nadie ponga en duda que los estudios sobre la mujer y los géneros constituyen una nueva rama dentro de ellos, se sigue careciendo todavía de un conocimiento completo acerca del quehacer político - y por ende del personal, que es también político - de las latinoamericanas (incluidas las centroamericanas y caribeñas) durante largo tiempo y en varios países del continente. Todo ello debería ser motivo de nuevas investigaciones. A mi criterio, y a manera de ejemplo, han existido períodos de gobiernos populistas orientados por ideologías diferentes, que van desde las de izquierda y centro, hasta la derecha. De hecho, los matices dentro de las de derecha con respecto a la mujer son poco sofisticados. En general, me atrevería a afirmar que sus discursos masculinistas básicamente han promovido el status quo y creado y / o recreado todos los estereotipos en vigencia, los excluyo siempre de mis análisis. De entre las ideologías que propician, pues, cambios progresistas de diversos matices, hay muchas a las que, con frecuencia, se las califica con el generalizante rótulo de 'populistas', aunque abarcan fenómenos bien dispares entre sí, tanto en lo que hace a sus políticas para los géneros como a la base social de sustentación utilizada para ganar y /o para permanecer en el poder. Vale la pena, por tanto, recordar que existieron en lo que alguien ha llamado las 'décadas olvidadas' del Siglo XX, proyectos políticos de bien distinto carácter ideológico y a todos los cuales se tiende a llamar 'populistas' aunque en términos de clase sus ideologías fueran algunas veces de tipo socialista, otras social-demócrata, comunista, revolucionario, etc. Y que si algo tuvieron en común, al igual que con las de derecha, fue que siempre tuvieron -explícita o implícitamente- una propuesta moral mas vale victoriana acerca de la sexualidad femenina. O sea, perpetuarla como forma controlada de trueque entre los hombres en beneficio de ellos propietarios y el estado y todo en nombre de la Patria. Entre aquellos, y sólo lo menciono a manera de ejemplo, hubo por ejemplo proyectos populistas de tipo popular-nacionalista radical, como el Sandinismo en Nicaragua; de tipo popular-nacionalista burgués, como el primer Peronismo en Argentina, el Varguismo en Brasil y el primer Freísmo en Chile; o, más controvertidamente quizás, de tipo popular-democrático de los trabajadores, como lo fuera el Allendismo en el Chile de la Unidad Popular.[11] Dado que a todo lo anterior se suma la pobreza teórica concerniente a las ideologías en general, es que propongo que antes de empezar a usar una ideología y sus discursos como marco general de referencia para juzgar la conducta política de la mujer con respecto a la de los hombres, y /o para comparar la de distintas mujeres entre sí, como se lo ha hecho con frecuencia, se debe determinar el carácter de esa ideología, y no sólo el de clase sino también su carácter genérico, de acuerdo con ciertos indicadores referidos al género social, incluyendo la sexualidad..[12] Y a ese respecto, tal vez resulte instrumental partir formulándole algunas preguntas a la ideología en cuestión, del tipo que como apoyo a mi argumentación proveo más adelante en este trabajo. Valga
entonces lo dicho hasta aquí para justificar, en mi opinión claro está,
la importancia del tema en discusión, y la necesidad de cambiar la
situación en que vivimos, incluyendo todas las relaciones de trabajo y de
goce.. Hacia
una aproximación genérica al estudio del cambio social Para empezar, y como bien ha sido señalado por otras autoras cuyo trabajo se intenta aquí continuar y complementar, se hace muy difícil efectuar "una evaluación suficientemente rigurosa ... del fenómeno de la década de los setenta, que ha estado marcada por la aparición de las mujeres en la escena política latinoamericana"... porque todavía no sabemos ... " si la el volumen y las formas de actividad que vemos hoy son originales de este período o reedición de experiencias de otras épocas."[13] Y como ellas lo afirman y con razón, su "antecedente más inmediato en la memoria histórica, lo constituyen las luchas y movilizaciones ocurridas en los distintos países entre las décadas de 1930 y mediados de los cincuenta, cuando (las mujeres) accedieron a los derechos políticos en igualdad de condiciones que los hombres."[14] En resumen: a estos y similares problemas se enfrenta quien empieza nuevas investigaciones, a algunos de los cuales queremos referirnos en este trabajo. Intento así una vez más demostrar que, desafortunadamente, todo lo anterior no ha impedido casi nunca que el existente vacío interpretativo de aquellas 'décadas olvidadas' fuese rellenado con descripciones amoldadas a los paradigmas más en boga, lo que a la postre ha terminado a mi juicio distorsionando los fenómenos que se trataban de explicar, a lo que ya me he referido en otra oportunidad.[15] Todo lo anterior crea algunos problemas adicionales, que estimo no deberían darse jamás en el campo de las investigaciones orientadas por una filosofía feminista y / o en general inspiradas, al menos en intención declarada, en un espíritu constructivo. Me refiero ahora a un hecho más contemporáneo que se suele producir como reacción, y es el que se vierten comentarios un tanto airados (una manera bastante 'natural' de expresar la frustración de que fuera de nuestras culturas originales las colegas no nos entiendan). O al que se caiga a veces en comentarios tal vez demasiado personalizados; reñidos, por tanto, con la paciencia y el respeto que deberían prevalecer siempre en el tratamiento entre personas de culturas y situaciones sociales muy diversas; especialmente cuando se trata de mujeres con discursos feministas. Un buen ejemplo de lo que a veces puede pasar entre nosotras lo provee una reseña del libro Viva (1993) hecha por Maria Theresa Alves (1994). Esta es, a pesar de todo y en su esencia, un fenómeno de alguna manera refrescante, al menos para quien como latinoamericana trabaja desde su llegada forzada a Europa siempre sintiéndose ubicada en las fronteras de la academia del 'First World', y /o tratada como tal incluso por la mayoría de sus colegas europeos de ambos sexos, muy especialmente por las colegas del mismo género, como es mi experiencia personal. Es que las diferencias culturales entre las académicas latinoamericanas y las de Europa, las formas de trabajar y de razonar son tan profundas, que muchos desacuerdos, frustraciones y malos entendidos pueden ocurrir. Y desgraciadamente, ocurren con inevitable frecuencia. Es posible para nosotras sentirnos fácilmente excluidas tanto como lo debe ser, es de imaginar, para las nativas de aquí, sentirse incomprendidas por nosotras, y en algunos casos de inseguridad personal, incluso invadidas en un espacio que consideran como propio. Casi diría yo como privado, en el sentido estrecho del concepto de espacio nacional Esto ocurre ciertamente en Gran Bretaña con regular y alarmante frecuencia. Y es especialmente cierto entre aquellas que crecieron y se educaron aquí pensando que sus enemigos principales eran los hombres. Por ello, es posible que comentarios como los contenidos en la mencionada reseña o en mis propios trabajos no sean comprendidos, causando en cambio irritación, o lo que fuera, todo menos diálogo, con las académicas europeas cuyo trabajo sobre nosotras y nuestras culturas se comenta.[16]
Pero ese es un problema que no podemos más que mencionar aquí. Por mi parte, el comentario mío que sigue apunta a tratar de ayudar a obtener entre quienes trabajamos en este campo- tanto entre mujeres como hombres, y cualquiera sea su localización geográfica originaria o presente, un grado relativamente civilizado de consenso en torno a ciertos temas a investigar y de cómo mejor hacerlo. A veces ha ocurrido que por ser algunos temas abordados a partir de concepciones ideológicas (y por ende metodológico) muy distintas, por investigadoras que se educan en realidades totalmente distintas, la vida cotidiana verdadera, la rutina del diario vivir y sobrevivir de la mujer en Latinoamérica ( y la de sus hombres) ha seguido ignorándose y / o malinterpretándose, y con ello se ha continuado sin dar habida cuenta tampoco de la especificidad de las diversidades regionales en el continente latinoamericano, las que configuran muy distintas formas concretas de la subordinación de la mujer. Resultado mayor: se suele oscurecer así el análisis de una fuerza social que posee un enorme potencial para el cambio en la vida diaria, el trabajo y la vida política, requisitos indispensables de una sociedad más justa. Lo que aquí intentaré no pretende, como se comprenderá, cubrir un tema tan vasto como el que me preocupa; y apenas puedo aspirar a llamar la atención acerca de problemáticas concernientes al campo de lo ideológico, y si se piensa una ideología ‘como forma de existencia y ejercicio de las luchas sociales en el dominio de los procesos sociales de producción de las significaciones’, definición instrumental que he heredado del eminente pensador Emilio de Ipola. [17] A mi juicio, las barreras materiales son reforzadas por los prejuicios que tanto nos dividen en cuanto mujeres,- y por cierto nos separan de los hombres.- y nuestra preocupación por derribar a unas y extinguir los otros, debería concentrar hoy más que nunca nuestras mayores energías como mujeres, como académicas y como políticas. Sin embargo, las diferencias políticas y culturales - a veces profundas- entre nosotras las latinoamericanas, o entre las 'mujeres del Sur' y / o con las así llamadas "mujeres del Norte", (factores que no voy a enumerar aquí por falta de espacio), tienden cada vez más, a medida que avanza la 'globalización', o aceleración de la expansión de modo de producción capitalista con la apertura de nuevos mercados, a obstaculizar, a dividir y / o a anular del todo la(s) lucha(s) que deberíamos llevar en común, acumulando fuerzas en cada acto y con cada palabra. Volcándonos cada vez mas a entender la relación entre la sexualidad, el deseo y la política, tema hasta hace poco considerado tabú; exigiendo del estado que asuma la obligación de reconocer y respetar los derechos humanos de las todas y cada una de las mujeres, desde la cuna hasta la tumba; acabando con exaltación del coraje de la mujer frente a la miseria, de su capacidad para el sacrificio, y comenzando a develar los mecanismos de elaboración psicológica de la feminidad menos conocidos que nos impiden rechazar nuestra opresión. [18]
Otorgar al discurso académico una nueva dimensión, la genérica, es por lo tanto, conjuntamente con las de raza y etnia, una tarea prioritaria, así como es absolutamente indispensable hacer de aquello parte intrínseca del diálogo político, en todos los espacios. En los íntimos tanto como en los compartidos colectivamente, dentro como fuera de la casa, tanto en los diálogos informales que tantas veces se dan mientras nos peinamos en los baños para Señoras hasta cuando, imbuidas de los ropajes de gala se asciende a los escaños más solemnes, a conferir sus diplomas a los estudiantes, los hacedores del mundo que ambicionamos. Así, ampliar nuestro propio discurso, el académico, no es ni más ni menos que acompañar el avance en la formación de conciencias genéricamente diferenciadas que observamos en el continente latinoamericano.[19] El de las nuevas formas de movilización y / o de acciones fraternales intre y intergenéricas; de los esfuerzos inter y extracontinentales conjuntos, sin división de hombres y mujeres ni nacionalidades ni razas ni de etnias en la lucha por los derechos humanos de mujeres y hombres, de una común justicia humana básica en las numerosos campañas que apoyadas en la nueva tecnología han dado con varios generales argentinos en prisión, con la aparición de la nieta de Gelman y los casos jurídicos contra Pinochet. De proliferación de encuentros feministas, reales o virtuales, facilitados por métodos tecnológicos nuevos a los que debemos ya exigir acceso igualitario. Cuando, rota la bota de los vinos añejos, se expanden los feminismos proletario y campesino, el feminismo socialista y el feminismo popular; el ateo y le católico, cuando alcanza nuevos niveles de desarrollo y expresión la conciencia social de las lesbianas y de los gay, la de las madres y abuelas de los desaparecidos y otros perseguidos políticos; cuando las mujeres de distintas razas aborígenes y diferentes etnias se organizan; mientras se enriquece el universo político con el establecimiento de alianzas - personales o de grupo- con aquellos miembros del género masculino que rechazan la virilidad masculina tradicional, a o al menos, se abren ya a entender los aspectos más aberrantes del machismo en sus manifestaciones latinoamericanas de dentro y de fuera del continente; cuando se multiplican las redes nacionales, regionales e internacionales de ayuda mutua, mientras se gesta el "boom" de la literatura cada vez más radical escrita por mujeres latinoamericanas; y el avance tecnológico ayuda a acercarnos, desde a las mujeres en la guerrilla mexicana hasta las igualmente en minoría en la academia de los centros económicos hegemónicos, o de los países de Europa Central-Oriental y hasta a nuestros ex alumnos chinos: ¿será la nuestra una nueva fantasía, una utopía sin centro en dios pensar que vamos a cambiar al mundo? No, porque mientras se nos abren y /o nos abrimos caminos nuevos y tiramos abajo los techos de vidrio de las instituciones rígidas y jerarquizadas, incluida la familia nuclear, cada día ocurren nuevos hechos que nos permiten ser relativamente optimistas, a pesar de que sigan siempre siendo mujeres las que paguen mayoritariamente el más alto costo por el continuo subdesarrollo que sufren diversas partes del planeta. Vale pues ser realistas. Nuevos caminos nos los hemos abierto muchas veces, y otras tantas nos los han cerrado. Es con todo muy claro el desafío que enfrentamos en cuanto mujeres y latinoamericanas: controlar nuestro presente es un punto de partida para delinear un futuro más humano, cualquiera sea o por ambiciosa que fuera nuestra utopía. No debemos esperar, claro está, que la academia y menos aun la europea del este o de occidente, nos digan qué hacer, cómo pensar, cómo sentarnos y movernos, cómo vestir, escribir o cuánto debemos idealmente pesar, cómo pintarnos, ni cómo amar o a quién ni la manera de expresar nuestras distintas opciones emocionales y sexuales; no deberíamos seguir privándonos del pleno goce de los sentidos y del gran placer innovativo del intelecto que le acompaña, meramente por complacer las preferencias de otros u otras que se sienten confortables en las redes tendidas por la auto represión. La ecuación no es tan simple como para automáticamente reemplazar a los hombres con mujeres, o de abolir a las hembras de la especie en los laboratorios del futuro: se trata más bien de que nuestro trabajo ayude a inventar de nuevo al ser humano, le dé nuevos lenguajes, gramáticas nuevas para el espíritu y el cuerpo. También será preciso romper con muchos cauces: no podremos nunca expresarnos propiamente usando el lenguaje académico o el canon literario heredados, desarrollado para mantener la dominación de unos pocos sobre las mayorías. Hay que abominar de toda energía que constriña a la imaginación, para llevarla y mantenerla en el poder. Y hacia eso se avanza más rápido sin carga de compromiso alguno. Es preciso responder con certeza y rapidez a cada reto. Es preciso inventarnos un alma nueva, una no solamente entrenada en lamentos de boleros o tangos, perdida entre meneos de cumbias y de salsas, sino también en la 'deconstrucción feminista' de sus pasos y de sus letras, letra por letra, como lo ha empezado a hacer la pionera mexicana Astrid Hadad.[20] No aceptemos tampoco que el fetichismo de las imágenes deforme o escatime la voluptuosidad de nuestros cuerpos femeninos, aquella de la que por ejemplo, algunas mujeres afro-brasileras y afro-caribeñas parecieran estar orgullosas de ostentar en nuestro continente; son aquellas que al vestirse y al moverse son aun capaces de preservar, al igual que sus antepasadas, un espíritu y una integridad sin corsé, como lo hace Rigoberta Menchú. Se acabaron para siempre las máscaras de hierro que ocultaban la belleza de las esclavas, castigo del hombre blanco despechado como el que castigó a la esclava Anastasia porque se negó a ser poseída por él. Nunca más nos hagamos tampoco, eco del mito machista de la Malinche.[21] La mujer latina por su precaria, frígida, limitada socialización en torno al 'eterno, místico femenino' que a fuerza de sermón y lágrimas nos impusieran por igual a judías, moras y cristianas nuestros antepasados, es como se sabe presa fácil de la dictadura de las imágenes ofrecida por la industria del espectáculo y la del deseo, el cine. Peor aun, se vuelve con frecuencia cómplice de su propio destino de subordinada, aceptándolo con cierta mezcla de admiración y resentimiento contra el hombre con quien comparte un espacio [22]; Con frecuencia se autovictimiza y se inmola al deseo ajeno, dejando hasta a los mismos hombres más angustiados que nunca, en algo que pareciera una permanente búsqueda de reaseguros para una virilidad machista que no puede estar todo el tiempo a la altura de lo que se le exige, las imágenes seductoras que le ofrecen la propaganda, la pornografía., la televisión, sus ídolos deportivos, sus presidentes y primeros ministros, etc. Hombres que en la mitad de la vida parecieran negarla lo que han vivido, querer recobrar la fuerza perdida, y que cada vez que seducen a una mujer aun más joven, alguien que podría ser su hermana, su hija o hasta su nieta, lo que se ha visto desde el Coronel Perón hasta tanto político contemporáneo , como es el caso del otro ex presidente peronista de Argentina, y sus esposas y acompañantes.[23] En todas las clases sociales, en todas las 'razas', en todas las religiones, la mujer latinoamericana está sometida, en mayor o menor grado, a la discriminación social, económica, cultural y sexual con respecto a los hombres de su misma familia. Debe cumplir con la multiplicidad de roles y el exceso de tareas que surge de la división genérica desigualmente remunerada del trabajo social. Ello limita su crecimiento como persona, al deformar su autoimagen y su identidad más inconsciente. Por fin: la sociedad injusta que la condiciona, se termina privando a sí misma del potencial de uno de pocos recursos renovables aun hoy abundantes: es decir, de la capacidad que tienen las mujeres de cambiarse a sí mismas, punto de partida para cambiar a todo el mundo que las rodea y juzga. Hay que optar por ende por una moral feminista, por una moral propia, en vez de por la hipocresía de la moral ajena. Es pues ya hora de dejar de ir a misa para llorarle a la Virgen María y rogarle que nuestro hombre no nos abandone, o a Dios 'nuestro señor' que no nos mate de hambre con hijos y todo. Es más vale hora ya de que las diosas se movilicen por nosotras y que el dios del hombre blanco se rasgue las vestiduras y recorra esta vez el calendario, pagando ahora cada luna llena por el pecado de haber aceptado existir con tamaña complacencia, como acto expurgatorio de su complacencia autoritaria, machista. Es o no es acaso su culpa el haber creado esa imagen de la mujer virgen con la que se pretende esclavizar a perpetuidad a los seres humanos por no haber sido paridos a su imagen y semejanza: o sea, hombre, heterosexual, en hogar al menos de clase media, y de preferencia, con piel blanca. Es hora de optar: no se puede tocar el tambor, y andar en la procesión. Es hora pues de reivindicar a las Malinches, a la Esclavas Anastasias, de destruir los mitos sexuales de las religiones de los nativos y de los colonizadores por igual, mientras se rechazan las urgencias de convertirse en ciudadana del consumo moderno y clienta de las catedrales del mismo, como los Shopping Malls, o consumista de los congresos académicos de moda. Esas fueron algunas de las principales inquietudes que me condujeron a asistir al Primer Congreso de Europa del CEISAL. Es preciso por razones de carrera asistir a estos nuevos ágapes intelectuales del que tanto gustan en el Norte; Aceptamos pues ese reto bajo los cielos vetustos de una universidad donde reinara por siglos indiscutido el saber de los patriarcas que nos marginaran en Salamanca por siglos de sus hermosos libros, tal como le ocurriera la una de las hijas de Carlos Marx en la Bilblioteca del Museo Británico de Londres del que su papá fuera habitue.. Paredes casi sacras, prolongación del recinto religioso, centro de educación y represión que aun hoy se adornan con blancas ‘vírgenes’ niñas, que amamantan en público las fantasías masculinas(y femeninas, con el joven Cristo con frecuencia en poses altamente eróticas y por supuesto siempre semidesnudo) en altares recubiertos de un lujo oriental. Vetustos, bellos, pero sacros claustros ellos,-como los de cualquier vetusta universidad europea que de tal se precia-y los que apenas por un día y como a desgano nos escucharan por primera vez en la vieja España. Ellos, esas paredes desnudas, recién ahora admitiéndonos a regañadientes bajos sus techos, son testigos de nuestro quehacer;,ellas son las que hoy día testifican que por cierto todavía la presencia de la mujer no es ni con mucho igualitaria ni en Salamanca, ni en el CEISAL, ni en ninguna academia ni continente del mundo: presencia, digo, nuestra existencia marginada y minoritaria , símbolo histórico de un vasallaje que fuimos a Salamanca sólo para ayudar a romper. ’Pues porque nos asiste la creencia de que es imperiosa la necesidad, en la academia y mucho más fuera de ella, de crear, recrear, exaltar, difundir y volver a rehacer nuestro trabajo y a traducirlo a mil lenguas, en línea con una multiplicidad de nuevos discursos libertarios que pujan por triunfar en el mundo, y que sólo como fruto del respeto recíproco y en su propia diversificación, podrán ayudar a agilizar la tarea de concientizar a los sujetos sociales de distintos géneros; a aquellos académicos, políticos, planificadores y otros interesados también en la justicia social, que sepan mamar el saber de la fuente , del poder que surge de las nuevas bases sociales. Mujeres u hombres: no importa el sexo que divide, cuando lo que importa es cómo se lo siente, y como se lo actúa en el género. De como se actúa, en resumen nuestra identidad multifacética de seres humanos no contentos con el desintegrado quehacer post-modernista. Decir es también hacer; moverse es también querer; respetar es también amar; amar es no siempre engendrar. Demos vida, en cuanto mujeres, a cuerpos libres y a mentes liberadas. Honremos a toda vida humana, que es lo único sagrado, y recordemos que no necesariamente, pariendo con dolor que se tiene hijos, como erróneamente lo predican ciertas Biblias y los papas. . Hay niños que necesitan ser adoptados en todas partes. Enseñemos en resumen a las nuevas generaciones a sonreírle al porvenir para que sean capaces de concebir sin dolor. Para que el dolor de la historia no se vuelva otro culto que se perpetué en más guerras. Como una muy preliminar respuesta a tantos dilemas teórico- prácticos que debemos abordar, lo que resta de este artículo se dividió en tres partes. La primera, destinada a señalar algunas inexactitudes frecuentes en los primeros trabajos sobre la mujer en la política latinoamericana y en que sucintamente se puntualiza algunas de las consecuencias que de ello se derivan. La segunda procura poner de manifiesto presencias y experiencias generalmente ignoradas, y actuar como testimonio del feminismo revolucionario. La tercera muestra y testifica la persistencia de ciertos errores y /o generalizaciones conceptuales, y conduce a elaborar algunas de las lógicas conclusiones que se derivan del presente trabajo, el que implícitamente brega por una nueva agenda en la docencia e investigación referentes a los Estudios Latinoamericanos en donde quiera que los practique.
Primera parte Las inexactitudes que acompañaron la aparición de los trabajos pioneros a que voy pasar a referirme, y que como se verá después, se reiteran aunque bajo distintos ropajes conceptuales en la bibliografía más reciente sobre la mujer en la política latinoamericana, dicen básicamente relación con tres problemáticas , implícita o explícitamente, hacen todas a la ideología y la conducta política de las mujeres en Latinoamérica. Ello es como sigue. Ideología y conducta política de la mujer en Latinoamérica. -Primero, se generaliza cuando se afirma que las latinoamericanas han tendido a ser históricamente más conservadoras que los hombres. -Segundo, se asume que el apoyo de las mujeres al populismo en general, y el peronismo en particular, demuestra el "tradicional conservadorismo femenino". -Tercero, se aduce que las mujeres de Latino América parecen ser menos feministas que sus congéneres europeas o norteamericanas, en el sentido de que parecen estar menos conscientes de su discriminación en tanto mujeres, pues no hacen mucho por erradicarla. Por otra parte, todas las afirmaciones recién señaladas se hacen dando por sentadas también ciertas premisas que se aceptan sin cuestionamiento; entre otras, las que siguen: a) que la conducta política de los hombres es la norma con respecto a la cual cabe juzgarse la de las mujeres; b) que el populismo es per se reaccionario; contemporáneamente se lo ha empezado incluso a llamar lisa y llanamente "el fascismo latino"; c) que el 'feminismo' es algo ajeno a la idiosincrasia femenina latinoamericana, envuelta como está desde hace más de 500 años en el manto ideológico del "marianismo" y el "machismo". Todo lo anterior, viene además a menudo asociado con el nombre y el quehacer político de Eva Perón. Así también, durante la década de los setenta se lo solía ejemplificar con las protestas realizadas por las mujeres derechistas contra los gobiernos populistas de Goulart (social demócrata) y de Allende (socialista); típico y manido 'ejemplo' este último que se usa y abusa para corroborar la supuesta abismante preferencia de las mujeres latinoamericanas por las ideologías de derecha. A veces una se pregunta: ¿ pero es que acaso los obreros varones no apoyaron también mayoritariamente a Perón y Evita en su propuesta burguesa? ¿ Y es que se ha olvidado que fueron todos hombres los chilenos que dieron el golpe? ¿Y de que son aun hoy mayoritariamente hombres quienes participan en la cúpula del poder político burgués en ese país, adónde ni mella siquiera han sufrido sus fuerzas armadas, que tienen aun de líder al mismo ex dictador, varón chilensis de pura sepa y doctrina? Por la razón o por la fuerza, como lo dice hasta el escudo chileno. A veces me inclino a pensar que hay algo confuso al menos para mí, en el contenido de la virilidad, como le llama Mira: el deseo masculino, que les hace expresarse a los miembros del género masculino de una manera muy ambigua. Aparecen así en nuestra literatura permanentes representaciones adulteradas del ser femenino. Pero hay que pensar dos veces antes de decidirse a juzgar. Qué intenta y qué logra un escritor hombre cuando escribe un personaje femenino. Qué tipo de sexualidad expresa, por ejemplo, la ambigüedad del carácter del personaje femenino en la obra Viudas de Dorfman? Por que la ambiguedad? A veces una está tentada a pensar que este autor, por ejemplo, denigra a las mujeres. Porque existen en sus trabajos temas y actitudes repetitivos: un dramaturgo judío que nació en Argentina y que se crió en Chile, en su obra mas conocida,, La muerte y la doncella, presenta a una mujer chilena de clase media (y a un pequeño burgués, su marido, políticamente de centro), en un distorsionante recuento de la prisión bajo la dictadura y de una mujer presa que es violada 42 o 43 veces, no recuerdo.. Por qué este apuro de Ariel Dorfman por testificar la desorientación de la esta mujer pequeño burguesa, blanca, joven, despolitizada, chilena que goza torturando con sadismo a su ex-violador, una noche en que este llega por casualidad a su casa, y de ese médico que era oficial de las fuerzas armadas y la violó tantas veces cuando era prisionera de los militares, y de ese marido tan pueril ¿será acaso porque Dorfman no hace así sino que exteriorizar su propia ambigüedad sexual ante los hombres ‘fuertes’, aquellos machos al cubo que dirimían sobre nuestras vidas y nuestras muertes? Claro que hablamos de ficción, y no de la realidad. Claro que Dorfman o cualquiera, Borges, Márquez, Cortázar, todos, desde Cervantes en adelante, tienen derecho a hacer lo que quieran con sus deseos plasmados en palabras. Ese no es el problema. Lo es lo que él nos cuenta con horror, en su llena de suspenso y exitosa comercialmente obra de teatro, eso es el problema. El número exacto de veces que su protagonista fue violada por el oficial en las prisiones de la dictadura, adonde ella llegara por razones humanitarias y como fruto de una decisión política. Cuarenta y tantas veces: ¿es que acaso no basta con una sola violación para construir un personaje violado en sus derechos humanos más elementales, cualquiera sea su sexo? No: pues pareciera que hay quienes pueden 'idealizar' las violaciones. Y profitar bastante con eso. El mercado literario es bastión de hombres, como lo es el Royal Court de Londres adonde se estrenó la obra mencionada, y lo es el jurado que le dio el premio a la mejor obra de teatro del año en Londres, lo es en Hollywood adonde se filmó posteriormente; en fin, en todas partes.[24] Lo que quiero decir es que Dorfman adoptó el típico recurso 'middle of the road' de muchos burgueses, tanto hombres como mujeres de Chile y de todas partes, pero lo hizo sin preocuparse por exponer también, y por diferencia, la reacción a la tortura a las muchas militantes, por ejemplo. Ello está en abierto contraste, entonces, con el tratamiento que las mismas mujeres que han sido víctimas le dan al tema. Una cineasta chilena, Carmen Castillo Velasco, contrasta las reacciones de los personajes centrales de su documental y expone la suya; sus personajes femeninos que actúan su propia historia, en el excelente trabajo auto-biográfico de la directora ,feminista y ex-mirista.[25]. Es la suya una obra maestra de introspección cultural que sin embargo, o por eso mismo, fue condenada al silencio y a las críticas más despiadadas de parte de militantes de la izquierda chilena. Por qué? Similarmente, puede formularse la pregunta de por qué autoras tan reconocidas como Griselda Gambaro y otras como Nora Strejilevich y Consuelo Rivera , que nos cuentan - como Castillo- lo que sufrieran en carne propia; es decir, quienes responden como mujeres fuertes a las peores torturas genéricas que practicaban las Fuerzas Armadas contra los miembros del género femenino en el Cono Sur, no encuentran ni teatro ni un público masivo para sus obras. ¿Es solamente porque el horror produce miedo y paraliza, además de dolor? ¿O es porque quién controla las imprentas y los escenarios no son mujeres, no entienden nuestra sensibilidad? O es porque no sabemos decirlo con las palabras de lo hombres, al estilo de Shakespeare Con todo, discutir por qué se deforma la representación de las mujeres es con todo un tema demasiado largo como para extenderme en el aquí,[26] pero que sin duda debiera acaparar la atención creciente de los estudiosos de América Latina. Los enfoques que se utilicen para ello van a encontrar un buen punto de partida en el muy esclarecedor tratamiento otorgado al caso argentino por autores tales como Diana Taylor.[27] Sigamos ahora con el hilo conductor de este trabajo. Las premisas que hemos esbozado más arriba se aceptan olvidando, entre otras cosas y a manera de ejemplo, lo que sigue: i) Que no se ha publicado hasta la fecha ningún estudio científico acabado, feminista o no, acerca de la conducta política de las mujeres peronistas en general, ni de la de Eva Perón en particular, a pesar de lo frondosa que es la bibliografía sobre el tema, del que yo tenga noticia. [28] ii) Que la verdadera conducta de Eva Perón, en principio, no tiene nada que ver con la que le atribuyera Chaney [29], y la que aún ahora se estudia y se cita con frecuencia como supuesta generalización de la conducta de las mujeres en la política latinoamericana: la de la ‘supermadre’. Modelo este acuñado originariamente en la década de los 70 por la citada autora en su tesis de grado, ha sido luego reiterado con insistencia por ella misma y / o otras autoras, acríticamente [30] iii) Que hubo una enorme diferencia entre la propuesta populista burguesa de Goulart y la posibilidad de un populismo obrero-campesino que se abrió en Chile a partir del triunfo de la Unidad Popular en 1970, lo que citamos sólo como ejemplo, .pero que da una idea de las inexactitudes en que se incurre cuando se generaliza demasiado acerca de los movimientos, partidos e ideologías políticas de América Latina.[31] iv) Que con frecuencia se culpa sólo a los hombres de los grupos y partidos de la izquierda, de una actitud negativa hacia la participación política de la mujer para el cambio social. Pero de lo que han hecho, o no han hecho, las mujeres mismas para enmendar esa situación poco se sabe: otro tema a investigar.[32] v) Que con mayor frecuencia aun, se acusa al interior de la izquierda al feminismo en general - o a las feministas en particular- de querer dividir a las fuerzas populares, o se aduce que el feminismo es por definición una ideología de las mujeres de las clases media y alta de América Latina. Poco existe, sin embargo, que se parezca a una discusión sistemática acerca de la clásica miopía genérica clasista y /o racial de varias corrientes político-ideológicas que se auto-rotulan de progresistas. [33] Hemos mencionado hasta aquí algunos de los importantes estereotipos, mitos y /o carencias que confronta quien emprende el estudio de las ideologías y los ideólogos en LA y lo hace con una perspectiva genérica. Es por ello que advocamos la necesidad de adoptarla: una perspectiva que ponga al descubierto, y que respete la especificidad histórica de la vida cotidiana de hombres y mujeres, y reconozca e investigue las diferencias entre las mujeres mismas. En lo que sigue, y consistente con todo lo anterior, se ha enmarcado la discusión en el fenómeno de la relación de las mujeres en AL y las ideologías populistas. Y se lo hizo procurando usar una nueva metodología, canalizada crecientemente hacia nuevos marcos teóricos y prácticos que rompen con los corsés heredados. Y, que es por ello, compatible con nuevos estilos de trabajo académico, que se vienen desarrollando particularmente, pero no únicamente, en Europa. [34] Cabe con todo hacer todavía otra advertencia antes de adentrarse en el tema: sólo se darán a continuación algunos ejemplos bibliográficos referidos a la temática que nos ocupa. Ellos han sido seleccionados en el afán de ofrecer una cierta perspectiva histórica que muestre la persistencia de ciertos enfoques y su enorme poder significante en los estudios referidos a la mujer en América Latina por más de dos décadas. Ello no explica ni justifica, no obstante, el carácter resumido del presente trabajo, ni las carencias y deficiencias que de ello se derivan, lo que sumado a las propias, deberá disculparnos quien con atención nos lea. Estudios
pioneros sobre la mujer, el sexo y la clase en América Latina. "En Perú y Argentina el derecho a votar les fue otorgado a las mujeres por líderes populistas cuyos regímenes se basaban en el incremento de la participación dentro de los marcos sociales tradicionales, en lugar de un cambio institucional y estructural radical"." Más recientemente, el conservadorismo femenino ha recibido considerable atención debido al rol jugado por las mujeres en derrocar al gobierno radical (!) de Salvador Allende en Chile", afirmaría Jaquette en el primer 'clásico' sobre el tema". [35] Asumiendo que las mujeres latinoamericanas poseen más poder al interior de la familia que en otras latitudes, y por ende son más proclives a explotar sus " recursos femeninos" en la arena política, se afirma que ello 'puede proveer una explicación del éxito espectacular obtenido por ciertas políticas en América latina que han obtenido prominencia a nivel nacional e internacional". Para luego enfatizarse que es el caso de la "... patrona populista que derrama carisma y usa el clientelismo para crear bases de apoyo entre las masas pobres urbanas". Y se dice "... Eva Perón de Argentina es el ejemplo más obvio, pero también vienen a la mente el de María Eugenia Rojas de Morena, de Colombia y el de María Delgado de Odría del Perú". [36] Las mujeres chilenas y peruanas que obtuvieron puestos en los gobiernos del APRA en Perú (Belaúnde, 1963-1968) y el del Partido Demócrata Cristianos en Chile (Eduardo Frei padre, 1964-68), fueron agregadas también a la larga lista de la generalizante etiqueta del 'maternalismo conservador femenino' en la política latinoamericana, a través de citas tomadas del muy influyente, e interesante pero a menudo también contradictorio, libro de Chaney sobre la conducta de las mujeres que entrevistara ella en Perú y Chile.[37] Es verdad que estas citas son a menudo de segunda o tercera mano, pero no lo son exclusivamente. Pues a veces la autora se cita a sí misma; pero de ello no nos vamos a ocupar hoy. Desde el punto de vista del presente artículo, vale más la pena señalar que los dos gobiernos referidos por esta última autora americana ofrecen a su vez dos modelos distintos de populismo en el poder. No obstante, no es fácil deducirlo por la manera en que se abordan en Supermadre sus respectivas estrategias discursivas. En honor a la verdad, pienso que se deduce del contenido de dicho libro que la misma autora estaba ya consciente de las limitaciones implícitas en su trabajo cuando lo escribió; y en mi opinión, estas derivaban en lo substantivo de una adhesión metodológica- inconsciente o no- al prisma desarrollista que primara en la década de los sesenta en casi todos los estudios sociales sobre América Latina. En todo caso, y aunque Chaney más tarde ha tratado de modificar en parte su análisis ella misma,, ello no ha parece haber ganado todavía la misma aceptación que su idea original. [38] Pero como todo mito académico, el de la Supermadre tiene cierto asidero en la realidad. Y como todo pecado mortal que se nos atribuye a las mujeres, esta versión gusta más a quien prefiere condenar que absolver. En todo caso, es algo que termina encontrando su lugar en la ola antifeminista que acompaña al post-feminismo, el post-modernismo y ahora último, al post-patriarcalismo todos inventados en y para realidades bastante ajenas a las nuestras. A veces una piensa que esos ingenuos que acuñan tanto vocablo políticamente correcto se ahogarán un día en sus propias narrativas, sin ayudar a nacer a un mundo nuevo. Mientras tanto, millones de millones se ahogarán de hambre, hastío y SIDA si seguimos sin hacer nada. Por otra parte, e incuestionablemente, el famoso trabajo de M Mattelart [39] contribuyó de lleno a configurar el modelo lineal de interpretación del conservadorismo de las mujeres en AL. Una autora de la que, habiéndose dedicado a mostrar la función ideológica de las telenovelas en el refuerzo de los roles genéricos tradicionalmente asignados a las mujeres en los países capitalistas del centro y también en los de la periferia latinoamericana [40], una hubiera esperado una mayor sofisticación analítica. Pero en vez de eso, M Mattelart, que trabajara como asesora del gobierno de Salvador Allende en la Editorial del Estado, Quimantú, se apresuró luego del golpe de las fuerzas armadas chilenas a proponer una explicación bastante esquemática de la captación de un número (que dejó indeterminado) de mujeres por la extrema derecha chilena, durante el gobierno de la izquierda reformista en Chile, coalición conocida como 'la UP' (Unidad Popular, 1970-1973). Así, afirmó que existe una simpatía recíproca entre las mujeres y el estado en las sociedades capitalistas. Y las mujeres chilenas, siempre de acuerdo con esta tan influyente autora, no se hubieran sentido protegidas durante el gobierno de Allende porque el estado "estaba cambiando su carácter viril". Esto porque, siempre de acuerdo con ella, el estado había cambiado de manos y estaba amenazado de escapar totalmente al control de la burguesía.[41] Ergo, las mujeres salieron a la calle, a reclamar la restauración del poder varonil, sinónimo ideológico de orden para estas mujeres, piensa Mattelart. Ocurre que para las mujeres burguesas, nos dice ella, el estado es una cuestión de hombres.[42] Una interpretación alternativa, y por cierto mucho más compleja y realista, acerca de la derecha y la mujer chilena se puede encontrar en una tesis de doctorado que realizó en la Universidad de Illinois Margaret Power, bajo la dirección de la conocida historiadora Marion Miller, a la cual remito a las lectoras y lectores interesados.[43] Ahora bien: ¿dónde se inscriben las mujeres en Chile que no fueron co-optadas por las ideologías masculinamente orientadas de la derecha chilena? Poco es lo que se sabe aun hoy de la enorme cantidad de mujeres que apoyaron a la UP y que se movilizaron en masa en su apoyo, y poco es el interés que les dedicara, por ejemplo, esta autora brasilera, M Mattelart. Pero a este respecto, es justo decir que se ha esforzado Chaney por comprender la realidad mejor, y nos termina diciendo que estima "...significativo que en Chile (en 1970) los índices de abstencionismo entre las mujeres fueron constantemente más bajos que los de los hombres, a veces hasta cinco o seis por ciento más bajos, un hecho que desafía la idea estereotipada sobre el menor activismo político de las mujeres".[44] También señala que todo parece indicar que el apoyo de las mujeres de las clases trabajadoras fue unos de los factores más importantes de la victoria de Allende, y que todo parece indicar que en las elecciones de 1971 votaron en proporciones aun mayores por la Unidad Popular que en el año de su elección.[45] Estas mujeres eran socialistas, comunistas, miristas, radicales, mapucistas, trotkistas, cristianas de izquierda, espartaquistas, etc. Y entre ellas, mucho que les pese a alguien y aunque lo sigan ignorando, muchas éramos ya por entonces feministas. Pero de la práctica académica y política del feminismo en Chile durante el gobierno de la UP no se iría a ocupar Mattelart, por ejemplo, dado que ella- como muchos otros por entonces-en la izquierda chilena, consideraba al feminismo como una deformación ideológica que debilitaba la unión de las clases trabajadoras. O sea, que para aquella autora, el feminismo era al parecer una degeneración del movimiento de masas, al menos según lo repita Jaquette cuando la cita.[46] Jaquette,
a su vez, parece que ha seguido absorbiendo nuevas lecciones, derivadas
ahora de las movilizaciones de las mujeres contra las dictaduras del Cono
Sur. [47]
Algo parecido a lo que parece haberle ocurrido también a Mattelart,
cuando en 1977 se diera a la tarea de 'repensar' la relación entre las
mujeres y el 'fascismo' en
AL, y escribiera que " la relación entre las mujeres y el fascismo
no es algo que se ha establecido de una vez y para siempre. Está sujeta a
las circunstancias concretas en que los regímenes autoritarios surgen. En
los países fascistas de América latina de hoy día, las mujeres ya no
salen a la calle a aclamar al líder natural..".[48] Segunda parte
Las luchas feministas revolucionarias: " De eso no se habla". [49] ¿Dónde cabremos las feministas de izquierda? Mujeres que habíamos leído los clásicos de Simone de Beauvoir, incluido el célebre prólogo consagrado a la lucha anticolonialista de las argelinas; que sabíamos del importante rol de las mujeres en los inicios de la Revolución Rusa de 1917 y de la tradición feminista del anarquismo en Argentina; para quienes los clásicos de Engels, Marx, Lenin, Troksky, Luxemburgo y Gramsci eran algo más que una mera presencia diletante en los estantes de nuestras bibliotecas; que leíamos con renovada ansiedad la obra poética de Alfonsina Storni y a Virginia Woolf (traducida al español por la feminista argentina Victoria Ocampo) en busca de un modelo inspirador; que buscábamos asiduamente las publicaciones socialistas del resto del mundo para aprender lo que les pasaba allí a las mujeres y que ya sabíamos bien que el trabajo doméstico es un trabajo no-pagado. Aquellas que articulábamos en nuestros escritos demandas popular-feministas y que luego salíamos a la calles y los campos a tratar de implementarlas, aun a riesgo de la propia vida.[50] Nosotras, aunque nunca pasamos de ser unos cuantos centenares, no éramos solamente revolucionarias de café y /o de escritorio, ni nos defendíamos tras barricadas intelectuales en las salas de clase, como muchos otros académicos de ambos sexos lo hacían. En cambio, fuimos parte activa de nuestra propia historia, y no sólo de la que escribían los investigadores extranjeros que nos asediaban con sus entrevistas; algo más que meras militantes de un partido político determinado y por ello no enemigas de las mujeres que militaran en otros, como podría haber ocurrido gracias al extremo dogmatismo que caracterizaba a la izquierda chilena por aquel entonces. Algunas nos agrupamos en el Frente de Mujeres Revolucionarias (FMR) que esta autora ayudó a fundar a partir del apoyo de estudiantes de ambos sexos de la Universidad de Concepción, adonde se desempeñaba entonces como Profesora Titular de Economía. El nuestro era un frente de mujeres que se autodefinía y se daba sus propias tareas y objetivos. Pretendía agrupar a las masas femeninas que eran simpatizantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), un grupo de la izquierda nacida al amparo de la Revolución Cubana y que apoyaba muy críticamente a la BP. Nosotras éramos mujeres que no le teníamos miedo al supuesto "cambio de manos" del estado burgués, como las mugres que entrevistara Matellart. Pero que también sabíamos que la izquierda chilena no ofrecía opciones genéricas diferenciadas a las masas trabajadoras, excepto la dictada por una muy tradicional, patronímica y materialista concepción clasista del marxismo. [51] Por ello, desde la perspectiva de mi experiencia personal, puede agregarse que el doble hecho de ser mujeres y estar conscientes de serlo, dispuestas a combatir para cambiar la formación social que determinaba nuestra situación social subordinada, nos marginaba al interior del poder de la izquierda, tanto antes como después del acceso de la UP al control de una parte del estado y sus aparatos, en 1970. Pero al menos el intento de un 'cambio de manos' nos abrió una nueva posibilidad de acción. La UP, conformada por siete partidos o movimientos de la izquierda chilena, ofrecía pocas interpelaciones a quien adhiriera a sus políticas como mujer. Y hasta Fidel Castro, no precisamente un pro-feminista, se dio cuenta de la pobreza de la cuestión femenina en el contexto chileno, y lo señaló públicamente durante su visita a Chile en el ano 1972: le preocupaba la incapacidad de la UP para movilizar a las mujeres en masa y a corto plazo, a pesar de los problemas específicos que aquellas afrontaban en cuanto mujeres de las clases trabajadoras. No obstante, era precisamente a las mujeres revolucionarias y feministas a quienes el reformismo nos ofreció una nueva chance: "una nueva forma de hacer política", de lo que hablan Barbieri y Oliveira.[52] Nuestros intentos se daban en medio de una permanente negociación, a menudo tensa y conflictiva, con hombres y mujeres de distintas clases, razas, estado civil, religión, ideologías políticas y hasta de distintas nacionalidades. Pero de prácticas y conductas sexuales entre la militancia o en la sociedad en su conjunto, no se discutía jamás dentro de nuestra estructura partidaria; no al menos, oficialmente; pero no porque aquellas fueran precisamente un factor cohesionante de los cuadros y /o los simpatizantes. Bien por el contrario: por la típica oscilación marxista entre un puritanismo casi religioso y la hipocresía casi burguesa, que en estas materias han caracterizado a la izquierda a nivel internacional desde al menos el Segundo Congreso de la Internacional Comunista hasta la hora. De aquello la chilena en todas sus versiones distaba entonces, y con mucho, de ser o intentar siquiera ser, una excepción.[53] La estrategia de las mujeres revolucionarias feministas consistía en proponer a las mujeres organizadas nuevos temas de discusión y nuevas formas de hacer política, pero siempre procurando adaptarlos a las prioridades respectivos de los distintos sectores de masas: obrero, campesino, poblacional, estudiantil, capas medias, empleadas domésticas; estas decisiones dependían en última instancia de las directivas centralizadas del partido, que indicaba lo que era perentorio movilizar en orden precisamente a cambiar el carácter burgués del estado chileno. Las consignas eran elaboradas íntegramente por mujeres, de manera individual a veces o en discusiones colectivas otras, mientras alguien cocinaba para el marido y otra daba de mamar a un niño. Los maridos y otros compañeros varones tenían derecho a opinar, pero no a vetar. En general, las temáticas diferían por sector social; es decir, que las problemáticas de obreras costureras que en Concepción habían resuelto controlar la producción y la propiedad de una empresa abandonada por el dueño, eran bastante distintas de las de las mujeres obreras que trabajaban también cociendo o remendando en turnos en las fábricas textiles de Bellavista y Tomé, recientemente nacionalizadas. El interés por la salud sexual era más prioritario entre las empleadas domésticas que entre las amas de casa de las poblaciones, mucho más interesadas en los problemas de salud estrictamente reproductiva y en la escolaridad de sus hijos. Las que se movilizaban para controlar los precios del consumo doméstico a través de las Juntas de Abastecimiento y Precios (Jaez) tenían más interés en clases de oratoria que las comunistas más ortodoxas, que en la creencia de que se aproximaba una guerra civil, nos instaban a aprender primaros auxilios a las mujeres universitarias de otras ideologías. Como se puede observar, existía en esos momentos en Chile un grado distinto de sutileza que en aquel caso analizado por Molineux años después con respecto a los intereses de género de las mujeres en Nicaragua durante la revolución.[54] Vale clarificar que para el grupo fundador del FMR, el de la UP era un gobierno muy machista, presidido por un médico, masón y socialista reformista, Salvador Allende. Un típico burgués honesto. Desde Santiago una compañera chilena nos dio un ejemplo al rechazar el premio Elizabeth Rubenstein que le querían otorgar por la excelencia de su trabajo periodístico: Gladys Díaz, que era del Comité Central del MIR. Todas nostras hubiéramos querido permear el ancestral patriarcalismo chileno y ayudar al gobierno a radicalizar sus decisiones en beneficio de las mujeres de los más amplios sectores. Dedicábamos a ello cuantas horas nos dejaban libres las tareas domésticas, el trabajo pagado de tiempo completo y el resto de las obligaciones partidarias, las que me eran asignadas en función de mi profesión de economista: ayudar a preparar pliegos de peticiones, discutir la situación económica regional, dar clases de economía política a los cuadros de los frentes de masas, entre otras.[55] Todo iba bien, y la población chilena femenina que frecuentaba daba a diario nuevas enseñanzas de solidaridad humana hasta que una mañana los supermachos del Ejército, la Marina, la Aviación y La Policía con el Gral. Pinochet como líder, le cortaron la cabeza a la flor del socialismo democrático latinoamericano. Fue apenas el comienzo de la primavera: un día de septiembre. Aun cuando nuestras demandas genéricas eran mesuradas, preñadas como estaban por el modelo (hetero)sexual dominante, heredado de nuestra dependencia cultural a las ideologías 'progresistas' europeas y asiáticas (Vietnam, Corea del Norte, China), el estado nunca nos apoyó en las tácticas que usábamos para lograrlas. Como por ejemplo, las tomas de terreno por los sin casa para convertirse en pobladores que construían sus casas, sus escuelas, sus postas de primeros auxilios. La ocupación de fábricas y talleres adonde todas las trabajadoras eran mujeres mal pagadas y peor tratadas; las tomas de fundos en donde los dueños no aceptaban la implementación de la nueva ley de reforma agraria; las marchas por más becas y de aborto gratuito para evitar los muchos y riesgosos clandestinos que se producían entre estudiantes secundarias y universitarias; la distribución de alimentos y combustible de acuerdo con el número de personas que componían cada hogar y /o las necesidades financieras y familiares de los socios de las Juntas de Abastecimiento y Precios decididas en forma conjunta; la expropiación transitoria (y el transporte gratuito por el día) de los buses y liebres en días de huelga de los transportistas, para garantirle a la población trabajadora y a los estudiantes el acceso a su trabajo o a las aulas; la educación sexual y política, y la ayuda en la preparación de un pliego nacional de peticiones, para las socias de los sindicatos de empleadas domésticas de Concepción, Chillán y Temuco; la elaboración y el dictado de clases de educación política acerca del carácter del trabajo femenino a los obreros de las nuevas fábricas estatizadas de la zona de Concepción, Rengo y Tomé; la discusión acerca de la violencia marital y la disciplina laboral obrera en la fábrica y en las minas, son algunas de las ejemplos que nos ofrece la memoria. Nutriéndonos directamente de nuestra propia experiencia cotidiana y de las ideas de los distintos grupos de mujeres movilizadas en la defensa de sus intereses sectoriales específicos, a menudo denunciamos el burocratismo y la ineficiencia estatales.[56] Casi nunca fuimos escuchadas por los representantes del estado que teníamos que tratar a través de las JAPS, y que eran todos hombres. Nuestros métodos eran persuasivos, y siempre genuinos y exploratorios; sin roles históricos a los cuales imitar, nuestra nueva 'feminidad' fue con frecuencia confundida y /o abusada por los compañeros varones y muy pocas veces entendida y respetada por un puñado de ellos como auténtica expresión racional de nuestro compromiso político con los más pobres. Esto era particularmente cierto en el trabajo universitario adonde los hombres de izquierda en el poder nunca soñaron siquiera con ofrecernos igualdad de oportunidades a los miembros de las "minorías". Y mucho menos por cierto, a quienes de entre ellos nos distinguíamos por nuestro radicalismo. Nuestro trabajo en cuanto mujeres, que empezamos con clases nocturnas y gratuitas en la misma universidad, lo que nos sirvió para cohesionar un grupo inicial con cierta homogeneidad conceptual, lo empezamos a partir del año 1971.Tenía básicamente como centro a la ciudad de Concepción, ubicada a unos 500 Kms. al sur de Santiago, la capital, y de allí lo extendimos a las poblaciones de Rengo, Talcahuano y Tomé y, a los sindicatos de las minas de carbón minas de Lota y Coronel; luego al centro y sur del país, durante el verano de 1972-73, época de vacaciones universitarias que nos permitían reforzar el trabajo de otros frentes con la ayuda del frente de estudiantes revolucionarios, como los del MUI( Movimiento Universitario de Izquierda). Obviamente, en el FMR tuvimos también que confrontar el problema del racismo, dado que entre nosotras militaban indias mapuches y sus descendientes, junto con chilenas criollas, e incluso, estaban unas pocas mujeres criollas de países limítrofes, y hasta un puñado de europeas, blancas. No todas sobrevivimos la experiencia. No creo que hayamos alcanzado tampoco a producir mayores soluciones prácticas con respecto a las distintas etnias en nuestro grupo ni en el frente; agravado todo por la enorme rigidez de la división social del trabajo en la sociedad chilena realmente existente del período de " la transición al socialismo", organizada como estaba alrededor de claras líneas genéricas, particularmente- pero no solamente- al nivel de las clases más pobres y marginadas. Y allí era donde las mujeres indias abundaban. Mal pagadas, mal vestidas, abusadas sexualmente muchas veces incluso por padres y hermanos embrutecidos por siglos de dominación blanca, a ellas les interesaban las ideas feministas tanto como a todas las demás; pero especialmente, cuando eran solteras y sin hijos que atender, lo que las liberaba del exceso de tareas hogareñas, que sus varones no compartían. Mujeres para las cuales la historia escrita no pareciera tener oídos. De todas maneras, muchas de entre, por su valentía y honestidad, fueron muertas luego del golpe: su testimonio personal seguirá para siempre ignorado.
Para nosotras, para concluir, los enemigos principales no eran entonces ni los hombres en tanto hombres, ni tampoco lo era el estado que a medias controlaban siete partidos de la izquierda ni lo eran las dramáticas protestas de las mujeres derechistas arrobadas de negro y adornadas con cacerolas a las que batían en señal de duelo, por su deseo de consumo frustrado por la ineficiencia gubernamental y el boicot patronal a la circulación y rotación normal del capital comercial y financiero. Fruto de nuestra práctica cotidiana, veíamos al poder repartido y atomizado en todas las actividades de nuestras vidas: en lo social, en lo sexual, lo doméstico, lo partidario, lo económico, lo cultural; acumulado y agresivo en las fuerzas armadas y la policía; concentrado en torno de los intereses de las multinacionales como la ITT, de la CIA y de las burguesías locales; comprobábamos la obstrucción o indiferencia burocrática practicada por muchos de los empleados públicos y la ineficiencia de muchos representantes de los aparatos económicos del estado; la falta de democracia al interior de los partidos políticos; la discrimación contra la mujer experimentada en los establecimientos educativos; en las revistas femeninas, incluso las editadas por militantes de la UP a través de la empresa editorial del estado Quimantú, etc. En suma: ninguna ideología ni discurso realmente existente representaba cabalmente nuestros intereses, excepto el modesto discurso que nosotras mismas entretejíamos con nuestras luchas cotidianas acompañadas por esfuerzos de auto concientización y concientización colectiva permanentes. Entonces como ahora, éramos feministas. Y socialistas. Y por haber tenido el privilegio de haber participado en un período de un relativo cuestionamiento ideológico a la existencia del estado burgués y sus aparatos económicos, muchas de entre nosotras pagamos el precio de la prisión, las torturas físicas y psicológicas, del exilio; fuimos testigos de todo tipo de indignidades y abusos contra otros muchos otros seres humanos de ambos sexos incluidos nuestros tiernos hijos y algunas fueron desaparecidas, y entre ellas algunas muertas; todo eso, por aquella maravillosa experiencia de pertenecer y hacer, como lo han testimoniado las mismas actoras.[57] Nos quedó, sin embargo, la dulzura debajo de la piel. El calor humano que recibimos de alumnos, colegas, vecinos, amigos y familiares, aun en las más abyectas de las circunstancias posteriores al golpe. Una experiencia plena que merece muchos capítulos de la historia oficial chilena, cuando la escriban.
Tercera parte "Nuevos
sujetos sociales y nuevas formas de hacer política"
Como lo explicaran Barbieri y Oliveira, con la aparición de los movimientos feministas de los años setenta se producen cambios significativos en los contenidos y las formas del quehacer político y social de las mujeres en los distintos países del continente. Las modalidades de participación femenina en la escena política desde entonces se han caracterizado por una gran diversidad y heterogeneidad, y porque las mujeres han comenzado a asumir la subordinación de género y han cambiado las demandas hechas a otros actores y fuerzas sociales. Las autoras citadas tipifican al menos diez formas nuevas de hacer política de las mujeres en AL. [58]
De entre ellas, pareciera que sólo algunas, como dije, han acaparado la atención de las investigadoras del centro, dando a veces origen a publicaciones relacionadas a los nuevos movimientos sociales y las mujeres, que sin duda han logrado aumentar el número de lectores interesados en la política Latino Americana, como es el propósito de sus autoras y de lo que en última instancia nos beneficiamos tal vez todos. No obstante, se observa allí de nuevo el esquematismo de querer sintetizar en una especie de chaleco de fuerza la relación de la mujer y el populismo, especialmente, pero no solamente- cuando se alude al peronismo y a Eva Perón. Un ejemplo de ello lo ofrece la introducción al trabajo de S. Radcliffe y S. Westwood que antes se citara.[59] Esto es de lamentar, dado que las editoras se propusieron, al menos o a juzgar por la introducción, remarcar la diversidad de las identidades existentes entre las mujeres en Latinoamérica, y abogaron por la consideración de factores diferenciales tales como la raza, la etnia, la clase, la edad y la región en la construcción de la identidad femenina. Una tarea importante y ambiciosa, que en los hechos se redujo la más de las veces al análisis de los temas de clase, según la acertada crítica de Safa y Lebon.[60] En VIVA, y bajo el rótulo de 'populismo autoritario', se agruparon los casos del Peronismo en Argentina y de Vargas en Brasil, oponiéndolos al populismo popular, movilizado durante los años 80 a través de los estados latinoamericanos. Una nueva variante del populismo autoritario sería, según este trabajo, la autoridad de nuevo otorgada a las figuras guacheras (sic) en la Argentina, con la elección de Menen en 1989. Y Eva aparece con plumaje de Supermadre, una vez más. Ese tipo de referencias hace acordar a etapas académicas que creíamos superadas para siempre. [61] Acerca de cómo interrogar a una ideología para calificar sus discursos De la propia historia latinoamericana, se pueden extraer elementos para juzgar la intención genérica de una ideología. Sobre la base del conocimiento a priori de un conjunto de demandas feministas que forman parte de las críticas que las mismas mujeres han formulado a lo largo del tiempo a .diversas ideologías dominantes, se preparan ciertos interrogantes. Ello sirve de base para determinar el carácter masculinista o no de una ideología, y con ello, puede decirse si la misma fue conservadora, reformista, revolucionaria, etc., desde el punto de vista de los intereses contemporáneos expresados con más reiteración por las mujeres organizadas, o por las escritoras más leídas por las mismas mujeres, o por una líder política que sabe articular demandas femeninas específicas y captarse el apoyo femenino, etc.[62] ¿Cuál fueron las propuestas genéricas de la ideología en cuestión, incluida aquellas de política sexual? Se propuso en el papel al menos erradicar el machismo: ¿en cuál de todas sus manifestaciones, y cómo? El rol de la familia nuclear, jerarquizada y heterosexual, y el de las iglesias, en especial la Católica, prácticamente universalmente reconocidos y aceptados en todos los estudios sobre la mujer como pilares básicos de la discriminación social genérica que soportan las latinoamericanas, ¿se vieron o no impugnados por dichas políticas, o fueron sus roles tradicionales apenas modernizados, significando a la postre que desde el estado se siguiera legitimando entre otras cosas la violencia doméstica y el acoso sexual de mujeres y niñas en el trabajo remunerado en espacios tan distintos como las plantaciones, cooperativas, reuniones del partido, oficinas, en las universidades, en las manifestaciones de las masas, en las sindicatos, minas, viñas, maizales, en las canchas de fútbol, etc? Se propuso la ideología en cuestión, reeducar a las mujeres, entrenándolas en la práctica de ser ciudadanas de un continente, reeducándolas o las interpelaría más bien como meros agentes locales de variantes ideológicas nacionalistas, siguiendo el patrón original en que se educaron nuestras antepasadas durante la constitución de las naciones-estado. Las movilizó a partir de su militancia en partidos políticos, pero: ¿por qué no se las apelaría como personas independientes de los hombres y también de las mujeres más viejas de sus mismas familias, en especial, madres y suegras? Es decir, como seres autónomos, capaces de hacerse autoras de su propia historia. Se desmitificaron la pobreza, la ignorancia, la mala salud, muy bien, pero ¿pasaría otro tanto con el uso y abuso del cuerpo femenino y sus imágenes? Igualmente importante, ¿ se procuró también educar a los hombres en controlar su propio cuerpo, a cuestionar su agresividad, a asumir una nueva concepción de la virilidad responsable? ¿Y qué ley del trabajo propuso abolir el 'aborto blanco' en lugares en que, como en Nicaragua durante la revolución sandinista, tantas mujeres lo padecían?[63] Está probado y nadie discute que se tomó muy en serio la capacitación de las masas, en la teoría política y en la práctica en Cuba y en Nicaragua ¿ pero qué campaña de alfabetización popular, impulsada por qué movimiento político, se sabe que haya intentado siquiera desafiar la tradicional socialización genérica procurando generar masivamente una conciencia crítica revolucionaria entre las mujeres en términos de género? ¿Y es que se discutieron acaso el sexismo y el racismo ejercidos por el mismo estado? ¿Cuándo y adónde hubo una política de vivienda revolucionaria para reemplazar a los conventillos por falansterios, o que propugnara siquiera nuevas formas de vivienda social distintas a los cubículos propuestas por la civilización occidental, y barracas adonde no existiera el apartheid de los sexos aun en época de cosecha? ¿Dónde se usó una cartilla con el abc del pensamiento libertario, se discutió el amor libre, se descodificaron las letras sexistas de la música popular, se sancionó el acoso sexual en el lugar de reunión o de trabajo, se prohibió concebir con el objeto de darle más soldados a la Patria? Lamentablemente, durante el siglo XX los partidos políticos de centro o ‘progresistas’ latinoamericanos, en materia de moral genérica tuvieron en común el persistir en apoyar prácticas divisivas heredadas de culturas puritanas, seguidoras de las sagradas escrituras, fueran estas bajo manuales comunistas, tablas judías, catecismos copiados de la Biblia o del Corán; dictaron leyes que santificaron la continuación de la subordinación genérica de las mujeres hasta en el sagrado, íntimo recinto del dormitorio nupcial, y no les dejaron a los hombres casi otra opción oficial que tratar de ser machistas. ¿Y por qué no se estimuló por decreto la creatividad requerida para impulsar los cambios sociales radicales, para marchar más rápido hacia la paridad entre los humanos de todas las razas y todos los géneros? ¿Por qué se endiosó la imagen del Che Ernesto aun en campañas de propaganda y agitación revolucionarias, olvidando casi totalmente al mismo tiempo a la igualmente inmolada Che Tania, guerrillera embarazada y asesinada a mansalva en 1967 en Bolivia pocos días antes y por los mismos criminales que mataron a Guevara? ¿Por qué se implementarían respuestas a los intereses genéricos de las mujeres sólo cuando y si eran complementarias de los intereses de clase de los hombres de su familia, y más en especial, siempre y cuando al mismo hubieran sido también compatibles con las prioridades de turno del gobierno de que se trata? [64] ¿Por qué los políticos hombres y gran parte de las políticas mujeres, intentan siempre obtener un consenso social a costa de una agenda que garantiza la perpetuación - aunque ligeramente reformulada-, de la subordinación femenina, y del ocultamiento, negación y con frecuencia también persecución de las sexualidades no heterosexuales, cualquiera sea el tipo de 'populismo' y de modelo de democracia que se defiendan? Quiénes en México y en Chile decidieron negarle originariamente el derecho a votar a mujeres aduciendo que eran más conservadoras que los hombres, fueron al mismo tiempo la Iglesia Católica y la izquierda. Esa tendencia ha seguido en el sentido de que hasta este nuevo siglo ha seguido primando en América Latina la bendición indirecta de los papas a las prácticas abortivas ilegales, y la izquierda callada, excepto en Cuba. El Vaticano y el resto la jerarquía de la Iglesia Católica, a pesar de ser reconocidos enemigos del uso de prácticas anticonceptivas (excepto el ritmo), no sólo no se ha pronunciado nunca en contra de las práctica que han negado el derecho a la vida a más de 100.000 desaparecidos políticos en Argentina, Chile, Brasil, México, Colombia, Guatemala, Uruguay, etc, sino que no han apoyado la organización de mujeres que luchan por legalizar el aborto, aun en países tales como Argentina, con cerca de 500.000 de abortos ilegales por año.[65] Cuando los Sandinistas estaban en el poder, el actual Papa visitó Nicaragua y despreció públicamente a los sacerdotes que eran ministros del gobierno revolucionario, por intervenir en política. Pero el mismo polaco aun no se ha expedido, sin embargo, repudiando la actividad sexual practicada contra una menor, hija de su esposa, por el ex-presidente (FSLN) Daniel Ortega, tal como ha sido testificado por el documental Macho de Lucinda Broadbent.[66] En Chile, la misma Iglesia no ha denunciado tampoco una conocida Colonia adonde se cree que habitan pederastas nazis, aunque dichos fenómenos fueron denunciados por una revista pro-Democracia Cristina, Ercilla, hace ya mas de 35 años, y aunque ese lugar haya servido como campo de detención de la DINA ,la policía secreta creada durante el gobierno del General (en retiro), Senador Vitalicio y dictador A. Pinochet. No es raro, pues, que sea el mismo Papa quien haya ahora pedido que se deje sin enjuiciar al exdictador. A pesar de todo lo anterior, y por lo mismo, se han desarrollado nuevas prácticas que han permitido una cada vez más una rica comunicación entre académicas y activistas. Por ejemplo, los encuentros feministas en LA; el creciente número de redes de mujeres en diferentes países del continente, y la lucha por abrir nuevos campos al análisis académico en lo referido al arte, la escritura, la ciencia y la historia producidas por mujeres. Formas todas en las que se expresa la diversidad discursiva de las mujeres del continente, y en las que se inscribe el presente e trabajo. En resumen: hoy por hoy, ya nadie niega que exista un cuerpo teórico específico que ha dado origen a una cada vez más amplia y diversificada área de estudios; una que ya se ha empezado a subdividir en nuevas temáticas tales como de derechos humanos de la mujer, mujer y política, mujer y desarrollo, feminidades y masculinidades, mujer y etnicidad, literatura y crítica literaria, de escritura hecha por mujeres y de traducción feminista, y sexualidad, para señalar algunas. La
filosofía feminista en América Latina ha dado origen a prácticas de
distintos corte, o sea a feminismos de distinto tipo,
como no podría ser de otro modo con una filosofía que tiene ya más
de trescientos años de desarrollo práctico y teórico y otros tantos de
escarnio y persecución, como lo atestiguan la vida, los poemas y la
tragedia personal de la mexicana Sor Juana de la Cruz. Conclusiones
En la tradición heredada de algunas congéneres de mi continente, he tratado de llamar la atención en este trabajo hacia esfuerzos sistemáticos propios de las latinas, como lo es la importancia que le atribuimos a la recuperación de la memoria histórica y al testimonio escrito cuando se procuran construir agencias opositoras; y lo he hecho asumiendo que el género y la raza son términos que se vinculan entre sí y que sirven para poner de relieve la relación - y también la jerarquía injusta que existe entre las razas y los géneros; y finalmente, que hay una relación de interdependencia entre la teoría, la historia y la lucha, sin la cual, la primera carece de sentido y la historia se anquilosa. El análisis feminista en AL ha reconocido siempre la centralidad de escribir y recordar nuestra historia, así como la necesidad de construir nuestro propio conocimiento. Ello no significa que no se busque también establecer un diálogo permanente con las así llamadas 'feministas occidentales', que con frecuencia son mujeres blancas, de clase media y bastante educadas en términos formales.. Pienso que es sólo y precisamente en la relación dialógica entre prácticas diferenciadas dentro del feminismo internacional en donde se pueden nutrir las diferentes conciencias nativas, pero admito que es ese un proceso doloroso y muy lento. En Argentina y en otros países, el feminismo forjó resistencia; y llevamos ya más de ciento cincuenta años de prácticas discursivas genéricas todas distintas, todas igualmente indispensables. Este artículo aboga, por lo tanto y en lo esencial, por una reevaluación de la historia política latinoamericana donde ningún grupo social sea de nuevo excluido. Otro tanto debe intentarse con todas las historias: del arte, del uso de los recursos renovables, de los niños que se crían en las calles. Porque el uso de la categoría analítica de 'género' se haga asumiendo que en las sociedades en que vivimos la población de ambos sexos está fragmentada en clases, razas y géneros; y que entre estos los grupos dominantes que ejercen la explotación de clase, género y /o raza son los que se benefician de ello directamente. La diversidad de formas en cuanto a extracción y reparto del excedente económico; la obvia disimilitud entre quienes son principales beneficiarios y socios menores, no justifica ni esconde sin embargo el hecho incuestionable de que todas las mujeres estamos socialmente subordinadas y dependemos de los hombres en el sistema capitalista, comunista o cualquiera otro que haya existido hasta. Y que lo estamos en distintas proporciones según sean nuestra clase y nuestra etnia. Debería por ello ser nuestra permanente tarea tratar de entender la(s) forma(s) específica(s) que asume dicha subordinación, perpetuada por diferencias de clase que no hacen sino que agudizarla(s). No conozco otro camino mejor para empezar a destruirla, que entender las raíces de nuestra condición en cuanto seres humanos nacidas como hembras de la especie, con características biológicas distintas a los hombres, y socializados como y convertidos en mujeres, de acuerdo con valores y prácticas clasistas, racistas, sexistas, edistas, religiosistas o como quiera que se les llame. Por ello, solo cuando todas las discriminaciones genéricas se hayan eliminado, la historia va a comenzar a ser escrita otra vez. Entonces por seres humanos integrales, no divididos, no fragilizados, no alienados. Por entonces, si ese futuro se alcanza alguna vez, no habrá más necesidad de enfatizar el uso de la categoría género como herramienta analítica: las diferencias genéricas habrán de ser borradas de las páginas electrónicas de los libros del futuro, pues son sólo eso: un producto cultural, ni natural ni permanente, un error de los dioses que las oprimidas pueden y deben corregir. Recuperar la esencia de la condición humana es también un desafío para los hombres. Ellos han comenzado ya a mancomunar sus esfuerzos por cambiar en Nicaragua, en Argentina, en Chile, través de grupos de auto-concientizacion. [67] Cada día florece entonces en nuestros países una esperanza ¿Utopía?
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Referencias:
[1]
Ensayo
basado en la ponencia presentada en su versión original en el
seminario Mujer y Desarrollo, Universidad de Salamanca, Primer
Congreso Europeo del CEISAL, Salamanca, junio 1996, España. Y
reproducido con el permiso de la Revista del CESLA, Universidad de
Varsovia, Polonia. [2]
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University Press of America, Lanham, New York and Oxford, (1998:vii)
(Traducción de MZ)
[3] Un fascinante alegato alternativo por la verdadera democratización de Europa que puede ser también de utilidad para el caso de AL puede encontrarse en Georgina Ashworth, When Will Democracy Include Women?, CHANGE, Thinkbook VII, Londres, 1992, de donde extraje el párrafo inicial de este artículo (traducción MZ). Acerca del desarrollo con apertura económica (globalización), ver Keith Bezanson, Introduction, Institute of Developement Studies, Annual Report 99/2000
[4]
Veáse como ejemplo, la portada de Veja, Año 33, No 45,
8-11-200 en donde se lee: ELLAS HAN VENCIDO (Traducción de MZ). Es
que 'las mujeres' ayudan a vender más ejemplares. Véase en el mismo
número una foto de una tristemente famosa modelo brasilera comentando
(y mostrando) la extensión de sus senos de 175 mls. de silicona, lo
cual la ha hecho ‘tal vez más madura’, pero ciertamente 'más
mujer', según comenta (Pág. 122). Como es sabido, los afiches
publicitarios adonde la misma modelo muestra la línea del bikini en
su contorno descubierto, fue prohibido por el gobierno de Brasil pues
era una 'incitación' a la malas constumbres entre los jóvenes. (The
Guardian, 19 diciembre de 2000, traducción de MZ)
[5] Los conceptos ideologizados son un problema cada vez más agudo para la investigación: la autora se rehúsa a usar los manidos términos de ‘Primer’ y ‘Tercer’ Mundo (¿adónde aspira a estar Polonia, y /o adónde estaría ahora si se usara ese clasificación, por ejemplo? Si en su reemplazo se usaran el 'Norte' y el 'Sur': ¿se podría calificar de Sur en el norte? Claramente que sí, si se la juzgara por los avances y retrocesos de las mujeres antes del desarme del imperio soviético y la posterior pasividad femenina ante la eventual pérdida de derechos sólidamente adquiridos, tales como el derecho al aborto y/o para obtener los nuevos. Véase un resumen de la situación en Renata Siemienska, Consequences of Economic and Political Changes for Women in pag. 125-152. Otra versión se encuentra en Bozena Leven, The status of women and Poland's transition to a market economy, en N.Aslanbeigui, y otros (eds.), Women in the Age of Poland, en J. Jaquette 1998, Economic Transformation. Gender impact of reforms in post- socialist and developing countries, Routledge, London and New Yourk, 1994 (27-42) [6]
VEJA,ob. cit. [7]
Para más
detalles, ver Schuma Schumaker e Erico Vital Brazil (organizadores), Dicionário
Mulheres do Brasil, de 1500 até a atualidade, Jorge Zahar Editor,
Rio, 2000 [8]
Ver Veja, número citado, páginas 125-131 [9]
La discusión de las posiciones genéricas, así como la confusión
que reina en el uso del vocablo género en el lenguaje popular y en el
académico, es algo que excede los límites este trabajo.
[10]
Más al cayo, diría que una golondrina no hace verano: veánse si no
el manido ejemplo de la Primera Ministra inglesa Margaret Thatcher, el
caso de la Primera Ministra polaca Hanna Suchoka, el de la Primera
Presidenta de Argentina, Isabelita Perón y /o en Nicaragua el más
debatido de Violeta Chamorro. A mi juicio, ninguna de ellas se
caracterizó durante su mandato por su simpatía por la liberación de
la mujer ni cosa que se le pareciera.
[11]
Ver los trabajos de Emilio de Ipola, en especial
Populismo e Ideología I, en Ideología y
discurso populista (1982,
pages 116-117), y E. Dore y J. Weeks, The Red and the Black. The
Sandinistas and the Nicaraguan Revolution (1992). Dentro de este
orden de ideas, el gobierno de la Unidad Popular en Chile puede ser
pensado como un ejemplo de populismo obrero, aunque usar este término
acuñado por de Ipola en el presente contexto es de mi exclusiva
responsabilidad.
[12]
No podemos entrar aquí en cómo se desarrolló el concepto de género,
que como se sabe, lleva ya mas de veinte años de discusión. En todo
caso, el género, al igual que la clase y la 'raza', se asume aquí
que fruto de una relación social históricamente constituida,
producto cultural y no fruto de la naturaleza y por tanto, factible de
ser cambiado. Más detalles en Zabaleta, 2000, Capítulo III.
[13]
Barbieri y Oliveira, 1991, pág 9.
[14] Idem.
[15] Ver Zabaleta, 1986.
[16] En esto, concuerdo con Milagros Palma, en el sentido de que como mujeres y feministas luchamos todas 'por llegar al reconocimiento de la autonomía individual en la dignidad humana, mas allá de las fronteras creadas entre los grupos con estrategias diferentes. Las mujeres no podrán superar sus divisiones sino suspendiéndolas, y volver hacia un pasado mítico o refugiarse en la feminidad, la exclusiva valoración de lo femenino'. Pero si queremos crecer, no creo que sea saludable siempre evitar los conflictos de grupo o personales, tender a superarlos de una manera colectiva es parte integral, en mi opinión, de lo que sin embargo esta mujer extraordinaria nos ha propuesto, esto es, ser sujetos de una 'lucha más global, política, para llegar a ser personas íntegras', (Palma 1994, pag 114).
[17]
Ver bibliografía..
[18]
'Comprobar que las mujeres latinoamericanas llevan la
iniciativa', como señala Palma que lo hacen algunos
investigadores,'no es una novedad. Ellas no tienen otras opciones'.
Ver Milagros Palma, 1994, pag 112-113.
[19]
Temáticas a la que dediqué uno de mis dos seminarios durante la
Conferencia Anual de la SLAS, Cambridge University, Abril 1999, (ver
SLAS Newsletter). Versiones de distintos enfoques se encuentran en
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Mira, A Sumar of Treatments of masculinities in Latin American
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[20]
Para orientarse, puede verse Frances Aparicio. "Así
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of Caliban, Caribbean Women in the Twentieth Century, Indiana
University Press/ LAB, Indiana- London,(1997:259-284)
[21] Ver Milagros Palma, El malinchismo o el lado femenino de la sociedad mestiza,en Simbólica de la feminidad, Quito, Abya-Yala, 1990, pág.13-40 [22]
Ver Zabaleta, 1999, el caso de Evita y de Diana.
[23]
A su vez, imágenes que almacenamos en nuestras mentes, nos impulsan
automáticamente a actuar de manera estereotipada, según Peter M.
Gollwitzer and John A. Bargh (eds.), The psychology of action:
linking cognition and motivation to behviour, Guildford Press,
1996.
[24]
Aquí se está haciendo referencia a la obra de teatro Death and The
Maiden, de Ariel Dorfman, estrenada en Londres en el Royal Court en
1991, como parte de un Congreso Internacional de Teatro. La excelente
escritora argentina Griselda Gambaro presentó también una obra a
dicho concurso; pero no lo ganó, a despecho del apoyo mayoritario de
la audiencia la noche en que la suya y la de Dorfman se estrenaron
consecutivamente. Típico de lo que le pasa a la obra escrita por
mujeres en un espacio administrado mayoritariamnte por hombres. La
de Gambaro fue una obra que se ajustaba al tiempo propuesto por el
jurado (20 minutos) y a los personajes solicitados (dos). Y rescataba
la dignidad seriedad de una mujer argentina, madre de una muchacha
secuestrada por las fuerzas
armadas y luego desaparecida, que se encuentra en un crucero marítimo
con un hombre de mediana edad, tal vez el torturador de la hija; este
sin saber eso, apela a los típicos recursos de seducción masculinos
para conquistarla. Ella, a pesar de su soledad, abomina la situación
y su digindada dignifica al público. Pero la obra que ganó el
concurso usó, en cambio y
sin respetar las reglas del mismo, , más de 90 minutos y tenía
tres personajes. La heroína chilena / latinoamericana de
Dorfman, magistralmente actuada por la actriz inglesa Juliet Stevenson,
era un dechado de ambigüedad
en política sexual, tal como lo había sido durante el gobierno de
Allende y como lo siguiera siendo durante la dictadura.: la obra
terminó con el torturador, la heroína y su marido, sentados los tres
juntos en la Opera de Santiago. Y los liberales, con Pinter y dama
Fraser, su esposa, fuéronse de pena. La autora de este trabajo estuvo
allí y gusta de testimoniarlo.(MZ) Otra referencia a lo mismo puede
encuentra en C. Boyle, 1992 ( ver bibliografía). [25]
Ver
Bibliografía. [26]
Este tema fue el centro de mi seminario en el 2do Congreso del CEISAL, y es objeto de dos libros que tengo en proceso de co-edición
con las Dras Brígida Pastor, Glasgow University, y Victoria Carpenter,
Hull University.
[27] Ver Bibliografía.
[28]
A esto me he referido en mi libro MRZabaleta, 2000. [29]
E Chaney, 1983:39.
[30]
Chaney explica en su libro que
utilizó descripciones provenientes de Talcott Parsons para calificar
los roles masculinos y femeninos actuales, que asignan a las mujeres
la tarea de criar y de dar afecto aun en sus cargos públicos, por
oposición a lo que se
espera de los hombres en dichos puestos: agresividad, autoritarismo y
orientación hacia el éxito (Chaney, 1983:38). De ello la autora
concluyó que las mujeres en Chile y Perú (en 1967 y 1972) estaban
abrumadora-mente de acuerdo con dicha versión del reparto del trabajo
político. Y luego, utilizando sólo una cita de la autobiografía de
Eva Perón fuera todo contexto histórico, afirmó: "Así Eva Perón,
que quizá haya sido la mujer más formidable que ha producido América
Latina, explicó su papel público en términos de las eternas tareas
femeninas de las mujeres" (Chaney, 1983, 39). En todo caso, yo no
pretendo negar aquí que muchas políticas latinoamericanas no tienen
verguenza de cumplir eficientemente y con regocijo también con la
tarea de ser madres, y que entre ellas se cuentan muchas feministas
(ver bib., por ej, M Zabaleta Hinrichsen, 1989:87) Ratificado también
por la Dra Diana Mulinari durante nuestro seminario en Salamanca. [31]
Paul Sweezy (que como Bobbye Suckle Ortiz) Review viajó Chile a
consecuencia de haber sido invitado por Allende como representante de
USA a la asunción del mando presidencial, en una conferencia de
prensa que tuvo lugar en Concepción y a la asistí con varios de mis
estudiantes de Economía Política de la Universidad local, reconoció
que el programa de la UP sólo contenía un embrión de medidas
socialistas (Concepción,1971).
[32]
Ver Plama, 1989
[33]
No tenemos espacio para referirnos a esto en profundidad, lo que
exigiría una ponencia aparte. Pero, a diferencia de quienes hablan de
un "despotismo de la izquierda masculina" como Mota lo hace
para la República Dominicana o cuando Chaney la cita (Mota,1980;
Chaney,1983:134), me inclino a pensar que ello puede ser fruto de la
propia ideología de estas autoras. Muchas veces no son solo los
hombres, sino también mujeres los sujetos inconscientes de ideologías
miopes a lo femenino. Ejemplos se encuentran incluso en testimonios de
dirigentas de izquierda muy lúcidas, mujeres indígenas, tales como
Domitila Barrios de Chungara; son prejuicios que se heredan de la
academia, o de los partidos. Hay por cierto investigadores, como los
Mattelarts, que consideraban también al feminismo como un arma del
imperialismo (ver Jaquette, 1980). Todo lo cual prueba, a mi juicio,
que no se trata de carencias biológicas derivadas del sexo o de la
etnia de cada cual, sino que ellas son parte constitutiva de gastados
discursos sexistas y racistas, machistas o hembristas, según los
casos, de la izquierda, tradicional o no. [34]
Por ejemplo, las actividades impulsadas en Passages: A Journal of
Transnational and Transcultural Studies, Dept. de Sociologia,
University of Massachusetts y/o por Women's International Studies
Europe( WISE); los resultados de las investigaciones de autoras como
Lourdes Torres, Ann Russo and Juanita Ramos; Mary Maynard and June
Purvis; Louise Morley, Val Walsh and Liz Stanley; y las nuevas prácticas
feministas o 'womanistas' nacidas en Cuba y otras latitudes. [35]
Ver Jaquette, 1980 [36]
Idem, pag 241. [37]
E Chaney 1980, 1983. [38]
Para más detalles, pueden verse Chaney 1993; Zabaleta 1993. [39]
Mattelart, 1980 [40]
Mattelart, 1985. [41]
Una idea que, por extensión, haría suponer que el estado del Chile
allendista era más femenino. Digna de discutir, pero el tiempo se nos
escapa de las manos, hoy. [42]
Mattelart, 1980:295. Valdría tal vez la pena pregun-tarle si sabe,
por ejemplo, cuantas mujeres no burguesas de Cuba en 1959, o en Chile
en 1970, pensaban que el estado no era casi exclusivamente una cosa de
hombres. Pero el ridículo no ayudaría a solucionar las cosas. [43]
M
Power, 1996. Es de esperar que Telma Kaplán, que estaba preparando un
libro sobre la mujer en la política en Chile, Argentina, España y
Sur Africa explore nuevos discursos, como se discutió en la
Universidad de Carolina del Norte, junio 1996. [44]
Chaney, 1983: 144. [45]
íd, pags 162-3. [46]
Jaquette, ob cit, 234. [47]
Jaquette, 1989, ob. cit. [48]
Mattelart, 1986: 109-110. [49]
Un intento de autoreflexión parecido al que propongo ha sido
realizado por la ex-militante brasilera Ruth Ribeiro de Lima, una síntesis
de cuyo trabajo doctoral ofrece en
Mulher:brasileira e guerrilheira, en Diálogos, número
especial destinado al género, Vol 4, No. 4, Universidade Estadual de
Maringá, (2000-203-220) [50]
No obstante, todo este trabajo se sigue deformando, ignorando y/o
mitificando. Veánse al efecto las poco informadas opiniones de
Francesa Miller, Latin American Women and the Search for Social
Justice, The University Press of New England, Hannover &
London, 1991; en especial, pág 185-6 adonde se refiere a este tema.
[51]
Zabaleta, 1971; Weinbaum, 1978; Suckle Ortiz,1985; Kay, 1987. [52]
Ob. Cit. [53]
Acerca del suicidio de una militante del MIR, una mujer francesa que
llegó casada con su marido a Chile, y que lo dejó cuando se convirtió
en pareja del líder más carismático que tuvo el MIR, Luciano Cruz,
que fuera encontrado muerto por asfixia en su departamento, y que ella
cometiera poco después de su entierro, sólo he oido comentar que
dejo una nota explicativa a la dirigencia nacional del MIR. Comunicación
personal de la autora, con Celeste Vergara, en Concepción. Recuerdo
también que mi propio intento de interpretación de la temática
sexual y la política fue desestimado por varios varones del
movimiento, aduciendo que podría’ poner en peligro muchas vidas que
serían factibles de ser reconocidas por sus affairs. [54]
M Molineux, 1985. Sobre esta su interesante propuesta nos hemos
extendido en Zabaleta 2000, y a ello refiero también a los lectores. [55]
Al momento del golpe, el 11 de septiembre de 1973, MZ era Profesora
Titular de TC , Sub-Directora del Departamento de Economía y
responsable de la Extensión Universitaria de la Escuela de Economía
y Administración, U. de Concepción, Concepción, Chile. Su hija
chilena Yanina tenía entonces 8 meses. [56]
La autora se desempeñaba voluntariamente - y por elección de
sus miembros- como Asesora de la JAP Comunal de la Pcia de Concepción,
representando a su propia JAP Zona Centro, en la que actuaba como co-presidenta,
a ambas había ayudado a fundar con otras mujeres y hombres de la
vecindad, pertenecientes o no a distintos partidos políticos de la
izquierda. [57]
Ver Castillo, 1994; Bunster, 1991. En sus excelentes trabajos Carmen y
Gimena describen muchas de las experiencias que sufrimos las
prisioneras políticas del regimen militar de de Chile. Una
perspectiva diametralmente opuesta a la Dorfman, por supuesto, como se
la puede imaginar con certeza. No conozco yo misma a una sola víctima,
aunque conozco a muchas de ellas, que expresara un deseo individual de
venganza sadista, ni contra los torturadores en particular, ni
siquiera contra Pinochet en general, del tipo que muestra el carácter
femenino de La muerte y la doncella. [58]
Barbieri y Oliveira, Ob Cit, pag 15. [59]
Para una revisión introductoria y también para una crítica más
comprensiva, puede verse Safa y Lebón, 1995. [60]
Safa y Lebón, 1995:383. [61]
Para una discusión acabada de las teorías más conocidas del
populismo latinoamericano y como ellas difieren de una interpretación
marxista y feminista, puede verse Zabaleta 1989, Chapter II.
[62]
La discusión acerca de cómo determinar los intereses genéricos
específicos, así como de su validez analítica, cae con todo fuera
de los márgenes de este trabajo. [63]
Pérdida del feto por hemorragias causadas por exceso de trabajo. [64]
Ver Molineux, 1985, para el caso de Nicaragua. [65]
Para detalles, veánse: Susana Checha y Martha Rosenberg, Aborto
Hospitalizado, Ed. El cielo por Asalto, y M. Rosenberg (ed.), Nuestros
Cuerpos, nuestras vidas, Foro por los Derechos Reproductivos,
Buenos Aires, 1997. [66]
Filmado en Nicaragua durante 1999, en venta desde 2000. [67]
Ver Frances Ceaver, Do men matter? New horizons in gender and
development, en INSIGHTS, Development Research, No 35, IDS,
Sussex University, Dec 2000 |
Dra. Marta Raquel Zabaleta© Londres, 2001
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