Crónicas de una libertad vigilada * |
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..en
mi cuarto quedó el sol y
una sonrisa de papel... Pipo
Pescador
Canción
de la fotografía
Buenos Aires, 1975 |
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1-
Como pata en charco ajeno
[1] El
patito ausente (13 de noviembre de 1976, Parque Palermo, Buenos Aires) Reteniendo la respiración, miré hacia atrás, pero con mucho más aprehensión esta vez. Desde el asiento delantero del auto, trataba de adivinar cual sería el destino del patito de Yanina, perdido ahora en Buenos Aires. Lo habíamos dejado solo, librado a su suerte en la ciudad del terror. Me sentía muy culpable. El animalito, sin embargo, caminaba muy rápidamente, casi como de costado. Tendría una ligera pizca de miedo, tal vez, pero lo disimulaba con un aire casi aristocrático, cual si desafiara al abandono con ofendido decoro. Al mismo tiempo, parecía como que se le hubieran alargado las patas. Que sus alitas amarillas y las plumitas negras le hubieran crecido, para impulsarlo directamente hacia el lago. Patito estaba, en suma, encarando con coraje y expectante, la libertad. Su futuro le daría miedo, sin duda, pero al mismo tiempo, le atraía. Todo se reducía, en el fondo, si el animal lo pensaba bien, a un problema filosófico: cómo sentirse entre iguales, cómo garantirse la sobrevivencia entre extraños. Patito era, además, joven y soltero, aunque nunca supimos de verdad su sexo, así que lo asumimos macho. Nobleza obliga: en el mundo latino respetamos la tradición patriarcal de nuestros antepasados, casi siempre ¿o no?... Tenía ante sí un porvenir desconocido, es verdad, pero también tendría ciertas opciones. ¿Y qué acerca de sentirse el Pato Nuevo, con angustias post-modernistas? ¡Ah!... Porque no es cosa tampoco de olvidarse que la libertad nos ofrece la chance de adquirir una nueva identidad. Algo así como quien diría una multiplicidad de facetas que no son necesariamente ni concéntricas, ni siempre complementarias. ¿Esquizofrenia? Más vale, incompatibilidad de las identidades esperadas y las verdaderas. Abismos entre el ser imaginado que habita en la fantasía y la aburrida realidad circundante. Ser o sentir, actuar o meditar. Ideas con frecuencia pujando una contra la otra (o las otras) en la ansiedad de la misma persona, en la antigua pugna de los discursos ideológicos por tratar de ejercer su propia dominación y hegemonía en un mundo marcado por la desigualdad social. Puja
ésta que, por suerte y definición, no puede sino que tener un carácter
transitorio, me decía, y me digo... Por ello, si se piensa en el exilio
positivamente. O sea, de acuerdo con la manera de pensar que está hoy de
moda, y si como lo afirma desde hace siglos el refranero español, “No
hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, alguien puede
incluso ganar al exilarse, asumiendo una nueva identidad. No todo, en
suma, será pérdida. Y para quienes aterrizamos contra nuestra voluntad
en países tan diferentes del nuestro, es primero y después de todo, una
disputa entre el ser y el estar, verbos del castellano que
para más mala pata se han resumido en la isla de mis encantos en el verbo
inglés ‘to be’. La lorita iletrada El exilio, así, me convirtió automáticamente y otra vez, pero ahora primero que nada, a los ojos de los nativos del Reino Unido, en esposa. Eso sería una prueba de fuego para mí. Había subido a ese avión en que iba a Europa casi a la fuerza, una mujer de clase media, bien alimentada y blanca, altamente calificada. Con el título ganado en buena ley cuando muy pequeña, de ‘Piquito de Oro’. O de Jesús Memoria, dados ambos por mi papá. ¿Sería que Juan Gaviota no estaba en sus estanterías? La lorita hablaba hasta por los codos, y ganaba todas las lides de la palabra, primero en la escuela secundaria, y luego en la universidad. Con el tiempo y con más diplomas, fui capaz de discutir en términos legales con altos oficiales del Ejército Argentino, inéditos procesos de cómo hacer aparecer con vida a un desaparecido político en 1976, sentando con cada uno de sus actos legales nuevos precedentes prácticos. Lo
hice sin ninguna cautela, tal como le había hecho cuando le escribí a J.
P. Sartre para que me introdujera a su miga y colega Simone de Beauvoir ,
en 1960, sin pensar siquiera si leerían ellos, o no, en
castellano, lo que les da además una
acabada idea de la insularidad de mi cultura, rosarina. Ni me importaba en
1976 que el país estaba bajo estado de sitio - como en 1943, 1955, 1962 y
1966-, y que la legalidad había sido suspendida por decreto de la nueva
Junta de Gobierno que gobernaba inconstitucionalmente, presidida por el
General del Ejército, Videla. Y siempre,
eso sí, con la misma mezcla de osadía y candidez que tipifica todas mis
actitud hacia las actividades nueva , me dispuse a encontrar al padre de
Yanina.[2] De personas (y lenguas) vivas o muertas Partí pues en mi primer viaje a Europa convencida del poder de mi palabra. No sabía que al aterrizar aquí me verían mas bien como a una analfabeta, sorda y muda, después de verme como a una esposa- sombra de un cuasi héroe, y hasta a veces, como una-pobre-pero-buena, mujer-madre. La triste poseedora de una lengua muerta. Un poco después de llegar al exilio en Glasgow, alguien me ‘descubrió’ y me trató como una persona-mujer, y como argentina-chilena. Y fue Jackie Roddick quien tradujo simultáneamente por cuatro horas, la entrevista que me pidió Spare Rib con motivo del Mundial de Fútbol del 1978, que se llevaba a cabo en Buenos Aires... De eso la revista pondría, sin embargo, apenas unas cincuenta o cien palabras en un rincón de una página. Ese sería uno de los tantos choques culturales que sufriría aqui en Europa, con representantes encumbradas del feminismo reciente: un lamentable ejemplo motherista tercemundista , quizás? Pero hubo además otra persona que también me fue reconociendo aunque muy lentamente, no sólo como a una persona-colega, sino también como a una mujer (aunque… esposa y madre), Mike González. Los socialistas varones siempre nos dan sorpresas, no todas buenas, especialmente los que han sido educados como él por padres franceses, o jesuitas, o madres irlandesas, o lo que sea que los hace tan, pero tan reprimidos. En fin...que Mike y Jackie, Jackie y Mike, me devolvieron una gran parte de la fe en mí misma, al turnarse para interpretar y/o traducir mis ideas al inglés. Ellos me prestaron sus palabras para expresar mi apoyo a los actos de solidaridad con los chilenos y los argentinos que estaban desaparecidos. En las fábricas de Glasgow y en los pubs de Edimburgo lo hizo Mike. Y en el hospital Queen’s Mother- cuando quedé embarazada- para explicar mis problemas reproductivos, y también cuando nació el bebé: Jackie. Para presentar la ‘Proposal’ de mi disertación de D.Phil en perfecto inglés escrito, en marzo de 1980: Mike. Para apoyar a las mujeres de Greeham Common y a las Madres de la Plaza de Mayo, Jackie. Para hablar en reuniones de mujeres escocesas, Jackie; para hablar en actos universitarios y en sindicatos alrededor de Escocia, Mike. Temas de roles genéricos? No,.. no es cierto. Coincidencia. El exilado: hombre, casado, padre de familia En el aeropuerto de Heathrow en noviembre de 1976, descubrí a otra persona: mi esposo. Había estado involuntariamente separada de él por cerca de los ocho meses que duró su prisión en Argentina, y nunca me había apercibido de que hablaba inglés. Pero esto iría a sellar una nueva dependencia de mí hacia él en el exilio. Por años fue él quien tuvo que hacerse cargo de las compras de la comida, primero en Glasgow y luego en Epping. Y eso creo que no lo hacía, precisamente, feliz. En Buenos Aires, como en Chile, en cambio, de esas ‘pequeñeces domésticas’ me ocupaba yo: que la mayor parte de las veces las encargaba y me las traían a domicilio, excepto mientras hubo desabastecimiento hasta los meses finales del gobierno de la Unidad Popular. De eso ya he hablado extensamente en otras partes, a raíz de mi intenso trabajo en las JPAS (Juntas de Abastecimiento y Precios) durante el gobierno de la Unidad Popular ( Chile, 1970-1973). Aquel día en Londres, al llegar a una nueva tierra, fue maravilloso ver avanzar a Alberto, libre al fin, hacia el subterráneo llevando a nuestra hija en brazos, sin esperar por la sillita con ruedas. Descubriendo inmediatamente el Norte, el Sur, y todo lo demás, en el mapa del metro de Londres. A mí, en cambio, entender eso me llevaría varios meses, si no años. Pero yo fui la que descubrí casi sin esfuerzo que aquello feo y negro era un taxi, no un coche de segunda mano de la familia real. Un resabio de mi infancia argentina: viajar en auto y con chofer me restituyó por unos minutos a la realidad de m infancia. Y eso me hizo sentir mas ‘protegida’. Las víctimas del terror estatal y la exclusión genérica, ideológica y sexual Me alegré cuando le vi: nos esperaba en el aeropuerto de llegada, Heathrow, un colega que representaba a CLACSO ( Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) y al WUS (World University Service). No obstante, aunque Eduardo Santos y yo habíamos arreglado y revisado juntos y antes de mi partida todos los detalles de la beca del WUS y del viaje de Alberto cuando éste estaba preso en Buenos Aires, E.S. no me había dicho que estaria aquí. Fue por tanto una gran sorpresa, aunque muy grata, el encontrarle allí. Pero él y Alberto Hinrichsen - fieles a su cultura masculina de clase media chilena – y para mi asombro, hablaron básicamente entre sí, durante las dos o tres veces que lo vimos al llegar. Cosas importantes serían, me dije. ¿Cosas de hombres? Ese fue el primero de muchos choques culturales que tendría con hombres de la izquierda chilena en el exilio, y lo que finalmente, sumado a las muchas divisiones internas de los grupos chilenos por razones de dogmatismo político, me condujera paulatinamente a dejar de socializar con la mayoría de los miembros dé las comunidades de refugiados chilenos exilados. Pero no sería el último golpe. Curiosamente, y por ejemplo, los refugiados chilenos hombres que estudiaban, como estudiaba yo en la Universidad de Sussex, como Roberto Pizarro y Eduardo Santos, el colega que nos esperó al llegar, no vinieron ni a las exposición de mi propuesta de tesis para el IDS (Institute of Development Studies): ‘cosas de mujeres’, decían con simpatía, y se sonreían con bondad. Felizmente dicha actitud contrastaba con la de dos mujeres chilenas refugiadas, que como ellos, y por ser chilenas, estudiaban también en el IDS. Ellas, Cristina Castillo y Angélica Gimpell, tenían, a diferencia mía, pequeñas becas del WUS , pero becas al fin. Y una de ellas me ayudó mucho: Angélica, a quien había ya conocido cuando estudiaba la maestría en ESCOLATINA ( Escuela Latinoamericana para Graduados), en Chile, adonde llegué desde Rosario para eso en marzo 1963 y me quede haciéndola hasta principios del 1965, cuando entre a trabajar en CELADE(Centro Latinoamericano de Demografía) de Naciones Unidas. En el Reino Unido, en suma, es entonces muy distinto el tratamiento recibido si se es hombre de si se es mujer, también cuando se es refugiado o refugiada. En nuestro caso, ‘la víctima’ era el Refugiado. Hacia él se volcaba absolutamente toda la atención de las ONG, (Organizaciones no Gubernamentales) de solidaridad, al igual que la de la policía, las oficinas del estado nacional y municipal, la de los partidos políticos y la de los funcionarios/as de la propia Universidad de Glasgow. A mí me ignoraban casi todas y todos, mi marido incluido; la excepción era nuestra pequeña hija Yanina Andrea, que tenía ya cuatro años, y que nunca se separaba de mí ni por un solo instante. Para ella yo sí era importante. La actitud de las personas trabajando en solidaridad era especialmente chocante, pues las actividades eran en su mayoría administradas casi exclusivamente por mujeres, y las había entre ellas muchas feministas. Estas, en turno, se quejaban con cierta frecuencia de la actitud machista de las mujeres chilenas refugiadas, entre las que se me incluía, si no me acuerdo mal. No obstante, y a mi juicio, claramente lo que ocurría hace treinta años atrás, era que los organismos de solidaridad estaban permeados por líneas políticas partidarias y no genéricas, al menos no una que no fuera estrictamente heterosexual y respetara la superioridad masculina...Las lesbianas solidarizaban bastante entre sí: en proporción inversa a lo que por entonces a mi éstas, dentro de la izquierda británica, todavía me ignoraban. Una cosa parecida ocurría en el organismo becario del refugiado de verdad, Alberto Hin richsen, o sea, en el WUS. Aunque yo misma le había tenido que conseguir allí una beca de Research Fellow por tres años, con la ayuda de grandes amigos de él y míos en Buenos Aires, y especialmente del Dr. Luis Weintein, de Alfredo Monza y de un ex profesor nuestro de cuando estudiamos los dos en Chile, y que estaba en Buenos Aires de Director de CLACSO (Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales), el abogado chileno Ricardo Lagos.[3] Pero es que, se me explicaba aquí en Londres, una y otra vez, no había en el WUS programa de becas para argentinos; bueno, y en especial, contestaba yo, cuando como yo, éramos argentinos … pero mujeres... porque para hombres argentino casi chilenos, dos excepciones, por lo menos... Y todos lo sabíamos…me alegro por ellos, aunque esto revele el machismo tradicional de la izquierda chilena. No obstante, entre los colegas de ambos sexos, nativos, brasileros, o refugiados chilenos que estaban alrededor del ILAS (Instituto de Estudios Latinoamericanos) de la Universidad de Glasgow, la situación era marginalmente un poquito mejor. Un 99% eran hombres, eso sí. Las mujeres brillábamos por la ausencia en los corredores del Instituto. No obstante, los hombres pronto me aceptaron como una de ellos, aunque el Instituto jamás me ofreció ni siquiera una mesa adonde trabajar y dejar mis libros, durante las largas horas en que esperaba allí para colectar a mi hijita del playgroup de la Universidad, para volver luego al Wolfson Hall de Residencia, en donde habitábamos, situado en el Garscube Estate. Pero hay excepciones, como se verá. Y como dice el dicho ‘no hay bien ni mal que dure cien años’. Yo creo que ayuda el hecho de poseer identidades facetadas (tales como la de ser estudiante, hija, profesional ,amiga, militante, madre, esposa, ama de casa, amante, investigadora, vecina, heterosexual, chilena, argentina, inglesa, atea, o lo que se sea). Pero se requiere estar siempre con la guardia alta, bastante alerta como para saltar de una posición a la otra como quien no quiere la cosa. Desde mi posición social subordinada de mujer miraba yo así mi nueva realidad genérica con anteojos de doble visión: con vidrios socialistas abajo y feministas arriba, y como ya es bastante sabido, casi nunca se mezclan para dar una mirada integradora. Al fin, encontré alguien precisamente dentro del WUS que se ocuparía de mí. Pauline Martín: eso pasó recién en 1980. Pero pasó. También en 1979 conocí a dos académicas inglesas y feministas que ayudaron a cambiar mi manera de pensar: la Dra. Kate Young, mi supervisora en el IDS, y Georgina Ashworth, Directora de CHANGE, que trabajaba en solidaridad con mujeres refugiadas de NU. Una identidad en transición
(Entre las 7.00 a.m. del 15 de noviembre en el Cuartel General de Coordinación de la Policía Federal, Buenos Aires, hasta el 16 de noviembre de 1976, 19.00 p.m., Holland Park Hotel, Londres) Pero ¿cómo ocurre eso de adquirir una nueva identidad al llegar al exilio, si una es mujer? Aunque tengamos ya una eficiente teoría de los géneros sociales, aunque recitemos de memoria el ABC del post-feminismo, y hasta con los ojos cerrados sepamos la teoría de los roles ¿qué nos pasa a las mujeres cuando queremos aplicar esas teorías? Si ni siquiera tenemos la palabra ‘sujeta’ en el idioma español.[4] O sea que si el pato de este cuento hubiera sido hembra, por ejemplo, su caso no habría cabido bien en este espacio, lo siento. Nos toca aun avanzar mucho en materia de discursos feministas y en el cómo hacerlos efectivos. En especial si siguen sin alterarse los sistemas que nos atrapan y definen, incluida la lengua materna. Y se mantienen las estructuras sociales y conductas individuales tradicionales, en términos de clase, raza y género. Sexualidades:
roles, estereotipos, identidades Aclaremos un poco lo que antes dijéramos, en parte al menos. Demos ejemplos. Ernesto Guevara Lynch de la Serna, argentino, nacido en 1928 en Rosario, hijo de una familia acomodada, cuando era todavía estudiante de medicina se fue por primera vez, en diciembre de 1951, a dar una vuelta por el continente americano. Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, USA( Miami). Tal cual lo hace tanta otra gente joven. Y desde que zarpó, como nos ocurre a todos los /las de Argentina, nos convertimos automáticamente afuera del país en un mismo grupo ciudadano: ‘los che’.[5] El Che volvió para partir de nuevo. Ya todos sabemos lo que convertiría a Ernesto Guevara en el CHE, el Guerrillero Heroico. Pero son menos los que recuerdan que en su segundo viaje, el Che pasó por Guatemala, adonde se enamoró de una peruana, con la que tuvo una hija. Que por la peruana dejó a su esposa argentina. Todos sabemos que luego en Cuba se enamoró de una cubana con la que tuvo hijos, y que después que se fue de Cuba nunca mas volvió al pago que nos vio nacer, al menos no con pasaporte bajo su verdadero nombre. Fue más vale al entrar en La Habana con las fuerzas de liberación que luchaban contra la dictadura militar de Batista, que en 1959, y luego de que vencieran las fuerzas del pueblo revolucionario en la decisiva batalla de Santa Clara, que nuestro joven compatriota se empezaría a convertir en el legendario Che Guevara. Un ejemplo del Hombre Nuevo cubano. Se afirmaba rotundamente hasta no hace mucho, que esta transición revolucionaria de las identidades de los hombres en Cuba, fue el resultado automático de la revolución comunista. Sin embargo, ese tipo de ‘hombre nuevo’, a juzgar por los que conocí, siempre me pareció más vale modelado un tanto a imagen y semejanza de un buen cristiano, a lo sumo, y muy poco nuevo. En el sentido de que, aunque el estado cubano cuando se hiciera comunista distara de explicarlo así, sin embargo en la práctica esperaba que el Hombre Nuevo no robara en la fábrica estatizada, ni matara ni explotara a un semejante, ni se emborrachara. Pero sí podía pegarle a la mujer y a sus hijos. Y podía, eso sí, fornicar cuanto quisiera, (y pudiera), con el otro sexo.[6] Una nueva moral proletaria, sin duda, pero que no involucraba nada de educación sexual, ni siquiera al nivel de la mera planificación familiar. Un discurso más vale machista, diría yo, pero sin ánimo de ofender a nadie, por favor. Pues claro está que en este esquema no habría una Mujer (totalmente) Nueva. Más bien, acorde con la ideología oficial de su Partido, los revolucionarios cubanos proclamaban que había que defender la sexualidad de las mujeres. Diría yo que esto estaba también aunque tácitamente, en acuerdo con el mandamiento cristiano que manda: ‘No desear a la mujer de tu prójimo’. ¿Por qué? Porque era el cubano entonces un pensamiento populista que se tornó en marxista. Y como tal, una de las propiedades en que se basa la explotación del trabajo en el sistema capitalista, no sería combatida, ni siquiera reconocida y denunciada. Me refiero, obviamente, a la apropiación gratuita del sexo femenino para el objeto reproductivo, de manera muy similar a la del valor de uso generado por el ama de casa, que no se planteaba como mereciendo una justa retribución por ambos trabajos. No es que quiera insinuar aquí que se podría comparar a las compañeras cubanas con los medios de producción tales como la tierra, los ríos, las herramientas y las fábricas, no. Solo es que hago memoria de lo que al menos decían (y de lo que no decían) los sectores de la izquierda chilena mas radicalizados, aun durante el gobierno socialista de la Unidad Popular (1970 –1973): que en Cuba la revolución había producido automáticamente la liberación femenina. Y su contrapartida, el Hombre Nuevo. Mientras algunas de nosotras, siendo feministas, en el refugio de nuestras conversaciones de mujeres militantes, nos preguntábamos por qué habrían eximido Marx, Engels y Trosky a las revoluciones del deber de quebrar para las mujeres y los hombres las barreras de una falsa virtud sexual, y con ello de haberlos privado del gozo de recuperar el auto control de sus cuerpos y sus mentes, y que propondría Allende, que era médico y masón, a más de ser amigo de Fidel Castro. Pues nada que ver, nos contestaban los izquierdistas más pacatos, es así, con esas ideas como el feminismo divide al proletariado, y le quita fuerza a la revolución. Contante y sonante. Pues vámosnos, con el Che Guevara, que decía públicamente defender a las mujeres, (una constante que no oculta la relativa debilidad genérica que se le atribuye entre cierta izquierda al supuesto ‘sexo débil’). Algo en común del ABC del pensamiento comunista y socialista en toda la América del Sur, del Norte y del Caribe, al igual que presente en el catolicismo y las derechas de todo tipo por entonces. Y para ello, pongámoslas a toditas juntas, a las mujeres, en el mismo pabellón durante los heroicos trabajos voluntarios en Cuba, o en las campañas de alfabetización. Y a los hombres, en el suyo.[7] Separados. El goce sexual seguiría siendo un tabú y practicado a escondidas, sería por que bajaría la productividad al cortar la caña de azúcar, por entonces columna vertebral de la economía cubana… Y no es porque se pensara que todas las mujeres eran lesbianas, y los hombres todos gay. Los gay iban directamente a las cárceles de corrección, como el mismo cuenta que le pasó hasta a Pablito Milanes. Y la mujer ‘normal’, era siempre considerada como propiedad de su ‘prójimo’ pero nunca lesbiana, por supuesto, si era revolucionaria. En el Chile, en la Cuba o en la Nicaragua socialistas los parámetros genéricos parecieron regidos con permiso tácito del Vaticano y en beneficio más vale de los hombres….[8] Digo esto con todo respeto, pues es una decisión táctica como cualquier otra: se trataba de juntar fuerzas…De lo que específicamente dijera el Che Guevara acerca de la Mujer Nueva, no me voy a ocupar aquí, aunque no sería muy largo de contar.[9] Mujer, nacida en 1919 o 1921 En común con su mencionado compatriota, también en el caso de Eva Duarte existe confusión acerca del día real de su nacimiento. Al igual que los padres del Che Guevara, la Che Evita trató de evitar que se supiera el pecado original bajo el cual había sido concebida (en ambos casos, los respectivos padres no estaban casados el día de la concepción del crío). Che argentina, también nacida en el interior, un poco mayor que Che Guevara, pero hembra, y que también muriera como aquel y Jesucristo, en la plenitud de su carrera política. Fue seguida en vida y es adorada aun hoy - como aquellos dos - también por las masas pobres, enfermas y desnutridas.[10] ¿Un ejemplo de Mujer Nueva, entonces? No, ¡qué herejía sería siquiera pensarlo! Como que se trata apenas ‘de una populista’, de esa Evita. Ni Eva ni Cristo conocieron personalmente al Che, es claro. Ni viceversa. En ninguna de sus muchas respectivas reencarnaciones, así que no creo que se traten de imitar. ¿Es eso de extrañar? Por supuesto que no. Cuando Ernesto se fue de Argentina (creo que la segunda vez alrededor de 1954), Evita la verdadera ya se había muerto, la pobre, a los 33 años edad. Pero la otra ‘Evita’, la que el mundo globalizado conoce, la del musical, todavía no había nacido en 1952. En todo caso, está encarnación artística de Eva Duarte está vivita y coleando, es inglesa, y surgió casi una década después del asesinato del Che, trágicamente ocurrido el 8 de octubre de 1967, en Bolivia. Históricamente, el Che Guevara tuvo mucho menos ver con la Che Evita que lo que le atribuyen los aparatos capitalistas de la industria del deseo, que venden los espejismos de la Cenicienta de las pampas que se convertiría- de acuerdo con esas versiones - vía la explotación sexual de los hombres argentinos, en Primera Dama de uno de entre los diez países por entonces más ricos del mundo. Pero sabemos que esta interpretación es una típica gringada, y como tal no puede sino que haber sido escrita, e interpretada, en un lenguaje ininteligible para la mayoría de los más leales admiradores de Evita: el inglés.[11] Y permítaseme que insista: claro que no podrían haberse conocido ni se interesaron en la vida real el uno por el otro, Evita y Ernesto, a pesar de que en la película basada en el musical Evita, el ‘Che’ la deteste. Nada se dice allí de que cuando eran jóvenes, Duarte era anarquista y Guevara era un chico de su mamá. Joven hijo de una familia burguesa de cierto abolengo y con propiedades de tierras, accedieron a la educación universitaria él y sus hermanos. O sea, que dos de los políticos más apasionantes de la Argentina durante el Siglo XX, no solo pertenecían a clases sociales totalmente diferentes, sino de intereses antagónicos. No creo por tanto que hubieran tenido ni manera, ni interés en conocerse. Evita no iba a los campos de otra gente sino que a ayudar a su madre a prepararles la comida a los otros obreros, ya a la edad de nueve años. Y en su generación no se discutía si estaba bien o mal que las ‘sirvientitas’ como ella fueran o no violadas, ni menos por quien. Cura, patrón o hijo de la familia, daba lo mismo. Las muchachas ‘están para eso’. [12] 2.Evita: virgen o puta: ¿una cuestión solamente de mujeres? Hombres necios que acusáis A la mujer sin razón Sin acordaros que sois ... Sor Juana Inés de la Cruz Latinoamericana, Siglo XVIII Mujer,
india y joven A mí misma me pasó asistir a un caso. O sea, a la tragedia de una de las chicas que trabajaba de sirvienta en la casa de al lado de la mía: cuando yo tendría unos seis o siete años, ella se suicidó. Mis padres no me explicaron nada y yo no sabía que quería decir morirse. Decidí entonces preguntárselo a Vera, la mucama de mi casa. Como la otra chica, era una joven india venida de Santiago del Estero, y las dos habían sido muy amigas. A diferencia mía, y a pesar de que tenían más del doble de mi edad, no les gustaba leer. Vera me explicó que el patrón de la otra chica la esperaba siempre detrás de las puertas. Y que cuando esa otra chica había ido un día a limpiar el baño en la otra casa adonde trabajaba antes, un hombre la agarró por detrás, y allí mismo él le había hecho un hijo. Parados se hacen los hijos, pregunté automáticamente. El pecado mortal no me fue explicado. Ni el suicidio, tampoco. Yo nunca fui sirvienta, como Evita. Y de la sexualidad del Che sé poco, claro, porque ni le conocí y porque poco – o nada- se ha escrito sobre ello. Pero en cambio de la de Evita se han ocupado directamente o indirectamente libros, más de una decena de películas, novelas, obras de teatro, y hasta se la ha usado a favor o en contra de campañas presidenciales. Pero es claro: el culto de la virginidad (de las mujeres) en el mundo latino ha hecho que ni al Che nadie haya propuesto (todavía) declararlo tan intachablemente puro como para pedirle al Papa que lo santifique el Vaticano. A Evita, en cambio sí le pedirían al Papa los seguidores que la santificara. Pero no pasó. Y eso fue así aunque y a pesar de que en su generación la consigna oficialista más en boga era: ‘Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino’, que era una de las ‘Veinte Verdades del Justicialismo’, que contenía el ABC del Justicialismo peronista, ideología a la que ayudó a crear y que apoyaba incondicionalmente Evita Perón. Y yo me pregunto: siendo mujer, joven y argentina, ¿ se habrá sentido Eva Duarte sentido igual que un argentino joven, nacido macho y un Guevara Lynch? ¿ Dilemas de la historia nacional? O tal vez, simplemente contradicciones al interior de la inmigración vasca que llegó a trabajar en la Argentina en el siglo XIX, de la cual ambos fueron dignos representantes. Cosas del género. Mujer, casada, madre Pato huérfano recién salido del cascarón en el campo, pero con un hermanita o hermanito (hembra o macho), lo llevaron a la ciudad. Allí pasó a una caja en donde esperó ser vendido, en las afueras de la estación de trenes de Retiro (ahora hecha famosa en el exterior por el film de Parker a la Madonna), y de allí pasó a estar en mi bolsa el día que los compré a los dos patitos. Eran tan pequeños que cabían en mis manos. Parecían más bien huevos peludos que con sus plumitas de un amarillo suave. Verlos me hizo olvidar del horror que había vivido esa misma tarde de sol dentro de las paredes del Palacio Presidencial. La famosa Casa Rosada, lugar del que Evita se convirtiera en vida en la única reina. Bueno, eso claro hasta que llegó la Madonna y convenció a Menem que le prestara el balcón para hacer la película.[13] Exilio
Yo,
aquella tarde 1976, iba caminando cabizbaja hacia el tren interurbano que
me llevaba a casa, adonde Silvia Ugalde estaba con Yanina. Y me sentía un
poco como ‘El Patito Feo’, uno de los cuentos más tristes que leí en mi
infancia. Había una vez una pata con siete patitos, todos amarillos y uno
negro y chiquito. |
Todos los patitos se fueron a nadar. El más chiquitito se quiso quedar. La madre enojada le quiso pegar. Y el pobre patito ¡se puso a llorar!... |
Patito
malo, ya vas a ver,/negrito y joven, que vas a hacer!/Te llaman el clandestino/ Por no tener papel
/Pato vago, clandestino /Terrorista, clandestino./Manu Chao,
terrorista.../Y para Bush y Blair /el premio Nóbel !... Volvía a casa. Una día más haciendo gestiones para que mi marido que estaba prisionero de la dictadura argentina quedara en libertad. Me habían interrogado una vez más en la oficina del Jefe de la Secretaría de Información Política de la Presidencia, adscripta al Ministerio del Interior. Este dependía directamente del General Videla, el Jefe de la Junta Militar que tomo el poder el 24 de marzo de 1976 , asi que mis interrogatorios sucedían en la Casa Rosada, o sea, el Palacio Presidencial, y, si no hubiera sido por el miedo, me hubiera sentido una Eva Perón.. Fue ese el día en que los dos patos campesinos pasaron a convertirse en patos casi burgueses. Pero hoy es otro día. Ahora me echan de mi país. Hoy, en cambio, de pato doméstico Patito pasará a convertirse en un pato salvaje. Todo un Pato Nuevo, digno de un cuento corto de Ibsen. Eso lo insinuaba su cuello demasiado alargado y empujado hacia delante como para llegar más rápido a alguna parte segura. Así lo traté de entender yo, y fue como si me tomara un cocktail hecho de pena, alivio, una tristeza que corta el pecho y un gran sentimiento de culpa que no deja respirar, como cuando me soltaron del campo de concentración en Chile: lloraba para mis adentros por la repentina ruptura de Patito con las condiciones materiales de su existencia – y por ende por el quiebre impuesto sobre su identidad que le había ayudado a disimular su antigua condición de pato de la calle, tal vez de conciencia proletaria. Reflexionaba así que volvería, que seríamos millones de patos salvajes. Volver. No sabía que perder(lo)todo era otra vez mi futuro, porque no aceptaba que ése su nuevo destino reflejaba el futuro que me esperaba a mí. Que eso era su exilio. Cantando
con mi pena/ llevaba mi condena/ y todo me pasaba/ ¿por
no llevar papel?... Espejo lleno de luces y de muchas sombras sería mi encuentro con la civilización del otro lado del Atlántico: la Europa de mis antepasados maternos y paternos. Y yo pensaba que... pero la conductora del auto en que retornábamos al piso que alquilábamos en el hermoso barrio de Belgrano R, una buena vecina, la Señora V. me hablaba muy nerviosamente, mientras me tocaba el brazo. Supongo que ella tampoco habrá resistido demasiado bien a la escena de la despedida del pato. Lo cierto es que me hablaba con un acento perentorio que me obligó a dejar de mirar para atrás, de despedirme sin palabras ni lágrimas de Patito. Me sentí moralmente obligada a concentrarme y tratar de escuchar lo que me decía. Pero me costó un mundo. Me pareció molesta. Como el pato, e igualmente sin una necesidad aparente, giraba ella su cuello como con un afán exagerado de querer abarcar todos los ángulos de ese enorme parque al mismo tiempo. ¿Tal vez sentiría también ella mucho miedo? Siempre existía en mí después del golpe en Chile esa persistente, no localizada, sensación de terror, ese pulsar agitado del corazón, esas ganas de huir muy rápido. Me sentía como si fuera culpable de un crimen que sabía que no había cometido. Es que entonces no necesitaba dormir para tener pesadillas: la vida era una pesadilla. Es el mismo miedo agazapado tan típico que siempre siento cuando ocurre un hecho de violencia. Cuando estoy en el Reino Unido cuando entra en guerra contra algún otro país, cuando bombardean Kosovo, casi como cuando era chica y Argentina decretaban el estado, especialmente si lo que gobernaba era una Junta de las Fuerzas Armadas. Por eso es que no puedo ver películas que hablen de la guerra atómica, ni puedo mirar noticias de muertes ni hecatombes naturales en la televisión. Ese miedo ha quedado para siempre como parte de una misma. No se puede sino que racionalizar. Exilada Llueve, no se sale. Es domingo y se está sola, no se sale. Se acaba la comida: se usa el Internet para pedirla: no se sale. La casa se convierte en el último, inexpugnable refugio, el retorno a la matriz materna donde una se zambulle en el agua de los sueños adonde navegan mis barquitos de papel. No ya hechos como antes en la cárcel, con el papel dorado que venía adentro de la caja de cigarrillos que me daba el Capitán H. Ya no fumo más pero aun espero al hombre que yo quiero, y ya no miro más si vienen a buscarme detrás de los visillos, porque no tengo visillos ni un gato de porcelana para que le maúlle al amor, ahora grito y él que llega, llega, suave, cansado a veces, arisco o montuno, otras, pero sí – si hasta con sus silencios me acaricia. Y salgo, eso sí, salgo a trabajar. La comunicación humana es lo único que aunque no cure al miedo, lo acorta, lo cansa, lo canaliza y lo pospone. Siempre hay después un mañana. Despierta, chico, despierta,/ mira que ya amaneció/ que la luna se ha escondido/ y mi amor no se apagó. Es
que, pesar de toda mi práctica, o mejor, por eso mismo - dado que llegué
a Inglaterra como argentina y esposa de un refugiado chileno de los
Naciones Unidas, y con apenas 39 años, habiendo sobrevivido ya como seis
golpes de estado y dictaduras militares- el 16 de noviembre de 1976,
cuando el Big Ben daba un cuarto para las cuarto, me asomé desde la
ventana del avión para ver Londres. Y le sonreí: pero al salir del avión
ya era de noche. Sentada en las escaleras de la gran casona, ella miraba
lejos, se encogía de hombros y decía: ‘Mañana será otro día’. Esa
escena final de ‘Lo que el viento se llevó’ en Hollywood technicolor
siempre me ha estimulado a no desmayar. La internalización de la desconfianza, contrapartida psicológica de los estados terroristas ¿Podría ser que acaso alguna policía secreta nos hubiera seguido, y pudiera interpretar al animal como un señuelo, y al nuestro como un acto subversivo, una señal convenida para dar comienzo a una operación terrorista? Se sentiría mi amiga también culpable, aterrorizada de estar haciendo algo malo, de haber caído en las trampas de la subversión; Pero... por qué esa mujer nos mira así desde el coche que nos pasa, ¿por qué, flor del jacarandá de mis amores tempranos, suspirabas vos también cuando te guiñé un ojo para no decirte hasta luego? La traición al patito pronto se traduciría, como puede verse, en pena por mí misma. Antecedentes
de identidades raciales y étnicas Pero no, tal vez no: ahora pienso que tal vez para ella, el animal que caminaba hacia el lago del parque de Palermo era apenas un inocente más. No un terrorista subversivo. Pero: ¿iría él adquiriendo automáticamente, conforme avanzaba hacia su nuevo desprotegido destino, la sensación de pertenecer en condición de total igualdad a su especie? A la etnia de los patos y patas amarillos con unas manchitas negras en la cabeza, como los dos patitos atorrantes que yo criaba en el canal que pasaba al lado de mi casa cuando tenía seis años. Allá en Bouquet, Provincia de Santa Fe. En
suma: esos patos sin abolengo ninguno, pero que son todos argentinos, che.
La pertenencia a una nación sin razas otra que la blanca o, perdón, la
identidad de los patos de etnia amarilla la proveería, me imaginaba yo,
el sabor y el olor del agua, dado que era cosas de patos, no como a mí.
Que cuando era una nena sola jugando en el gran parque de mi casa ubicada
en la cañada del Río San Antonio, o en las chacras de los vecinos, o en
los campos de mis tías y tíos, en suma, en aquella plana, pacífica,
bella y noble tierra del Litoral Santafecino, adquirí mi identidad
espacial por el color que tenían los girasoles y el lino de mi pago: una
identidad giratoria color de sol. *
Páginas iniciales de mi libro inédito de pseudo memorias : Dulce
de leche. ** Agradecimientos: Mi profundo reconocimiento a quienes me ayudaron a develar ciertas verdades ocultas en mi memoria y mostrarles a medias en estas páginas que siguen, y porque de ellos habré de nacer. A mi hija Yanina por su interés en leerlas, su enorme entusiasmo por entenderlas y por su apoyo todos los díasl Como muchas cosas en mi vida, sin ella no las hubiera escrito, pero por y para ella sí lo pude hacer. A mi hijo Tomás, por convencerme desde lejos, (Menorca), que debía darle prioridad a este trabajo por sobre todo los otros. A las médicas y médicos de The Limes Medical Centre, especialmente al Dr Ashford que viene escuchando los efectos de estas historias desde 1984 en adelante en mi pobre cuerpo somatizado, y ayudándome a superarlos y a crecer con ellos. A Brenda Clowes sin cuya enorme generosidad, exquisito ejemplo personal y consejos tan tiernos como sabios, no hubiera podido ni siquiera intentar escribirlas: es esta una escritura un tanto dolorosa. A CARA (Council for Assissting Refugee Academics) por proponer mi nombre como ejemplo de mujer refugiada, en mi calidad de ex becaria de la institución del cual naciera, la Society for the Protection of Science and Learning of the UK. Muchas gracias a Lucia y Carlos Héctor, Marina y Jimmy, Graciela Guilis y Pablo Gutman -en cuya casa de entonces, abril de 1976, Alberto-mi ex marido- pasó la última noche antes de que lo secuestraran, y a las/os lejanas /os, pero no por ello virtuales, Alfredo, Judith, Nela, Gladis, Andres, Sonia, Nessa, Ri, Carlitos the Second, Pedrito de Yorkito, Consuelo, Katerina, Haydee, Pepe, Traful, Myriam, Carlos Omar, entre otras/os , que saben bien cuánto les debo. A Claudia Hasenbegovic, por su pasión; a sus colegas Sally Coves, Andrea Sorrel y a Pat, por haberme defendido en las cortes, cuando pedí el divorcio. ¿Y a quién más sino a mi más Querido Amigo? Para vos, gaucho, todas las Gracias... ©Marta Zabaleta, Londres, 2007
Referencias:
[1]
Para explorar la teoría detrás de la presente interpretación de lo
que es sentirse extraña, puede
verse el estimulante trabajo de Sarah Ahmed, Strange Encounters.
Embodied others in post– coloniality,
Routledge, (London, USA and Canada: 2000). [2] En el Consulado de Rosario, adonde yo vivía por entonces antes y después de la muerte de mi mama, el 7 de mayo de 1960, no tenían la dirección de la escritora a francesa, pero me dieron la de Sartre, en París. Lo que yo quería era discutir con ella su concepción del amor de tres en La invitada, que por supuesto no pensaba leer, resultado de un bloqueo producido por la muerte repentina de Catalina Gerlo Galesi de Zabaleta, con la que siempre discutía ideológicas. Muerta ella, no tenía a quien plantearle mis divergencias en un tono fraterno y feminista. No obstante la ignorancia provinciana, seis meses después la misma Simone me contestó, como lo hacía al parecer con todo quien le escribía. Y me escribió en francés, idioma que yo no sabía (“Así son de impulsivas las mujeres”, fue el único comentario que se dignó hacer mi señor padre, machista de buena cepa, acorde con su otro lema cuando yo manejaba y estábamos en la ruta: “ Debe ser mujer la que maneja el auto de adelante, por eso maneja tan mal ”). Y Ali siguiendo… [3] Ahora Ricardo Lagos es Presidente de Chile.(al momento de escribir este ensayo ) [4]
Ver Elena Urrutia, Lenguaje y discriminación, FEM México,
Wire, New York, 1978; A. Foppa, Lo que dice el diccionario, ídem;
Álvaro García Meseguer, ¿ Es sexista la lengua española? Una
investigación sobre el género gramatical, Paidós, Barcelona,
Buenos Aires, México, 1996; CLare Mar-Molinero, The Spanish
Speaking World. A
practical introduction to
sociolinguistic issues, Routledge, USA and Canada, 1997. [5]
¡Che! es una expresión que se emplea para llamar la atención de una
persona, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua. Pero en Argentina, se le da un sentido amistoso, y sus
significados y orígenes son objeto de controversia. Ver por
ejemplo. Che
Guevara, The Motorcycle Diaries, A Journey Around South America,
Fourth Estate, London, 1995, Footnote 13. [6] Ver la película “De Cierta manera”,Cuba 1974, 79 minutos, dirigida por Sara Gómez y editada después de su temprana muerte por Gutiérrez Alea, en donde la primera mujer negra directora de cine en Cuba denuncia hasta el machismo del hombre negro y socialista de la isla.. [7] Informe personal de la exilada chilena Marta Fuentes de Frank (fallecida). [8] Monica Escudero,’ Why aren’t your nails polished? The Paradoxes of Woman and Socialism in Cuba’, en Revista del CESLA, 2/2001, Universidad de Varsovia, págs.129-149; Maxine Molineux, The Politics of Abortion in Nicaragua: Revolutionary Pragmatism –or Feminism in them Realm of Necessity?, Feminist Review, N 29 Spring 1988. 114-132. [9] Si se me disculpa que como prueba basta un botón, tomo como ejemplo el diario del Che en Bolivia. [10] Para más detalles, puede consultarse Marta Raquel Zabaleta, Feminine Stereotypes and Roles in Theory and Practice in Argentina Before and After the First Lady Eva Perón, The Edwin Mellen Press, (Lewiston, Queenston and Lampeter : 2000), pp. 338-339; El mito de Eva Perón, London Radio Service, 28 diciembre de 2001, entrevista a M. Zabaleta en Canning House, Londres.. [11] Para detalles, ver capitulo Once: Epilogue, en M Zabaleta, 2000, obra citada. [12] El propio joven Ernesto provee de varios ejemplos al respecto. Al decir de un primo suyo, tenía la costumbre de practicar el sexo a secas y rápidamente con las mucamas, en un caso arriba de la mesa de la cocina y a espaldas de su tía, que para prevenir situaciones de ese tipo, encerraba con llave a la muchacha todos las noches Para más detalles, véanse Jon Leen Anderson, Che Guevara, a Revolutionary Life, QPD. London, 1997, págs. 47, 73 y 87. [13] Alan Parker, el director inglés de la película ‘Evita’ en cuyo rol actuaba la americana Madonna quería usar el balcón desde el cual Eva Duarte había mantenido un célebre diálogo con millones de personas. He ahí el dilema femenino. Y así se dio la confraternidad musulmana (Menen, Presidente de la Argentina convertido al catolicismo por necesidades de estado; y los otros dos, Parker y Madonna. Como quien diría, en época de liberalismo globalizado, ‘entre bueyes no hay cornada’, como bien afirma el refrán aunque yo juraría que el Presidente Bush piensa diferente). |
©Marta Zabaleta, Londres, 2007
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