Aproximación histórico - lógica a la antinomia cuantitativo- cualitativo como problema filosófico epistemológico. |
Introducción Al hablar de la antinomia cuantitativo-
cualitativo nos encontramos frente a un problema de carácter epistemológico
acerca del conocimiento científico y el acceso a éste, así como también
en un sentido mas general y cosmovisivo aun ante un problema filosófico
porque es un debate que nace desde los inicios de la civilización
occidental y se pr. Sentó casi desde sus orígenes con posiciones antinómicas
olvidando los entrecruces e
interjuegos dialécticos que suelen establecerse en los complejos fenómenos
naturales y sociales. En una perspectiva clásica y bien general
es preciso considerar que el
conocimiento científico pretende superar al “sentido común”,
buscando y generando justificaciones fundadas, argumentadas y razonadas
que superen las intersubjetividades, de modo que sea aceptado más allá
del sujeto que las presenta, idea que tiene no obstante muchos matices y a
la que nos podremos contraponer en las actuales condiciones científicas
en que se interconectan y relativizan los saberes y se asume con relieve
el papel de la subjetividad en el proceso de construcción del
conocimiento. Al abordar
sintéticamente la polémica cuantitativo- cualitativo es preciso,
realizar un breve recorrido histórico, el cual nos permitirá
comprender como nace desde los griegos la idea de la contraposición entre
ambos enfoques, para terminar en una reflexión de la polémica entre lo
cuantitativo y lo cualitativo en la investigación científica, ya que
tras este debate hay algo mas que meras conductas investigativas porque
aceptamos a diferencia de los
positivistas que la ciencia no es neutral, ni ahistórica, sino que se
encuentra profundamente imbricada en la cultura. Establecer las rutas de
la polémica es el propósito central del presente trabajo. Desarrollo En Grecia
la polémica entre lo cualitativo y lo cuantitativo se vinculaba
con los distintos planteamientos de Platón y Aristóteles. Platón, en su
posición formalista e idealista, promovía sustituir la naturaleza misma
por las matemáticas, sentando las bases de la matematización y de la
medida, así como la conexión de ambas con una pura dimensión sincrónica
de las cosas, siempre en reposo. Por su lado Aristóteles, contrariamente,
defendía una aproximación a la naturaleza empírica -empireia,
como trato directo con las cosas-, analógica y sensible. Su posición se
adscribe más a una perspectiva cualitativa. En la física
aristotélica, las «cualidades» son propiamente los principios activos
-lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco- que, uniéndose por pares
no contradictorios dan origen a los cuatro elementos de Empédocles; el
intercambio de estas cualidades fundamentales explica la transformación
de los elementos entre sí, mientras que la combinación de los elementos
da origen a la variación de la naturaleza. La física aristotélica es
precisamente cualitativa, porque se basa en la combinación de las
cualidades, las mencionadas y otras menos fundamentales, como son los
opuestos cualitativos duro-blando, denso-raro,[1]
Unida al
concepto de cualidad (del latín qualitas, correspondiente al griego
B@4`J0H, poiótes) expresa, en Aristóteles, las dos categorías de mayor
importancia, tras la de sustancia: las cosas son, ante todo, -dice la
tradición escolástica- un quid, un quale y un quantum [un qué, un cual
y un cuanto]. EPIST. A la
cantidad se la ha considerado también la dimensión medible del mundo
material. La filosofía y la ciencia griegas ignoraron en principio este
aspecto del mundo que la ciencia moderna, a partir del s. XVII, intenta
expresar en fórmulas matemáticas. Se ha considerado que este vacío de
formulación cuantitativa es una de las características del pensamiento
griego: un «límite impuesto a la ciencia griega» (S. Sambursky). Así
como los griegos ignoraron la experimentación y el uso de instrumentos,
ignoraron también la medición y la formulación cuantitativas. Para Aristóteles,
es una de las categorías fundamentales en que puede clasificarse todo
cuanto existe: posee cantidad aquello que es divisible, y lo divisible
puede ser discreto, esto es, divisible en una pluralidad, o continuo, esto
es, magnitud; tiempo y movimiento son divisibles como magnitudes, ya que
el movimiento está en las cosas y el tiempo es el movimiento medido. Un segundo
momento estaría situado en la Baja Edad Media y estrechamente vinculado a
la aceptación del cero y el vacío, junto al surgimiento de la burguesía.
El cero y el vacío proporcionaban una posibilidad de matematización de
la naturaleza y de invertir el orden de su estudio. Si en la Grecia clásica
primero era el abordaje sensible, cualitativo de la naturaleza, y
posteriormente su matematización, en la Baja Edad Media esto
se invierte, pasando a ser la cuantificación de la naturaleza la
primera instancia. La escolástica
mantiene la idea aristotélica de que la cantidad es un accidente de la
sustancia, de modo que sobreviene directamente a ella mientras que las
cualidades sensibles, o propiedades, sobrevienen a la cantidad; A finales de
la Edad Media (s. XIV), aparecen los primeros intentos de medir
cuantitativamente las variaciones intensivas de las cualidades por parte
de los escolásticos de Oxford William Heytesbury, Richard Swineshead y
John de Dumbleton; se comienzan a dar, de esta maneras, los primeros pasos
hacia una aplicación de las matemáticas a la física, que es la actitud
que dará origen a la ciencia moderna.[2] La llamada «vieja
física del sentido común» de Aristóteles, que sólo llega a relacionar
de manera imprecisa velocidad con espacio, tiempo, fuerza y resistencia,
es eminentemente cualitativa. Arquímedes representa un caso aislado de
formulación de leyes estáticas. Tras algunos indecisos intentos de
expresar cuantitativamente algunos aspectos de la naturaleza hechos por
algunos de los llamados «antecesores medievales de Galileo», como los
calculatores medievales del Merton College, de Oxford, y Nicolás de
Oresme, de la universidad de París, el aspecto cuantitativo de la
realidad no se mide propiamente hasta la formulación de las leyes del
movimiento hecha por Galileo; desde entonces, el tiempo es una magnitud
matemática. Desde entonces también, los conceptos fundamentales de las
ciencias de la naturaleza, en principio la física, cuantitativamente
definidos, son los pilares sobre los que descansa el conocimiento de la
naturaleza. La tercera
etapa de la polémica se encuentra en
la modernidad, la lucha se
establece entre Newton y Leibniz. Con Newton se matematiza plenamente
la naturaleza, juntamente con el desprendimiento de una visión teocrática
de la misma. Por su lado, Leibniz defiende una naturaleza cualitativa, no
vacía y sí diferenciada. El cuarto
momento se vincula con
el surgimiento del método experimental,
con Boyle y
la realización de los primeros instrumentos y experimentos de laboratorio.
El desarrollo de la tecnología experimental habilita la creación de
naturaleza, se trasciende el debate discursivo y se empieza a producir
naturaleza "vacía”. Las disensiones surgen entre el "plenismo"
y la posibilidad del vacío. Por su lado, Hobbes defiende la existencia de
un espacio cualitativo, llano y sensible, y presto a demostrarse matemáticamente
sin ayudas exteriores. En este momento, con el desarrollo de los
experimentos de laboratorio, se engendra una metodología cuantitativa que
posibilita el control de los hechos. El quinto
momento se vincula al desarrollo de la Filosofía Clásica Alemana y al
marxismo, particularmente con Hegel, Marx y Engels. En el primero de modo
especulativo, como era su sistema en general, superar la antinomia
racionalismo – empirismo, problema central en la revelación de la
esencia de la relación cuantitativo – cualitativo. En el marxismo, como
filosofía de la praxis y la subjetividad, se logra asumir lo cuantitativo
y lo cualitativo, como dos momentos inseparables, en tanto expresan dos
aristas mismas de la realidad existente, que en su devenir real, se
convierten mutuamente, a través de la praxis. En su teoría
del ser, Hegel define la cantidad como la calidad superada, estableciendo
así su unidad en la medida[3].
Para él, “la cantidad es el puro ser en quien la determinación es
puesta, no ya como una con el ser mismo, sino como superada e
indiferente”.[4] Con un
lenguaje rebuscado y especulativo, el clásico alemán, logra fijar la
unidad de los momentos cuantitativo y cualitativo, en su perenne devenir.
Sencillamente, “esta exterioridad del cuanto en su determinación,
determinabilidad en sí mismo, constituye su cualidad; en esta
exterioridad es precisamente lo que es y está en relación consigo mismo.
En él se hallan reunidos la exterioridad, es decir, lo cuantitativo y el
ser para si; es decir, lo cualitativo. El cuanto, puesto así en sí
mismo, es la relación cuantitativa; determinabilidad, la cual tanto es un
cuanto inmediato, el exponente, como la mediación; esto es, la referencia
de un cuanto a otro; los dos lados de la relación que no valen por su
valor inmediato, sino cuyo valor reside sólo en tal relación”[5].
Como maestro
de la dialéctica que reconoce el valor de la comprensión de la realidad
como esencia contradictoria en sí misma y en su devenir progresivo,
para Hegel, “los lados de la relación son aun cuantos
inmediatos, y la determinación cualitativa y la cuantitativa de los unos
y de los otros es aún extrínseca[6].’
Pero según su verdad; es decir, en cuanto lo cuantitativo es a la vez
referencia a sí mismo en su exterioridad, o que el ser por si y la
indiferencia de la determinabilidad están reunidos, tenemos la medida”[7]. Por
su parte, tanto Marx como Engels hacen aportaciones sustantivas en el
discernimiento de la unidad dialéctica cuantitativo – cualitativo,
sobre la base de las reflexiones profundas de Hegel. En la obra de Marx,
particularmente en El capital, se muestra la conversión recíproca de
ambos contrarios (lo cuantitativo y lo cualitativo), y en “dialéctica
de la naturaleza” y Anti – Düiring, Engels hace gala de la comprensión
dialéctica de dicho problema, siguiendo la propia lógica de Marx.
“Pero, como la producción capitalista – señala Engels, siguiendo la
lógica de Marx - no persigue como objetivo la mera subsistencia, sino el
incremento de la riqueza, no bastará que se den esos elementos para que
nuestro empresario, con sus dos obreros, sea ya un capitalista. Para poder
vivir el doble de bien que un obrero corriente y volver a transformar,
además, en capital la mitad de la plusvalía producida, tendría, que
ocupar a ocho obreros, y por tanto, poseer el cuádruple de la suma de
valor que necesitara para ocupar a dos. Sólo después de sentar estas
condiciones y en relación con otras deducciones encaminadas a ilustrar y
fundamentar el hecho de que no basta una suma cualquiera pequeña de valor
para convertirse en capital, sino que para ello todo período de
desarrollo y toda rama de industria tiene su determinado límite / mínimo,
apunta Marx[8]: “Aquí, como en las
ciencias naturales, se confirma la exactitud de aquella ley descubierta
por Hegel en su Lógica, según
la cual, al llegar a un cierto punto los cambios
puramente cuantitativos se truecan en diferencias cualitativas”[9].
Se
nota una exposición excelente, en cuanto
a profundidad se refiere, sobre la unidad dialéctica entre lo
cuantitativo y lo cualitativo, y
su unidad superadora de los contrarios, en su devenir dialéctico, a través
del límite, la medida. Una ley (transformación de los cambios
cuantitativos a cualitativos, y viceversa) presente en la realidad con carácter
universal. “Más
arriba, - escribe Engels, criticando
Düiring - al examinar la esquemática del mundo, veíamos que al
señor Dühring le había pasado con esta línea nodal hegeliana de las
relaciones de medidas, en la que, en ciertos puntos las transformaciones
cuantitativas se truecan de pronto en saltos cualitativos, la pequeña
desgracia de haberla reconocido y aplicado en un momento de debilidad. Y
citábamos uno de los ejemplos más conocidos: el de la transformación de
los estados de agregación del agua, que, bajo la presión normal del
aire, al llegar a los 0° C, se convierte de cuerpo líquido en cuerpo sólido,
y a los 100° C de líquido en gaseoso, caso que demuestra cómo, al
llegar a estos dos puntos decisivos, un simple cambio cuantitativo de
temperatura provoca una transformación cualitativa en el agua. Cientos
de hechos de éstos, tomados de la naturaleza y de la sociedad humana,
podríamos aducir en demostración de esta ley. Así por ejemplo, en
‘‘El Capital’’ de Marx, toda la sección cuarta que trata de la
producción de la plusvalía relativa en el campo de la cooperación, la
división del trabajo y la manufactura, la maquinaria y la gran industria,
contiene un sinnúmero de casos en que los cambios cuantitativos
transforman la calidad, y los cambios cualitativos hacen cambiar la
cantidad de las cosas de que se trata y en que, por tanto, para emplear el
giro que tanto odia el señor Düiring, la cantidad se trueca en calidad,
y viceversa”[10]
También en el
quinto momento se estudia la
racionalización y formalización de lo social, con
Max Weber, con la fundación de la sociología como disciplina que
pretende entender y explicar la acción social como conducta humana con un
sentido subjetivo. Aunque algunos autores expresan que
Max Weber puede considerarse como
uno de los fundadores de la perspectiva cuantitativista en ciencias
sociales, ya que para él la evidencia se alcanza a través de lo
racional, o sea de la lógica y la matemática, el problema no es tan
simple y paradójicamente ya este filosofo comienza a apreciar las
posibilidades de convergencia. En contradicción con Diltehy Weber no creía
que la referencia a significados y valores
por parte de las ciencias sociales o culturales las colocara en una
clase diferente de aquellas ciencias que establecen relaciones causales. A
diferencia de Rickert, no colocaba a la ciencia natural y a las ciencias
sociales en campos opuestos
en cuanto a su objetivo final, pues estas últimas pueden alcanzar un tipo
de explicación de causas probabilísticas y con la búsqueda
de tipos ideales: “la filosofía de Weber debe entenderse en términos
de las relaciones que establece entre historia y sociología y del intento
de llevar a cabo una aproximación entre
el conocimiento ideográfico y el conocimiento nomotético, buscado por
las ciencias naturales. En tal intento ocupan un lugar central en su teoría
los conceptos de Verstehen,
tipo ideal imputación
causal”. . [11] Queda planteada así, a partir de esta síntesis, el desarrollo de las dos perspectivas que, a la luz de ciertos cambios en el seno de las ciencias, fundamentalmente la física, retoman en los últimos años su polémica. En la física aristotélica, las «cualidades» son propiamente los principios activos -lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco- que, uniéndose por pares no contradictorios dan origen a los cuatro elementos de Empédocles; el intercambio de estas cualidades fundamentales explica la transformación de los elementos entre sí, mientras que la combinación de los elementos da origen a la variación de la naturaleza. La física aristotélica es precisamente cualitativa, porque se basa en la combinación de las cualidades, las mencionadas y otras menos fundamentales, como son los opuestos cualitativos duro-blando, denso-raro, entre otros. A finales de la Edad Media (s. XIV), aparecen los primeros La
nueva física de la revolución científica (s. XVII), que se fundamenta
en una teoría corpuscular de la materia y que se remite a la antigua
tradición atomista de los griegos, relega a un segundo término la teoría
de las cualidades aristotélicas, que entiende como formas sustanciales o
accidentales, y por lo mismo como cualidades ocultas, dando primacía a
una interpretación mecanicista de las propiedades de los cuerpos. Desde
Demócrito, se distingue entre cualidades primarias y secundarias, a las
que se considera, correlativamente, objetivas y subjetivas. Tanto
Galileo como Descartes comparten la idea de que las cualidades de un
cuerpo se explican por acción de la materia en movimiento y en ambos
cobran mayor importancia las cualidades primarias,
no inmediatamente
perceptibles y ni directamente experimentable, y ser sobre todo cualidades
cuantificables susceptibles de ser medidas (forma, tamaño, situación en
el espacio y en el tiempo, movimiento. Las directamente perceptibles por
los sentidos: color, sabor, calor, sonido,
son, desde el punto de vista de la ciencia, escasamente Importantes
y de valor subjetivo; puros nombres, sostiene Galileo. Descartes afirmará
la existencia de una sola cualidad primaria, la extensión, a la cual se
reduce cualquier otra cualidad, cuyo origen no es más que la materia
extensa en movimiento. Newton mantiene como cualidades primarias la
solidez, la masa, la dureza, la impenetrabilidad y el movimiento, como
cualidades propias de los átomos y de los cuerpos; las demás cualidades
(secundarias) son reacciones de las propiedades primeras de los átomos
entre sí o de los cuerpos entre sí. La filosofía empirista consagra por
obra de Locke la distinción de las cualidades en primarias y secundarias;
el fenomenismo de Berkeley elimina de raíz tal distinción identificando
toda propiedad de los cuerpos con las sensaciones subjetivas. La
filosofía trascendental kantiana cambia
la perspectiva de lo que es objetivo y subjetivo por la de lo que es
trascendental y constitutivo a priori de conocimiento, sintético, por lo
que decrece el interés por la distinción entre cualidades primarias y
secundarias. La cualidad es en Kant una de las doce categorías, la que
justamente se refiere a la posibilidad de percibir cosas fenoménicamente
reales: todo lo percibido ha de tener necesariamente una magnitud
intensiva, un grado. No puede
ser percibida ninguna cualidad de grado cero, o intensivamente nula ya que sería la nada, la negación y
no una realidad. En
la filosofía de la ciencia actual se habla de cualidades intensivas y
cualidades extensivas, nociones que corresponden normalmente a lo que se
llama cualidad y cantidad. Se prefiere hablar de propiedades de las cosas,
que se nombran con conceptos clasificatorios y comparativos, pero sobre
todo con los conceptos cuantitativos o mediciones.[12] Así
pues, podemos apreciar que desde la antigüedad ha existido la polémica
entre los racionalistas y los idealistas; entre los que creen sólo en lo
que ven y pueden tocar y los que creen en las verdades absolutas por medio
de la fe, lo cual es uno de los sustentos filosóficos de la polémica
cuantitativo- cualitativo cuando se
asocia mecánicamente lo cuantitativo con la objetividad y lo cualitativo
con la subjetividad. La
cuestión se plantea históricamente, de acuerdo con varios autores (Gutiérrez,
1996), en la disyuntiva de si las ciencias sociales pueden o no tomar
prestada la metodología de las denominadas ciencias naturales y
utilizarlas para investigar el mundo social y humano. El grupo
identificado como positivista (algunos de cuyos más distinguidos
representantes son Comte, Mill y Durkheim) supone que sí, y trabajan
dentro de la forma empirista establecida por Newton y Locke. El
grupo idealista (representado
por Dilthey, Rickert y Weber, entre otros) encontraron una filosofía
particular a partir de la tradición kantiana. Dilthey,
en particular, sostenía que en los estudios de las ciencias sociales es
imposible separar el pensamiento de las emociones, la subjetividad y
los valores son válidos y deben reflejarse en la forma en la que
abordamos la investigación en estos campos. La complejidad del mundo
social presenta cambios constantemente y es imposible establecer leyes
similares a las existentes en las ciencias naturales parece ser un
consenso bastante aceptado en la práctica investigativa y en el interior
mismo de la polémica paradigmática cuantitativo cualitativo. En la historia
del problema , en su génesis misma apreciamos que se enfocaba
lo cuantitativo y lo cualitativo en una misma posición, pero, no
podemos dejar de afirmar que con el influjo de la filosofía
positiva, y la separación de
las ciencias de la filosofía como ciencia de las ciencias, se comienza
indefectiblemente a identificar lo científico
como lo cuantitativo, en la medida en que era objetivo a histórico
y atemporal y no se reconocía su
vinculación con la subjetividad del investigador. Así, el
paradigma cuantitativo, como hemos visto, es de larga tradición
en el campo de las ciencias, pero nada desde sus orígenes permite atribuirle una cualidad
superior para producir el conocimiento, sin embargo lo cuantitativo
despliega una importante influencia en las ciencias sociales, a tan
punto que para atribuirle a las investigaciones en este campo el estatus
científico debían incorporar a su aparato metodológico la estadística,
la matemática y lo cuantitativo en general. Sin embargo
los adelantos científicos, el hecho mismo de que entrara en crisis el
paradigma de la ciencia clásica en la misma ciencia que lo hizo crecer a
niveles inusitados, han impuesto la
necesidad de una revisión del paradigma cuantitativo, sobre todo
a partir de ciertos hallazgos científicos en las ciencias físicas.
Más precisamente, el principio de incertidumbre y la teoría relativista,
que cambiaron para siempre la relación sujeto-objeto, implicaron el
abandono de la dominación del paradigma positivista. El principio de
complementariedad onda-corpúsculo, desarrollado por Planck, Bohr,
Einstein y otros, ha iniciado un debate en las ciencias naturales que las
ha trascendido y se ha instalado en las ciencias sociales. Todos los
hallazgos aludidos también han originado que aparezca con fuerza
numerosos estudios relacionados con la epistemología de segundo orden que
constituyen un redimensionamiento del pensar científico y que
detallaremos en capítulo siguiente. Por
lo planteado anteriormente es natural mirar los enfrentamientos entre los
enfoques cualitativos y cuantitativos desde el punto de vista de las
confrontaciones de los paradigmas. Las
discrepancias entre los paradigmas cuantitativo y cualitativo de la
investigación se inician en
el enfrentamiento de los supuestos filosóficos del positivismo y del
idealismo científico. Entre las
actitudes que han prevalecido en las disputas sobre los paradigmas
cualitativo y cuantitativo se han reconocido las
diferentes posturas: de
supremacía: característica de aquellos que consideran
que uno de los paradigmas es superior, de síntesis,
determinada por los que pretenden
combinar las aportaciones más valiosas de cada paradigma, de contingencia
de quienes. consideran que el investigador debe aplicar el paradigma que
le parezca mejor -más apropiado- a la situación dialéctica: aquellos
que pretenden usar las diferencias entre
perspectivas competitivas contrarias a fin de avanzar nuevos modos
de conocimiento todo sirve: posición que agruparía a aquellos que
mantienen una actitud en la línea de la epistemología radical de
Feyerabend sustentada sobre el principio de que no existe idea-por antigua
y absurda que sea-que no contribuya a mejorar nuestro conocimiento.[13]
La mayoría de los autores distinguen
como enfoques metodológicos en investigación educativa el cuantitativo y
el cualitativo. Así vemos que los términos
enfoques y paradigmas pueden en ocasiones utilizarse como sinónimos,
sobre todo si se tiene en cuenta la argumentación anterior de la
hiperbolización existente en torno al término paradigma, podremos
comprender junto a Colás
Bravo, la denominación de enfoque cuantitativo y cualitativo en lugar de
paradigma, sin embargo todos coinciden
en que los enfoques
metodológicos son
proyecciones de planteamientos filosóficos que suponen tener determinadas
concepciones del fenómeno social estudiado. [14] Otro importante
aspecto de la teoría e
historia del problema es el relacionado a cuál paradigma se desarrolló
primero, no existe consenso sobre cuál de ambos
desarrolló primero[15].
Sobre lo que si existe consenso es acerca del papel dominante que
ha tenido el enfoque cuantitativo. Muchos autores reconocen que
durante mucho tiempo, la
postura cuantitativa definió lo que era "hacer ciencia" y
bendijo los descubrimientos que podrían catalogarse como "verdades
científicas". Las descripciones, explicaciones, predicciones, el
control, la comprensión, la interpretación para ser consideradas científicas,
debían apoyarse en métodos estadístico-experimentales
lo cual se consideraba reduccionistamente como un control de la
subjetividad. Luego, con el transcurso de la historia, las ciencias duras no eran las únicas presentes en el campo del conocimiento, pues ya aparecían con fuerza las llamadas ciencias sociales que peyorativamente se denominaron blandas para continuar reforzando la idea de la superioridad de un paradigma sobre otro. Al nacer las ciencias sociales, éstas en principio trataron de acomodarse al concepto de ciencia proveniente de las ciencias “duras” y se produjo el traslado acrítico de las metodologías de las ciencias naturales a las sociales, con el consiguiente reduccionismo de la amplia compleja y sistémica realidad social. La aparición de las ciencias humanas o sociales cuestionaba el método científico, porque no todos los fenómenos dignos de ser estudiados cumplían los requisitos que este método imponía, ejemplo aspectos relacionados con la observación y la medición: ¿De qué manera hacer observable, las normas sociales, o los prejuicios, o los fenómenos provenientes del inconsciente, o la memoria? Al ponerse en cuestión los preceptos básicos del positivismo científico, se abre la polémica en torno a que es realmente la ciencia. Estas nuevas ciencias encienden entonces una polémica: unos exigían que estas nuevas ciencias se acomodaran al paradigma de las ciencias llamadas verdaderas y otros defendían su autonomía. Otros distinguen sólo entre paradigma cualitativo y cuantitativo. La distinción o clasificación de distintos paradigmas, ha contribuido enormemente a aclarar la discusión científica. Pero también ha creado conflicto o confusión. Por ejemplo: Algunos
defensores del método cuantitativo argumentan describiendo el método
experimental “el único medio de establecer una tradición
acumulativa en el que cabe introducir perfeccionamientos sin el riesgo de
prescindir caprichosamente de los antiguos conocimientos a favor de
novedades inferiores”[16]
“ Pero esta discusión es estéril desde su inicio, dado que si volvemos a revisar la definición de paradigma, lo entendemos como un conjunto de creencias diferentes, distintas formas de ver, que predisponen a concebir el mundo y lo que en él ocurre de modos profundamente diferentes. La
polémica no se refiere solo a los métodos y técnicas diferenciadas de
investigación, sino que tiene unas raíces más profundas y extensas de
índole epistemológica y filosófica. La dicotomía atraviesa además
otros órdenes de naturaleza conceptual y teórica: las distinciones entre
macro y microsociología, estructura e interacción, objetividad y
subjetividad. Cualquier intento de disolver o mediar en la dicotomía
entre los distintos métodos y técnicas ha de pasar no solo por una
reflexión práctica sino
también por la filosófica y
epistemológica. Con
los años, la polémica epistemológica entre lo cuantitativo y lo
cualitativo se ha diversificado y ampliado: numerosos paradigmas, escuelas
y tendencias filosóficas que surgen posteriormente, comienzan a ser
asociadas con lo cualitativo y lo cuantitativo, y los conceptos
inicialmente reducidos a los niveles de las categorías propias de la
cantidad y la cualidad, pierden su simplicidad original y se convierten en
verdaderos sistemas en donde se suman valores, conceptos, categorías, métodos,
técnicas y principios diferentes. Hoy
día, en torno a los paradigmas cuantitativos y cualitativos a pesar de
sus connotaciones metodológicas, giran concepciones y propuestas como las
propias del positivismo tradicional, positivismo lógico, de la dialéctica
marxista, del racionalismo, de lo histórico-hermenéutico, de la teoría
crítica, del empirismo analítico y tantas otras propuestas que de una u
otra forma se asocian con perspectivas cuantitativas y cualitativas.[17]
Consideración final Al
realizar una acercamiento histórico lógico a la evolución de la polémica
cuantitativo - cualitativo podemos afirmar la presencia de cinco grandes
momentos nacidos desde la obra de los griegos Platón y Aristóteles,
hasta la Filosofía Clásica Alemana, con su figura descollante: Hegel, el
surgimiento de la filosofía marxista y las posiciones sociológicas de
Max Weber. En el devenir de la polémica cuantitativo cualittivo es relevante la etapa vinculada al desarrollo de la Filosofía Clásica Alemana y al marxismo, que intentan y logran, particularmente con Hegel, Marx y Engels, superar la antinomia racionalismo – empirismo, problema central en la revelación de la esencia de la relación cuantitativo – cualitativo. En el marxismo, como filosofía de la praxis y la subjetividad, se logra asumir lo cuantitativo y lo cualitativo, como dos momentos inseparables, en tanto expresan dos aristas mismas de la realidad existente, que en su devenir real, se convierten mutuamente, a través de la praxis. También se reconoce en el quinto momento la racionalización y formalización de lo social, en la obra de Max Weber y con la fundación de la sociología como disciplina que pretende entender y explicar la acción social como conducta humana con un sentido subjetivo. Referencias: [1]
Herder. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99.Op.
Cit. [2]
Ibídem [3]
“La medida es el cuanto cualitativo, primero como inmediato, un
cuanto al cual está ligado un ser determinado o una cualidad. Estando
la cualidad y la cantidad en la medida sólo en unidad inmediata, su
distinción se manifiesta de modo igualmente inmediato. El cuanto
específico es, por consiguiente, en pare un simple cuanto; y el ser
determinado es capaz de aumento y disminución, sin que la medida, la
cual es una regla, sea por esto suprimida; pero, en parte, el cambio
del cuanto es también un cambio de la cualidad. Lo
desmesurado (Masslose) es primeramente este andar de una medida a través
de su naturaleza cuantitativa, más allá de su determinación
cualitativa. Pero puesto que la otra relación cuantitativa, lo
desmesurado de la primera, es también cualitativa, lo desmesurado es
también una medida: estos dos pasos de la cualidad al cuanto y de éste
otra vez a aquélla, pueden representarse como progreso infinito, como
el suprimir y el restaurar la medida en lo desmesurado. Lo
que de hecho sucede, es que la inmediatividad, que pertenece aún a la
medida como tal, es suprimida; la misma cualidad y cantidad son, en la
medida, primeramente inmediatas, y la medida es solamente su relativa
identidad. Pero la medida se muestra suprimida en lo desmesurado, y,
sin embargo, en éste –que es la negación de la medida, pero es
también la unidad de la cantidad y la cualidad – va acompañada
solamente de sí misma”. (Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia
de las Ciencias filosóficas. Instituto del libro. La Habana, 1968, p.
129). [4]
Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia de las Ciencias filosóficas.
Instituto del libro. La Habana, 1968, p. 124. [5]
Ibídem, p. 128. [6]
En la segunda edición después de «inmediatos»: «y por esto su
relación es también indiferente, es un cuanto (el exponente): la
determinación cuantitativa y cualitativa son aún exteriores a sí
mismas». [7]Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia de las Ciencias filosóficas. Instituto del libro. La Habana, 1968, p. 128. [8]
Engels, Federico. Anti – Düiring. Ediciones Pueblos Unidos.
Montevideo, Uruguay, 1960, pp. 152 – 153. [9]
Marx, Carlos, “El Capital”, Tamo 1, Volumen 1, página 341. [10]
Engels, Federico. Anti – Düiring. Ediciones Pueblos Unidos.
Montevideo, Uruguay, 1960, pp. 152 – 153. [11]
Briones Guillermo, epistemología y teoría de las ciencias sociales y
de la educación. México, EDit. Trillas, 2002. p. 62 [12]
Diccionario de filosofía en CD-ROM.op.cit [13]
Morgan, citado por Rodríguez
(1995), [14]
Colás y Buendía (1992) Investigación educativa. Sevilla: Canaima
Librería [15]
Barrantes
afirma que ambos enfoques o metodologías tienen cierta antigüedad
y no puede afirmarse con precisión que una antecede a la otra o
viceversa. Barrantes, R.
(1999). Investigación. Un
camino al conocimiento. Un enfoque cuantitativo y cualitativo.
San José: EUNED.
|
Felipe Manuel Yerena Guerra
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