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Domingo, 9 de febrero de 2014
Fotografía › Muestra Escenarios, en el C. C. de la Memoria Haroldo Conti
Lugares que funcionan como testigosLa exposición de Federico Marión, ganadora del V Premio organizado por el centro cultural en la categoría Fotografía, se compone de imágenes de distintos espacios urbanos donde se desató el terrorismo de Estado. por María Daniela Yaccar
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El horror se esconde en los rincones más impensados, en los de tránsito cotidiano. Está a la vuelta de la esquina, pese a que pocos lo noten. Y aunque el tiempo pase, hay esquinas, puertas y veredas en donde antes pasaron cosas y siempre serán esas mismas esquinas, puertas y veredas, por más que cambien de fisonomía. Allí el dolor siempre latirá. Federico Marión, camarógrafo y fotógrafo, tomó imágenes en distintos espacios urbanos en donde se desarrolló el terrorismo de Estado, “lugares banales, sin importancia aparente, pero que se revelan ante nuestros ojos cuando descubrimos qué hechos ocurrieron allí, quiénes los protagonizaron”, relata el joven en el catálogo de la muestra que presenta en el Centro Cultural Haroldo Conti, titulada Escenarios. En William Morris, en la esquina de Potosí y Villegas, fueron asesinados Fernando Abal Medina y Carlos Ramus. En aquel entonces había en esa intersección una pizzería, La Rueda; hoy hay un local de vestimenta femenina, de aspecto triste, en la imagen de Marión con las persianas bajas y atravesado por el cableado. El fotógrafo retrató también el sitio exacto en donde mataron al padre Mugica, la puerta de la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro. Visitó los lugares en donde asesinaron a Roberto Quieto (Playa Grande, Martínez), en donde secuestraron a Raymundo Gleyzer (puerta del Sindicato de la Industria Cinematográfica) y a Alice Dumon (iglesia de la Santa Cruz), entre otras personas. Una foto muestra el Río de la Plata. Los pastos se erigen rectos por fuera de las aguas, el cielo está rosado, y a lo lejos se ve Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, la escultura de acero que Claudia Fontes elaboró para el Parque de la Memoria. “El Río de la Plata fue el destino de miles de desaparecidos que, desde aviones, fueron arrojados con vida al agua”, se lee en letras courier new, debajo de la imagen. Cada una de las fotos tiene un texto debajo que especifica la fecha del acontecimiento (es decir, de la muerte o secuestro de la persona), el lugar (la calle con su altura y la ciudad) y, por último, qué crimen tuvo lugar allí. Marión explica que sin los textos las fotos no terminaban de funcionar, que no decían nada. Este ensayo fue merecedor del V Premio del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la categoría Fotografía, que invita a artistas a presentar trabajos con una mirada sobre los derechos humanos. El jurado lo integraron Rafael Calviño, Gerardo Dell’Oro, Mona Moncalvillo, Lucila Quieto y Cristina Fraire. La mención la obtuvo María Eugenia Cerutti, por otro ensayo vinculado a paisajes aunque bastante diferente (ver recuadro). La primera foto que tomó Marión fue la del lugar en donde fueron asesinados los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo José Kelly y Pedro Eduardo Dufau y los seminaristas Salvador Barbeito Doval y Emilio José Barletti. Esto ocurrió en la parroquia de la iglesia de San Patricio, en Belgrano. En su infancia vivía a unas cuadras y estaba al tanto de que algo había pasado ahí. “Siempre me interesaron los ’70. Y siempre me gustó trabajar paisajes. Quise fotografiar los lugares como si fueran testigos. Traté de evitar cualquier signo de modernidad: en las imágenes no hay ni autos ni gente”, explica Marión, quien llegó al mundo –justo– en 1976. Entre las paredes blancas del Conti, donde funcionaba la ESMA, sus palabras y su obra cobran un sentido poderoso. “La historia de los ’70 es una tragedia. Y éstos son los escenarios de esa tragedia”, desliza Marión. Los místicos están seguros de que hay lugares que concentran energía negativa. Sólo el hombre y la energía positiva los pueden transformar (tal como pasó con el caso del Conti). “Sí, sentía algo. Al principio no caía. La semana pasada fui al cementerio General Lavalle, en el Partido de la Costa. En ese cementerio enterraban a los desaparecidos que devolvía el mar. Había una tumba común con veintipico de cadáveres, rotos algunos, sin cabeza. Fui a fotografiar ese lugar. A medida que el trabajo avanza uno se moviliza más. Es fuerte. Esos cuerpos se enterraron como desaparecidos y después de veinte años algunos se identificaron y los devolvieron a sus familias”, relata a Página/12. Para esta serie eligió casos conocidos, como el de Azucena Villaflor. Algunos están señalizados con placas en las calles y paredes del espacio urbano. Llama la atención una ausencia: falta la foto de la esquina de Entre Ríos y San Juan. “No tenía un dato preciso sobre el secuestro de Walsh. Tengo entendido que se produjo sobre Combate de los Pozos. Quería fotos en lugares exactos”, explica, y revela su exigencia. “Siento que me comprometo más con la fotografía que con mi trabajo.” Como camarógrafo es free-lance. “Ahora estoy grabando unas recreaciones para History Channel, sobre marcianos”, cuenta y se ríe. Cambia el clima de la charla. Pero, de nuevo, se vuelve denso. Su primer trabajo como camarógrafo fue en Policías en acción. Narró, desde detrás de las cámaras, las tragedias cotidianas de los más humildes y la irrupción de los uniformados en sus hogares por los motivos más diversos. Pero no mira ese capítulo de su currículum con rencor. “Lo bueno fue que me metí en lugares a los que no hubiera ido nunca por las mías, como allanamientos en villas miseria o complejos de monoblocks. Ese era el argumento que me servía para estar tranquilo. No había ética en el programa. Pero también pienso que el que lo veía era testigo de la ausencia del Estado y de cómo los policías no estaban capacitados para nada”, sopesa.
Una historia familiar La propuesta de la fotógrafa María Eugenia Cerutti tiene un tinte autobiográfico. En Naturalezas, refleja una historia familiar atravesada por el terrorismo de Estado. Su abuelo y su tío, detenidos y desaparecidos en Mendoza, fueron obligados por Massera, y bajo tortura, a vender sus tierras en Luján de Cuyo. A principios de los ‘80, en los terrenos que pertenecieron a su abuelo se construye un barrio nuevo, bautizado Wil-Ri, sobre la base de nombres falsos que usaban dos torturadores de la ESMA. “A las calles las nombran Honor, Amistad, Caridad, Justicia, Equidad. Se convierte en un barrio de chalets con jardines y piletas”, relata Cerutti. En 2007, la fotógrafa vuelve a Chacras de Coria al cumplirse treinta años del secuestro y desaparición de sus familiares. Vuelve al barrio, junto a su hija y su hermana, y a la casa donde sucedieron los hechos terribles, a ver qué quedó. Y en 2011 vuelve sola. “Encuentro huellas, rastros de aquella vida, evocaciones de aquellas muertes. Y la naturaleza sigue ahí. Testigo de todo lo bueno y lo malo que ocurrió en esa casa, en esas calles.” Las imágenes que capturó en 2011, las que la ayudaron a construir su historia, su relato, son las que integran Naturalezas. |
por María Daniela Yaccar
Diario Página12 (Argentina)
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/21-31282-2014-02-09.html
Domingo, 9 de febrero de 2014
Autorizado por la autora
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