El
larguísimo e inolvidable viaje de los |
Una de esas noches de alegre farándula
en el célebre Café Ciré de la famosa Calle Larga de Valby, se hizo
presente el añejísimo y encolerizado fantasma de Harlad el Despiadado,
último rey vikingo en el Año Dómine 1066.
Sin pedirle permiso a la asombrada
concurrencia de fantasmas mas jóvenes tales como Elvis, John, Mahatma,
Sigmund, Vincent y César, subió dificultosamente al
escenario no sin antes robar una botella de Cerveza Carlsbeg, pronunciando
el siguiente discurso:
"Yo
soy, como todos ustedes sabrán, el gran vikingo Harald, llamado también
El Despiadado. Ustedes aquí en este llamado`Café´ en el año 2009
siglo XXI, creen ser la creme de la creme de Valby. Pero yo les
digo que esta ciudadela ha vivido tiempos de mayor gloria y triunfo que
esta aburrida costumbre de ustedes de reunirse para conversar y bailar
sin una sola escaramuza! Escuchen, ignorantes!"
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"En los tiempos aquellos en que La
Calle Larga de Valby era un barrial inmundo y la Taberna Ciré lugar de
encuentro de nosotros, los fieros y nobles vikingos, planeamos entre
muchas otras aventuras, una expedición a tierras y mares lejanos a
conquistar y destruir y saquear las asombrosas construcciones del Río
Sarno en Pompeya".
"Eran viviendas apoyadas en pilares o
simples estacas generalmente construidas sobre cuerpos de aguas
tranquilas como lagos o lagunas o pequeños ríos".
"Llegamos primero a la bellísima
ciudad de Pompeya. La arrasamos e incendiamos. Y luego nos dirigimos al
río encontrando los palafitos de Sarno. Eran interesantes y los
habitantes muy pacíficos. Destruimos y saqueamos todo en un sólo día.
Pero lo mas importante de todo es que escuchamos historias de un país
llamado Mapu, al otro lado del mundo. Y de sus formidables palafitos
construidos de oro y plata!"
Harlad el Despiadado hizo aquí una pausa.
Se sentó en una silla y bebió su cerveza con toda calma. Hizo un
erupto que remeció al Café y continuó su relato.
"Navegamos entonces hacia el sur-este
por el Mar Grande, aquel que ustedes llaman Atlántico, y después de
meses de travesía encontramos una tierra extrañísima habitada
por seres gigantes con pies enormes y amantes del fuego. Los
dejamos en paz porque no tenían mas que madera para hacer sus
fenomenales fogatas. Y parecían fieras mas salvajes que
nosotros".
"Encontramos un pasaje muy estrecho
que nos condujo a otro Gran Mar, el que ustedes ahora llaman Océano Pacífico
(que de pacífico no tiene nada) y navegamos hacia el norte".
"Y encontramos los palafitos!"
"En una región llena de pequeñas
islas, islotes, ríos, y lagos, nos topamos con esas preciosas
construcciones de oro y plata que relucían bajo un gigantezco sol
dorado bajo un cielo a su lado.. Pero nos encontramos también
con una fantástica guerra entre dos reinos igualmente fieros y
despiadados... tal vez más despiadados que yo."
"Yo intenté intervenir para
advertirles de mi presencia e intenciones pero no me hicieron caso! Me
ignoraron! Eran dos reinos muy desiguales. Los que estaban atacando
se auto denominaban Incas. Eran morenos altos y vestidos con túnicas
blancas. Tenían lanzas de oro y espadas de plata. Los defensores eran
los Mapuches; bajos, muy morenos. Vestían pieles para cubrir su desnudez
y lanzas y arcos de madera. Esos Mapuches eran los más bárbaros y
diestros".
"Pero ocurrió algo inesperado y
sorprendente para nosotros. Cuando comenzamos a saquear los palafitos de
oro, ambos reinos detuvieron la guerra, y los mapuches con su rey Colo
Colo a la cabeza y los incas con su rey Laly Llay, nos ayudaron a
despojar sus palafitos de los codiciados metales preciosos y cargar
nuestros barcos con ellos. Y no habiendo suficientes barcos, nos
regalaron sus canoas y algunos guerreros para llevar nuestro botín
de regreso a Valby".
"Habiendo hecho esto, reanudaron la
guerra. Nosotros nos quedamos uno meses para ver cual de los dos ejércitos
sería el vencedor. Fueron los mapuches. Hicieron retroceder a los incas
hasta un gran río que ellos llamaban Bío Bío. Estos, aceptando su
derrota, se fueron trotando hacia el norte".
Aquí, Harald el Despiadado hizo otra
pausa. Bajó del escenario y fue al baño a orinar y de regreso se tomó
de un sólo sorba una nueva cerveza Carlsberg. Y continuó:
"Dejamos a los palafitos desprovistos
de oro y plata. Pero estos guerreros bárbaros eran también artistas.
Pintaron sus viviendas con colores frescos y alegres como la
frugal naturaleza de bosques en la cual vivían. Y ahí están todavía
los palafitos y los mapuches. Ya no son reyes ni guerreros. Fueron
descubietos, derrotados y humillados por un reino superior llamado Los
Conquistadores. Y estos a su vez por una raza local llamada
"chilenos".
"Visité Mapu recientemente y me
asombró ver a los palafitos aún vestidos de colores. Está esa
imagen vívida en mi vieja mente."
"Bueno, ya de regreso en Valby y obscenamente
ricos con todo ese oro y plata, hicimos un nueva incursión esta
vez al Reino de Inglaterra. Fuimos miles de valbyanos a tomar posesión
de esas tierras magníficas. Pero en la batalla del Puente de Stanford
fuimos derrotados, degollados y colgados y ahí terminó la era de los
vikingos valbyanos".
Harlad se puso a llorar.
La concurrencia del Café lo consoló con
sendas copas de café au lait y Agua Mineral Andina, pura,
fresca y cristalina.
Ya estaba amaneciendo y salieron todos a
la calle a respirar aire puro. John, Mahatma, Sigmund,
Elvis, Vincent y César se fueron cantando We
all live in a yellow submarine hacia el cielo.
Y Harald el Despiadado, añejísimo y
con un hedor insoportable a muerte, se fue caminando muy lentamente por
la famosa Calle Larga de Valby hasta desparecer para siempre en el
horizonte.
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Ian Welden Valby, Copenhague invierno 2009 |
Ilustró
Maritza Alvarez Villa Alemana, Chile |
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