Hacia tiempo que le había echado el ojo. Estaba
ahí en la verdulería entre muchas otras frutas y verduras: verde oscura, madurando como una
adolescente.
Me decidí a comprarla. La lleve rápidamente a mi casa y la violé golosamente con un cuchillo de cocina.
Solo quedaron el cuesco y las cáscaras.
Plante la semilla en un macetero y la puse en mi ventanal junto a los tres cardenales rojos.
Al mes brotó un tallito minúsculo e ingenuo. A los dos meses ya tenia hojas.
A los tres meses se había transformado en un bello arbolito de medio metro.
Y ahora que ha pasado un año me arrepiento profundamente de haberme enamorado de ella.
El monstruoso árbol no me deja caminar por mi casa. Ha invadido todos mis rincones. Devoró a mis queridos cardenales. Se arrastra por mi alfombra y mis frazadas. Debo dormir de pié en el balcón.
Y arrastra tierra. Mi alfombra está cubierta de pasto y han brotado nuevos árboles. Pequeñas manadas de búfalos y
jirafas y leones enanos pastan tranquilas en la cocina.
Dos diminutos seres humanos, un macho y una hembra deambulan por un jardín muy hermoso.
Han aparecido nubes de vapor en el techo y de entre las nubes se escucha una voz masculina que habla con voz de truenito, severa, en un idioma desconocido para mi.
Extrañamente la pareja de humanos se alimenta de frutas y verduras pero jamás se acercan a un hermosísimo manzano cargado de manzanitas rojas como rubíes.
En el manzano vive una serpiente que les habla constantemente pero ellos no quieren escuchar.
Las fieras y los humanos y las aves y los peces, porque también ha aparecido un mar en este pequeño mundo en mi departamento, viven en plena
armonía. Algo así como los dibujos de las revistas de los testigos de Jehová... Yo observo todo esto ahora desde el
entretecho.
Los humanos se han acercado al manzanito y se ha establecido un dialogo entre ellos y la serpiente. La hembra saca una manzanita, come de ella y se la entrega al macho. El termina de comérsela.
Oh! El cielito se oscurece y hay truenos y relámpagos y se escucha la voz severa desde las nubes. Los humanos corren despavoridos y se ocultan tras una higuera.
La voz se transforma en un rugido irracional. Otro ser humanoide con pequeñas
alas y una espada en sus manos persigue a la pareja y acorrala en un sector árido.
El ser alado se instala en el sector fértil y frugal y hace guardia devorando una hermosa palta.
Y planta la semilla en la tierra...
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