Milagro |
La Patudita |
Por la ventana de mi cocina
entran seres extraordinarios. Está constantemente abierta, invierno y
verano, ya que soy fumador y asmático. Es mi única manera de tener mi
pequeño departamento ventilado. Ya dejaré de fumar uno de estos días.
Generalmente entran por la noche, cuando
estoy durmiendo, y me despiertan con sus gritos, aullidos, miaus,
graznidos, etc.
Una vez entró un unicornio blanco, alado.
Le di lechuga y agua y se quedó a dormir sobre la alfombra de la
salita. A la mañana siguiente se fué volando majestuosamente por los
cielos azules de la Calle Larga de Valby sin antes agradecerme mi
hospitalidad con un leve mordisco en mi mano derecha.
Otra vez entró un gato, también blanco,
y este gato trajo a vivir a sus doce hijitos. El gato se llama Jorge y
los hijitos también están bautizados. Ellos viven conmigo, pero esto
es otro milagro que les contaré en otra oportunidad. O tal vez ya se
los conté?
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Una noche entró un marinero chino,
fumando unan apestosa pipa de hierbas índicas. Y venía con
su esposa, una norteamericana rubia llamada Susy. los dejé dormir en mi
salita de estar y les presté mis colchones especiales para visitas
humanas.
No durmieron y cantaron y gritaron
toda la noche. El marinero se comió todo lo que había en mi
refrigerador y la norteamericana intentó robarme mi billetera que
estaba sobre mi velador. Los tiré a ambos por la ventana nuevamente. Y
saqué los colchones al patio ya que se habían orinado en ellos.
Anoche me desperté sobresaltado porque
algo o alguien me estaba haciendo cosquillas en la frente. Traté de
rascarme y la cosquilla se trasladó a mi cuello, y luego
a mi espalda!
Encendí la luz y logré atrapar a una gigantesca araña con calcetines colorados. Ella, la patuda, se dejó atrapar y me hizo cariño en los dedos cuan doncella enamorada.
Me fui a la sala de estar con
ella y la puse sobre mi mesa para ver que hacía. Nada. Se quedó tranquila
y me enviaba saludos con sus diez extremidades hermosas.
Le di helado de frutilla en una tapa de
Cola, y lo devoró con fruición, muy elegantemente y se limpió la boca
con mi mantel.
Luego le di agua y la bebió a largos
sorbos y de un salto magistral cayó sobre mi cabeza, se deslizó
hasta mi boca y me dio un beso.
Me faltan palabras para describir mi
impresión. Y mi emoción. Esa araña patuda me conquistó con
sus coqueteos y caricias.
Se quedó a vivir conmigo. Hizo su casa de
seda en un rincón de mi dormitorio y me espera con ansias cada vez que
salgo a caminar por la famosa Calle Larga de Valby o voy al célebre
Café Ciré.
Pueden mirar pero PROHIBIDO TOCAR!
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Ian Welden Valby, Copenhague invierno 2009 |
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