Milagro

Eros y Thánatos
Ian Welden

 

Desperté anoche de una de esas pesadillas que requieren el abrazo protector de una madre. No recuerdo qué es lo que soñé pero un temor profundo y malvado me invadía el cuerpo y el alma.
 
Llamé por teléfono a mi amiga Jakeline y ella llegó rápidamente a mi casa a consolarme como a un niño. Es lo que necesitaba.
 
Luego salimos a caminar por el barrio.

La noche estaba negra y silenciosa. La Calle Larga de Valby desierta y el Café Ciré aún abierto pero extrañamente sin muchos asiduos y sin milagros. 

Nos encaminamos hacia el Bosque de Søndermarken y nos sentamos en el borde de La Gran fuente a descansar y pensar.

El bosque estaba solitario como un cementerio abandonado. Suelen escucharse rugidos de fieras, chillidos de chimpancés y gritos de aves. El silencio nos llamó la atención. El Bosque de Søndermarken, al final de La Calle Larga de Valby suele ser un paraíso amable y benefactor, pero no esa noche.
 
La sensación de la pesadilla seguía rondando en mi cabeza. Generalmente ignoro mis sueños, que suelen ser obras de arte surrealistas como todos los sueños. Pero esa pesadilla había sido una obra maestra onírica.
 
Jakeline siempre a mi lado, silenciosa, me sujetaba de la mano y me acariciaba el cabello.
 
Presentíamos que algo inusual iba a ocurrir. Algo no bueno. Y teníamos razón.
 
Una figura humana apareció de entre los arbustos. Nos saludó con una voz profunda y desagradable. Era un hombrecito grís como la ceniza, vestía impermeable, sombrero y usaba anteojos oscuros. Su apariencia era muy común. Pero poseía cierto poder y arrogancia.
 
Hedía a materia orgánica en descomposición.
 
Y nos habló ininterrumpidamente, exaltado, eufórico:
 
"...porque yo me revuelco con fruición en la basura de la humanidad y abono el sufrimiento y la maldad.
Camino por las guerras absurdas de ustedes los idiotas y contribuyo a ellas con mi vigor y entusiasmo.
Invento instituciones, cultos y sectas que dicen perseguirme cuando lo único que hacen es seguir mis
propósitos. Creo líderes y dirigentes carismáticos que hablan en contra de mi pero que hacen como yo:
amar a la muerte.
 
Yo no soy la muerte y no soy Satanás...
 
Yo soy un ente miserable y sorprendentemento absurdo pero más poderoso que el universo.
 
Soy la inexistencia. Mis enemigos son el sentido de la vida, la armonía... Mi amante es el caos...
 
...Hurgo en los sueños de los niños más pequeños y deposito en sus almas indefensas mis larvas, logrando asi que me amen cuando sean adultos. Que me adoren y me sigan y odien la estupidez de Eros, la vida...
 
...ustedes dos se aman! Yo los desprecio porque tienen el poder de rechazarme. Pero no por mucho tiempo porque yo, Thánatos, vivo en sus tripas y voy horadando con mucha paciencia un tunel virulento y mortal.
 
Tú, hombre ignorante e insípido, probaste esta noche uno de mis manjares. Y tú, mujer que lo intentas consolar llevas en tu organismo mi infección.
 
...porque me revuelco con fruición en la basura de la humanidad y abono el sufrimiento..."
 
Y se fué por los senderos del bosque murmurando su discurso repugnante.
 
Lo que ahí había ocurrido era la repetición de mi pesadilla. Yo había soñado con la esencia de la inexistencia, con ese monstruo pesadillezco. En el Bosque de Søndemarken siempre ocurren cosas extraordinarias, milagros. Pero una degeneración como aquélla jamás había aparecido antes.
 
Jakeline, que estaba tan impresionada y asqueada como yo, me abrazó y me hizo mirar el cielo que ya estaba tiñéndose de luz solar. Las avecillas habían comenzado a despertar. Una pareja de ancianos con su perro foxterrier nos dijeron buenos días! Y algunos escolares pasaron riéndose y bromeando entre ellos.
 
Volvimos a nuestras casas. Ella a regar sus flores en su balcón y a tirarme besos y sonrisas. Y yo a escribir esto.
 
Y mientras escribo, el poder de la vida desfila ante mi ventanal: padres y madres con sus pequeños hijos, viejitos y viejitas tomados de la mano, jóvenes saltando y riendo, enamorados enamorándose más, pintores de brocha gorda con sus tarros y escaleras, artistas con sus colores,
guitarras, danzas para la existencia, nutrientes poderosos.
Ian Welden
Valby, Copenhague
invierno 2009
Ilustró Maritza Alvarez
Villa Alemana, Chile

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