De limosneros y dadivosos
Ian Welden

Cuando pequeñita salía de la mano de mi madre a caminar por la curiosa ciudad de Santiago de Chile. Cuando mis padres o las profesoras hablaban de "el mundo" yo creía que se referían a esta urbe agitada y desordenada, llena de sorprendentes ocurrencias y seres tan disímiles como el agua y el fuego. Y limosneros; tantos limosneros por todas partes con sus tarritos tintineando una monedita solitaria y sus adoloridos lamentos: "...una limosnita por a amor a Dios!".

Habían ciegos, mutilados, mujeres harapientas con guagüitas semi desnudas colgando de sus brazos, jorobados, cesantes hambrientos, niños deformes... todos gritando "una limosnita por amor a Dios!".

Algunos adultos decían que no había que darles dinero. Que eran flojos inútiles y tramposos. Que no querían trabajar. Otros decían que eran millonarios. Que ganaban fortunas recibiendo dádivas de la gente ingenua.

Mi madre guardaba respetuoso silencio cuando nos encontrábamos con ellos y daba muchas moneditas por aquí y por allá. Yo recuerdo que me producían una lástima profunda que me costaba mucho soportar en mi pequeño corazón, pero también repugnancia. Y me sentía culpable de algún horrible pecado aún desconocido para mi.

Busqué la palabra "limosna" en el diccionario y el resultado fue sorprendente: "Cosa que se da por amor a Dios para socorrer una necesidad". Y "dádiva": "Cosa que se da gratuitamente". Con esta información pude comprender mejor al mundo, a los limosneros y a las dádivas. Busqué entonces intuitivamente "dadivoso": "Liberal, generoso, propenso a hacer dádivas". 

O sea que mi madre era dadivosa, deduje. Me sentí orgullosa de ella y en mis momentos de dudas, tristezas o confusiones comencé a pedirle a mis padres, parientes, profesores, amigas e incluso desconocidos en la calle "Un abracito por amor a Dios!".

Teníamos a una tía abuela viejita y muy pobre que vivía al otro lado de la ciudad; ahí donde las casas son de madera y los techos son tan frágiles que se vuelan si alguien suspira o estornuda. La tía Saruca había sido prostituta en su juventud, decían mis mayores. Le faltaba además una pierna y andaba con dos muletas. Yo busqué la palabra "prostituta" una vez en el diccionario y decía "Mujer que vende su cuerpo por dinero". Creí entender entonces por qué tenía una sola pierna. En su barrio vivía un hombre llamado Jesús María. Y todos los enfermos y viejos iban donde él con mucho respeto a pedirle que les diera consuelo y consejos.

Saruca me llevó un día a conocerlo. Era muy dulce y parlanchín (según el diccionario: "Que dice lo que se debe callar") y sintiéndome perturbada ante su presencia le pedí "un abracito por amor a Dios!". Él me sonrió, me tendió la mano y me abrazó tiernamente. 

O sea que me dio "...una cosa que se da por amor a Dios para socorrer una necesidad". 

Ante esa situación tan inusual, muchos viejos enfermos, ladrones, prostitutas, limosneros y gente solitaria del barrio de mi tía me imitaron, recibiendo abrazos de ese extraño y sonriente joven pelucón y barbudo. Ese extraño dadivoso.

La noticia se hizo pública en todo Santiago de Chile y en las esquinas de la ciudad comenzaron a aparecer los llamados "limosneros de abrazos". Gente solitaria y necesitada de amor y consuelo humano pedían humildemente "un abracito por amor a Dios!" a los apurados transeúntes.

Algunos decían que no había que aceptarlos, que la policía debería encarcelarlos por depravación y lascivia. Otros decían que eran prostitutas oportunistas y homosexuales degenerados.

Mi madre y yo les sonreíamos y les dábamos sus necesitados abracitos.

Y ahora ya muy muy vieja y aún viviendo en Santiago de Chile, sentada al lado de mi estufa porque ya es otoño y hace mucho frío, despierto de estos recuerdos, tan sola, necesitando desesperadamente un abrazo de ese ser dadivoso que una vez me dio una limosna con tanto amor.

Ian Welden

Valby, Copenhague

Abril 2009

ian.welden@mail.dk

Ilustración:

Maritza Álvarez

Villa Alemana, Chile

Abril 2009

maritza_alvarez_vargas@hotmail.com

Ir a índice de América

Ir a índice de Welden, Ian

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio