Milagro del domingo

Birmingham, Alabama y Sam
Ian Welden

Para Sam Johnson

Yo viví en la ciudad de Birmingham en el sureño estado de Alabama, EEUU, cuando niño.

 

Tenía siete años de edad. Era la época de la segregación racial, jamás llamada apartheid por razones politicas, pero yo soy testigo y lo que sucedía en el sur de USA en la década de los cincuenta era apartheid y se vivía terror.

 

Viví ahí pocos años antes del movimiento antiracistacon el reverendo Martin Luther King a la cabeza.

 

Nuestra vida de blancos era humilde pero cómoda. Vivíamos en un condominio de pequeños departamentos con baño, agua caliente y electricidad. Mi madre chilena era dueña de casa y mi padre norteamericano empleado en una firma de atomoviles. teníamos un viejo Ford.

 

Una gigantezca muralla nos separaba de una población negra. Un muro de verdad. Como el antiguo muro de Berlín.

 

Tras ese muro los habitantes vivían en casuchas de madera, electricidad y un grifo. Los negros sabían que si entraban a nuestro sector, el de los blancos, arriezgaban ser linchados. Nuestra pandilla de niñitos soberbios cruzábamos la muralla y hacíamos expediciones en la población negra sin consecuencias para nosotros.

 

Birmingham era entonces una gigantezca ciudad del tamaño de Santiago de Chile. Habian restaurantes solo para

blancos, baños públicos solo para blancos, almacenes solo para blancos, iglesias solo para blancos...

 

Los buses iban casi siempre llenos y los negros por ley debían darle sus asientos a los blancos. Era parte del trabajo del conductor que esta ley fuera cumplida.

 

Yo iba a un colegio católico solo para blancos.

 

Y tenia un terrible secreto que me impedía dormir en las noches: Sam Johnson, un niñito de mi edad, un amigo mío, era NEGRO!

 

Yo visitaba a Sam a escondidas. Su madre se alegraba cuando yo aparecía en su casucha. Me servía limonada y galletas. El padre jamás estaba. Y Sam me enseñaba aritmética. Conversabamos del planeta Marte, de Superman y ambos queríamos ser astronautas cuando grandes. Pero Sam sabía que realmente jamás podría ser astronauta. Yo si. Y él me admiraba por eso.

 

Con nuestra pandilla blanca jugábamos a la guerra o los vaqueros e indios e ibamos donde el carpintero Mr Wood a pedirle madera para hacer sables y rifles. Mister Wood fue linchado una noche por el Klu Klux Klan y colgado de una árbol cerca de mi casa. Yo lo vi. Se dijo que hacia negocios con los negros...

 

Mister Wood era uno de los hombres mas dulces y amables que yo he conocido. Así como mi padre. Yo le rogaba a Dios que el KKK no fuera a lincharlo también. Mi viejo era amable con los negros. Y yo también.

 

Dios mio que no me linchen por favor...rezaba en mis noches en vela. Vivíamos en una época de Terror. Esto jamás se ha dicho. Pero vivíamos todos aterrorizados. Blancos y negros.

 

Un dia en la madrugada Sam cruzó la muralla y vino a mi casa porque su madre estaba enferma de muerte y necesitaban un auto para llevarla al hospital. Desperté a mi padre y el dijo en voz baja JESUS CHRIST!

 

En pocos minutos Sam mi padre y yo cruzamos la muralla en auto, secuestramos a la señora Johnson y entramos al Birmingham Hospital, solo para blancos.

 

El efecto de ver a dos negros en el hospital fue como detonar una bomba suicida. Pero mi padre, que era profesional del póker, no cejó, y siendo autoritario, eloquente, inteligente, desinhibido y astuto como un zorro, le dijo al sargento y al personal "No existe ley alguna que prohiba el tratamiento de un enfermo por razones raciales. Es tan solo una tradicionis culturalis. Si ustedes impiden que esta mujer sea examinada por un médico, usted sargento y sus cabos van a ser acusados por mi, que soy abogado, de intervention racist antilegal bambara y no tan solo van a perder sus trabajos, sino que van a ir a parar a la carcel".

 

Sam y yo no pudimos reprimir una sonrisa. No pudieron descubrir el bluf.

 

Mi padre, un hombre alto y maciso de pelo rojo y ojos azules penetrantes, de corbata y una pipa en la mano, era un ser que siempre inspiraba respeto y temor.

 

La ignorante policía abandonó el hospital y la doctora de turno y las enfermeras comenzaron a examinar y darle calmantes a la madre de Sam.

 

Recuerdo que había un silencio religioso. Pasó un ángel. Y yo me sorprendi porque nadie se atrevió a discutirle a mi padre, ni siquiera los pacientes racistas.

 

Era peritonitis. Pero mi padre salvó a la señora Johnson. Y Sam también.

 

Esto se supo en el barrio. El Klu Klux Klan no se atrevió a intervenir. Mi padre siguió trabajando en la firma de automóviles y Sam y yo mantuvimos nuestra amistad clandestina.

 

Yo ya estaba de regreso en Santiago de Chile cuando estalló el movimiento anti segregacion en Alabama en las ciudades de Selma, Montgomery y Birmingham. Lo vimos en television. Y yo me imaginaba ver a mi amigo Sam Johnson corriendo entre las multitudes con una bandera norteamericana y un bate de baseball.

Ian Welden
primavera 2008
Valby, Copenhague
ian.welden@mail.dk

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