Es como si el mar, una brizna de mar, algo marino, llegara envuelto en un saquito de masa suave. El envoltorio antes lo hacían las madres con ese soplo vital y luminoso de la harina.
Ahora buscamos llegar a las bocas de los queridos, desde el conocimiento, esquivar el lugar común como en la poesía. Acaso la literatura y la cocina se parezcan.
Ingredientes o palabras, el arte está en la combinación, el amoroso cuidado, el tiempo, el azar que mueve.
Los vamos a buscar, los esperamos, ese color fuerte y suave, lo masculino y lo femenino que se encuentran y se penetran. Los arrojamos al agua burbujeante, los sacamos algo duros, al dente.
Los colamos para envolverlos en su baño de espumas cremosas, blancas o rojas. Su nuevo pequeño océano puede ser una salsa suave de tomate y hierbas. Puede también ser la crema que acaricia con algo que se inventa, como una leche espesa, mar en el que los ravioles se revuelven, no descansan, buscan la fortaleza de las especias, buscan un algo, buscan lo indescifrable.
Pd: Y esperan, como una mujer, ser cubiertos por la lluvia de queso en hebras.
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