Ella cantaba.
En la voz el asombro
por tanto augurio fané y descangayado
todo por haber dado ese paso
al que llamaban malo
y que para ella estaba pleno de gracia.
En su barrio de Delfos
el oráculo le vaticinó
un futuro de viejita abandonada
secándose las lágrimas
al pie del piletón.
Decidió dejar el tango.
No hay futuro para las minas
que no quieren sufrir, se dijo,
y cambió de ritmo.