Las ciencias sociales y el proceso de perfeccionamiento: Autora: Dolores Vilá Blanco.[1] |
La Educación Superior en Cuba se encuentra en un
movimiento reorganizador de su desempeño, lo cual convoca a todos los
especialistas a participar en el mismo desde las diferentes actividades en
que materializan su labor. La intelección diáfana de la propuesta
demanda de una presencia activa a todos los niveles la cual permita sobre
la base de la experiencia acumulada la superación y balance de lo que se
propone para poder salvar las distancias de los errores cometidos en
movimientos anteriores de esta índole, siempre y cuando de lo que se
trate sea de modificar la realidad y no el imaginario, o lo que es lo
mismo, la existencia a partir de lo alcanzado y no los acostumbrados
cambios de forma o retoques de cosmético que sólo responden a
circunstancias aisladas de puertas a fuera de las demandas objetivas. Las reflexiones que se someten a consideración
provienen básicamente del legado de dichos procesos en la Disciplina de
Marxismo y tienen por ejes y/o motivos coadyuvar en lo posible al
saneamiento de los modos cronísticos de perfeccionar en esta área del
saber, lo cual no niega que fenómenos similares se produzcan en otras
disciplinas, todo lo cual invita a un debate franco y respetuoso sobre los
destinos de la academia en Cuba. A lo que se agrega, que dentro de las múltiples
dimensiones posibles de someter a examen se seleccionan después de
valorar las mismas algunas de las de mayor incidencia para a partir de
ellas desgajar lo primordial de lo derivado. El perfeccionamiento de la enseñanza ha de ser por su
naturaleza un movimiento perenne e inconcluso que opere como necesidad
perpetua de sus hacedores consuetudinarios, dado que no puede hablarse de
ciencia si esta no asume desde sus raíces mismas su condición cambiante,
tanto en sus contenidos mismos como en los modos de trasmitirla en
concordancia y coherencia con
la dinámica no sólo de su objeto sino del mundo en el que se encuentra
inserta, todo lo cual conmina, inexorablemente a que crezca en avenencia
con las realidades que investiga y socializa. Es por ello, que el
movimiento progresivo de mejoramiento ha de transcurrir de manera natural
y no forzada, ni pautada por agentes cuasi organizadores fuera de su
inmanencia ya que de ser así la ciencia en cuestión, y por añadidura
su enseñanza, poseerían una naturaleza fuera de su especie para el
cambio. Siendo consecuentes en tal sentido con las prédicas martianas en
el espacio de continuidad y perpetuidad del crecimiento científico,
recordamos aquello de que, “(...) la elemental pedagogía enseña que dañan
los intervalos a la educación”.1
Por cuanto programar hasta el período de perfeccionamiento es un
craso error para la educación misma la cual demanda de modificación
constante en todos los aspectos que les dan solidez y cuerpo para educar
acorde a las demandas y circunstancias de cada momento y lugar. Este aspecto esencial no niega, ni por asomo, el
funcionamiento organizado de la enseñanza, pero la estructura de la toma
de decisiones ha de descansar en lo fundamental y en primera instancia en
los especialistas que asumen la responsabilidad por sus destinos, los
cuales conocen lo unitario y variado que le tipifica y pueden con mayor
autoridad a partir del conocimiento de lo peculiar de su entorno concreto
proponer las alternativas validas para el crecimiento paulatino de la
calidad que tributa a la formación de especialistas de alto nivel científico.
Esto impone además, la imperiosa necesidad de contar
en tal movimiento con sus usuarios, a saber en este caso: el estudiantado
de la Educación Superior, aspecto este que puede y debe implementarse
mediante diversas vías en todo el país, en particular la sociológica,
cuestión esta, que ha sido asumida hace ya bastante tiempo por muchos
departamentos y centros para introducir proyectos educativos de mayor
alcance dentro del rango que les compete que eliminen todo posible atisbo
de apatía y porque no, animadversión que pueda aparecer en ellos fruto
de que no se asuma el saber de forma integrada en la explicación de los
procesos científicos en intimo correlato con los problemas sociales a
solventar. Con ello, se subrayan dos aspectos medulares, por un
lado, el cambio constante hacia el interior del cuerpo de la disciplina o
ciencias que la compongan, su propensión imprescindible a la totalidad
sin perder su identidad y sus imbricaciones con el resto de otras con que
coexistan en los diferentes currículos como constancia de completamiento
y realismo de los diferentes eslabones de incidencia, es decir, es
alcanzar en los diseños la muy renombrada integración y abandonar el
reino de la fragmentación, que siempre aparece y florece a despecho de lo
declarado. Por otro, la organización científica no jerárquica y
altisonante del perfeccionamiento a los diferentes niveles es decir
colectivos, departamentos, Facultades, Centros de Educación y el país
acorde a las pertinencias del desarrollo concreto que poco a poco se va
generalizando. Estos dos sintéticos niveles por sí mismos poseen
profundas complejidades para ser armonizados, a lo que se añade la
relacionalidad que les preside y que no siempre es bien encaminada dañando
momentos vitales de la enseñanza, pero una cosa es indiscutible e
irrefutable, la ausencia de una autonomía razonada y racional de los
Centros de Educación y sus componentes producto de su dependencia hacia
el ministerio complica aún más las posibilidades fundacionales y de
crecimiento que cada colectividad y/o colectividades despliegan en la
eficacia de la relacionalidad antes apuntada, lo cual retarda los
movimientos de ascenso hasta en la producción de materiales docentes que
se elaboran por los profesores a costa de su tiempo libre, y que para su
malhadado signo se encuentren fuera del plan previsto aún y cuando sean
de urgencia de esa área en cuestión por poner un ejemplo. Expliquemos esto, el ahorro de recursos para los
esfuerzos nacionales que se asumen mancomunadamente en la figura del
Ministerio y su dirección de Marxismo, no pueden amputar el desarrollo
concreto de los colectivos que dirige, no existe justificación para que
las publicaciones vean la luz sólo con el visto bueno de sus cuadros - a
los que se les respeta por lo encomiable de su trabajo -, pues sus empeños
de control, por la magnitud a abarcar, dejan margen a que muchas de las
producciones de los trabajadores las cuales se realizan en función no sólo
de los programas docentes sino de investigaciones de punta queden fuera de
lo que planifican, lo que origina que se produzcan libros y materiales con
retardo haciéndose obsoletos y/o los textos generales no respondan a las
urgencias especiales de cada Centro
de Educación Superior o área del saber. Así las cosas, más allá del
ejemplo escogido y sus consecuencias, esta dependencia toma cuerpo en una
multiplicidad de factores que de describirlos no alcanzaría el espacio
propuesto para el análisis de lo primordial. En síntesis, al proponerse
mover a un Leviatán las afectaciones son generalizadas abarcando todos
los espacios del que hacer pedagógico en Cuba, pues la dinámica de los
procesos no se puede seguir eficazmente bajo tales designios
organizativos. Es decir, hablamos de flexibilidad real que redunda en
crecimiento del cuerpo general, ya que resulta imposible dadas las
diversidades que le asisten a la Educación Superior en el país mover
partes que no estén preparadas para los cambios que se proponen - todos
ellos pautados desde arriba- por
muy buena intención que les asista, o en caso inverso retardar el avance
de un sector en tanto no esté preparado el resto. A lo que se suma la
imposibilidad de tributar cambios sustanciales a estructuras que ya han
fenecido o que inmovilizan la nueva cualidad lograda, pues se debe recibir
la aprobación del centro rector del proceso. Tales restricciones imponen
una evaluación certera de tal estado de cosas que a la larga pudiera
hipotecar el futuro, dado que con el desarrollo alcanzado, la madurez de
los claustros, la lucha por un actuar renovado y rejuvenecido conmina a
nuevos lances de responsabilidad que sólo se logran en la medida en que
la toma de decisiones resulte más socializada. No basta
con una Comisión Nacional por muy ilustre que sea para impulsar nuevas
ideas, las ideas han de brotar cual hontanar en realidades complejas y
específicas, sólo ellas pueden ser el reflejo de la inmanencia de un
perfeccionamiento a la altura de lo alcanzado por aquellos que cada día
ante el aula, con la realidad de frente viviéndola, transformándola
saben, debaten y conciben lo que demandan los tiempos que corren, y son
conscientes por añadidura, de qué se puede o no hacer respetando lo
logrado, o lo que es lo mismo, sin recalentar la herencia levantarse sobre
cimientos reales para tributar al porvenir. Otra arista
negativa que proviene del tipo de “disposiciones generales a asumir”,
-donde por supuesto se encuentran representantes de diferentes Centros de
Educación Superior- se encuentra en que dichas exiguas representaciones
no varían el carácter obligatorio de las mismas, a lo que se añade la
propia connatura de “representar”. La representación es incapaz de
hacer valer lo específico por encima de los intereses generales que son
los que a fin de cuenta priman, los que como corolario no son resultado de
escuchar y encarnar fehacientemente las valoraciones de los docentes de
los diferentes departamentos o centros para darles margen a sus verdaderas
urgencias en consonancia con una realidad generalizada de prestación de
servicios que precisa de coordinaciones cambiantes con los claustros donde
trabajan si de integralidad y excelencia se trata, y esto no es posible
dado que la representación nunca significa mayoría, menos aun totalidad.
A esto se le suma, que sí bien al elaborar el
documento rector el cual contiene además de objetivos, conocimientos
generales, la estructura de asignaturas por disciplina, amén de dejar un
escuálido espacio y cito “a partir de los cuales cada centro elaborará
sus programas”, lo que sucede en realidad es que la generalización de
lo que debe darse y las estructuras en que deben accionar deja poco
espacio al aporte departamental o de los colectivos docentes insertos en
diferentes facultades, por cuanto el rango de movimiento se produce dentro
de una salsa cocinada a priori que demanda confirmación de sus
realizaciones. Todo lo cual origina que lo específico se diluya en lo
general, y que la experiencia de trabajo lograda en un cúmulo de años
deba adaptarse a una situación que no es real y que en muchas ocasiones
retrotrae lo alcanzado a lo elemental preestablecido, a un estándar
definido que acuña al perfeccionamiento con aquella célebre frase de
Eclesiastés (I. 9): “Nil novi sub sole”, es decir “nada nuevo bajo
el sol” o de manera ampliada: “Lo que fue eso será. Lo que se hizo,
eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol”. La voluntad de mejoramiento es un acierto del
movimiento educacional cubano a todos los niveles, la pertinencia del
mismo como esencia del proceso formacional es otro logro presente a lo
largo de éstos años de difícil labor, pero la constancia, gradualidad y
participación de los educadores en general más allá de ejecutar los
programas preconcebidos es un aspecto medular que tiene que cambiar. A esto se añade en la complejidad que asiste al
asunto, las imprescindibles conexiones activas de la disciplina Marxismo
para con el resto de las que conforman las carreras, las cuales conminan a
respuestas rápidas y eficaces de las cuestiones específicas a dirimir
activa y conjuntamente, entre las que podemos citar qué, cuándo, cómo y
bajo qué condiciones se precisa enseñar al complementar y articular el
saber entre las ciencias de manera dinámica y eficiente lo cual va
conformando un cuerpo reorganizado totalizador y especial acorde a la
especialidad en que se trabaja orgánicamente en evolución. Así como,
con la constante variación del Plan Integral de Trabajo Educativo que
incluye exigencias particulares, diversas a medir y cualificar
fidedignamente para una educación de excelencia que trascienda a
actividades extra curriculares que tributen a la formación integral, real
de los jóvenes y del propio claustro aspectos éstos que originan una
amalgama de urgencias de muy difícil solución sí las respuestas deben
consultarse fuera del ámbito concreto en cuestión donde se genera el
perfeccionamiento y ajuste del trabajo educativo en toda su raigambre
científica y político ideológica. Todo lo
antes expuesto trae consigo que al programarse las tendencias
perfeccionadoras de manera general cada cierto período de tiempo dentro
de un marco de sujeciones no justificadas como se ha apuntado con
anterioridad, lo alcanzado a niveles operativos primordiales no puede
encontrar respuesta en la propuesta que se elabora a escala de país, y
por tanto la continuidad del trabajo se pierde y no encuentra solución
y/o adecuación entre lo genérico y lo particular. Estos vaivenes inciden negativamente no sólo porque se
desaproveche parte de lo logrado, sino porque las propuestas que se
implementan son pensadas y diseñadas por quienes a veces no conocen o
puede parecer que desconocen en realidad lo que se ha hecho en el país o
internacionalmente en materia de intelección de la ciencia y su enseñanza,
lo cual se evidencia en las asincronías que afloran en los documentos
rectores que se elaboran para ser implementados por los docentes, un
ejemplo elemental de ello es el referido a una asignatura que viene cronísticamente
denominándosele incluso en libros de texto Teoría Sociopolítica. La
autora de esta aproximación preguntaría a quienes preestablecen que
ciencias integran a la disciplina objeto de discernimiento, si se percatan
que la determinación dialéctico materialista de la política – se
utiliza un término bien manoseado - acaso, no es lo social, por lo que
sobra – en el más leve apunte del problema - lo de socio en sociopolítica,
caemos pues en una trampa del lenguaje o cómo llamar a este desliz que se
viene cometiendo sin que nadie ponga coto a tamaño error, entre otros
posibles argumentos. De todo lo descrito, se infiere que lo que subyace en
realidad, no es una tautología que ni por asomo es risible, sino una
ausencia constatable de seguimiento de los conocimientos, métodos y
discursos históricos respecto al problema y por ende del objeto real de
una ciencia entre los muchos elementos de carencias que se puedan
inventariar en la necrología de esa denominación y sus implicaciones
para quien deba explicarla y recibirla. Puede
preguntarse el profesor de fila, si ello es resultado de premura ante
respuestas que los responsables del perfeccionamiento deben dar y que no
se debaten en el momento correcto y con la anuencia de los implicados, lo
cierto es que el modelo mental de funcionamiento que se ha asentado históricamente
limita la polémica incluso organizada de crecimiento para tales asuntos,
por respuestas aparentemente discutidas con un reducido grupo de
profesionales a los que la premura y las muchas soluciones a dar propician
espacio a gazapos de esta u otra índole. Además sucede con más frecuencia de lo que debiera,
que una vez determinado el cuerpo de lo que se debe dar, cuando los
representantes de la disciplina bajan a los colectivos no existe tiempo de
discusión teórica, dichas reuniones transcurren en un escenario de
rendición de cuentas genéricas por puntos predeterminados a veces
desconocidos y sorprendentes para los jefes de departamento, colectivo y
de disciplina que se preparan para otra calidad de encuentro para las que
no existe tiempo de una iniciativa científico metodológica que dirima
aspectos sustanciales como los antes inventariados, pues entre otros
aspectos dichos puntos son informados en el momento de la reunión sin que
ni siquiera quede espacio para variar la agenda prevista por quienes
dirigen el proceso, se llama la atención que la reunión no se desarrolla
con todo el claustro departamental –algo así como: a veces sí a veces
no-. Esto es una constante de todas las nuevas elaboraciones de planes de
estudio, por lo que el profesional de base tiende a desmantelarse y seguir
el curso pautado de antemano, toda vez que resulta inasequible cambiar la
marcha de las estructuras y mecanismos de dirección que paralizan la
actividad, a lo que se suma,
el encontrarse inmersos en una multiplicidad de respuestas para las que a
veces no se tienen las más mínimas condiciones y que nada tienen que ver
con el enmohecimiento a que se propende. Todo lo antes apuntado insta a considerar que las
disposiciones que resultan finalmente para aplicarse poseen un carácter
arbitrario y antihistórico no sólo para la trayectoria de crecimiento de
cada colectivo, sino además de las propias ciencias que se proponen o nos
proponen enseñar. Por otro lado, se desconocen las experiencias concretas
que se verifican en todo el país, las cuales no siempre encuentran
espacio para socializarse y valorarse al retomar lo posible en cada lugar
que sea pertinente, al adecuar lo óptimo que tribute a lo deseado a
escala nacional de forma razonada y sin imposiciones generales sobre los
lances particulares en cualquier centro en cuestión. Debe entenderse que no puede aplicársele camisas de
fuerzas al movimiento de saber, qué dirigir no significa sustituir en lo
más elemental, que es a fin de cuentas definir con meridiana claridad qué
precisan los estudiantes distintos por la naturaleza de sus
especializaciones. Que lo diverso no puede diluirse en lo unitario, pues
se convierte en una falacia dado que se desconoce la necesidad esencial
diferente en cada caso concreto al nivel más inferior; lo que por ende
coloca al profesor que se encuentra en condiciones de menor desarrollo de
las que posee la media en una situación penosa por excelsitud cuando se
afronta el perfeccionamiento pautado desde fuera y desde arriba, lo cual
incide por supuesto en la persona que forma, o viceversa
allí donde existe mayor desarrollo se le ponen bridas al
establecimiento de lo novedoso que a veces suena raro
en un ambiente generalizado de ausencias materiales y espirituales, pues
resulta muy común en tales disposiciones generales que cuando se
desgranan las propuestas se sigan utilizando ideas términos, conceptos o
puntos de vista de estadios inferiores ya superados, que al volver a
presentarse con cambios de forma fundamentalmente en el lenguaje no hacen
más que ennegrecer el entendimiento, no estimular el saber, y
desprofesionalizar al docente. Por lo que, los avances alcanzados se pierden en giros
bruscos que no abren el cauce a lo gradual acumulado sin el espacio lógico
de adecuación de los conocimientos, inserción de resultados de
investigación y formas de asumir la enseñanza, pues el progreso a que se
debe aspirar es un movimiento de pasos que sitúa al individuo en
condiciones aptas para asimilar el saber y este no es ni puede ser unánime
ni modelado fuera de la connatura de la actividad educativa. Las
mediaciones a un accionar que
conduzca a una totalidad de excelencia no pueden fabricarse en
laboratorios pre-instituidos y menos aún son resultado de los vaivenes de
la moda u otros dictados. La autora del presente examen, no se propone dar golpes
de espada con sus disquisiciones, que vale señalar no son resultado de
elucubraciones abstractas enclaustradas en los muros de la Bicentenaria y
envueltas en un manto de verdades acabadas y sofocadas por el calor
propio del trópico, por el contrario busca un entendimiento y progresión
científica, expone un sentir y una preocupación declarada en más de un
enclave académico en todos estos años de experiencia profesional en
avenencia con sus colegas, aún y cuando la forma de plantearlo lleve su
cuño personal que puede no resultar del todo agradable, aunque según
Martí y esto le tranquiliza: “El estilo, más que en la forma, está en
las condiciones personales que han de expresarse por ellas. El que ajuste
su pensamiento a su forma como una hoja de espada a la vaina, ese tiene
estilo. El que cubra la vaina de papel o de cordones de oro, no hará por
eso de mejor temple la hoja”.1
Por tanto, bajo las desavenencias de criterios, aspecto lógico de un
crecimiento humano, si el presente examen logra ajustar la espada a la
vaina y mover conciencias al respecto valdrá la pena continuar templando
la hoja de la espada por el devenir de la educación en Cuba. Notas: [1]
Doctora en Ciencias Filosóficas. Profesora Titular de la Universidad de la
Habana. Email: dvb@ffh.uh.cu
En CD-ROM Multimedia de la Asociación de Pedagogos de Cuba, ISBN 959
-16- 0449 -1 1 Martí, José, “Escenas Mexicanas: Boletines de Orestes”, Pág. 743, Obras Completas en dos tomos, Vol., II, Edit. Lex, la Habana 1953. 1 Martí, José, “Crítica y Didáctica. - Cuba”, Obras Completas en dos tomos, Vol. I. Pág. 759, Edit. Lex 1953. |
Dolores Vilá Blanco
Doctora en Ciencias Filosóficas.
Profesora Titular de la Universidad de la Habana.
Email: dvb@ffh.uh.cu
Ir a índice de América |
Ir a índice de Vilá Blanco, Dolores |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |