El filme viene en tercera dimensión (3D) y en pantalla normal (2D). He visto Thor de ambas maneras y vuelvo a quedarme con la presencia tradicional. En 3D, en lugar de personajes –siento yo– quienes hablan son maquetas y –además– la profundidad de campo deviene recargada (se evidencia su artificialidad por computadora). No entiendo por qué la gente prefiere pagar más para películas en 3D cuando se ven mejor de manera tradicional.
El 3D es solo un artificio para hacer más caro el boleto. Punto. Es como estar viendo los viejos “view-masters”, solo que con figuras en movimiento. Por otro lado, estas cintas son lo que se llama un “blockbuster”, cine pasajero y eficaz distracción. De ahí no pasan y es el caso de Thor.
Dentro de esa buena hechura formal (aspectos técnicos), esta película evidencia su vacío conceptual. A más logros formales, menos ideas. Es como si el guion literario corriera por sí solo, forzado por los cambios escénicos entre lo que sucede en la Tierra, a donde llega Thor, y lo que pasa en Asgard, el mundo natal de Odin y de su hijo Thor.
El filme entretiene por delirante y por su buen humor. Chris Hemsworth puede ser un tipo guapo, pero es pésimo actor y no le da sustancia a su personaje de Thor ni a la trama ni a la película. ¡Fatal! Muy bien Anthony Hopkins con sus distintas emociones, pero quien sobresale es Tom Hiddleston, como Loki, antagonista de Thor (¡expresivo!). Natalie Portman pasa sin pena ni gloria, como un cisne tirando a pato.
El filme Thor sirve para pasar el rato, como un noviazgo sin pretensiones de nada. Solo así es recomendable. Es industria millonaria para hacer más millones y arrollar a quien se le meta, y miren ustedes quién se le mete: la película costarricense El compromiso (2011), qué bien, de esta hablaré mañana.
