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Tan fuerte y tan cerca Crítico
de cine La Nación |
¿Qué es esto? ¿Una bomba nuclear lacrimógena o cine? Optemos por lo segundo para justificar esta crítica, sin perder de vista que lo primero, el exceso sentimental, es lo que da al traste con el filme. Hablo de la cinta Tan fuerte y tan cerca (2011), hundida en el ternurismo y en la crudeza enajenante. Este ejercicio manipulador viene desde el guion, escrito por el conocido Eric Roth, a partir de la novela firmada por Jonathan Safran Foe. Luego, el director Stephen Daldry brinda su talento para reforzar todo el dolor tormentoso de la trama, o sea, sabe jinetear la burra que le dieron, solo que tanto abuso se trae la película al suelo. Le sucede la del maromero que se excede con sus brincos en el aire. Extraña esto de Stephen Daldry, de quien hemos visto largometrajes de gran sustento, dramas de tensado equilibrio emocional como Billy Elliot (2000), Las horas (excelente, del 2002) y El lector (2008). Hoy, son tantas las cucharadas de dolor que nos dan las imágenes de Tan fuerte y tan cerca, son tan forzadas y tan efectistas, que este largometraje termina por ser lo contrario del melodrama pretendido: es poco creíble con sus emociones, o sea, resulta más bien falso. Bien lo dice el refrán: “La piedra que mucho rueda no sirve para cimiento”. La película narra la historia de Oskar Schell, niño precoz y altamente sensible, de nueve años. Él se considera inventor, diseñador, astrofísico y viajero explorador. Cada situación suya la vive estimulada por su padre y es evidente la estrecha relación que hay entre ambos, al punto que la madre parece vivir al margen. |
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El papá, por un ardid de la vida, muere en el atentado a las Torres Gemelas del 11 de setiembre del 2001. El dolor quema al niño en toda su estructura emocional, ¡lógico! Lo malo es que el filme se regodea en ello, como quien despelleja una oveja en lugar de esquilarla tan solo. En las pertenencias del padre, Oskar encuentra una misteriosa llave y se lanza a la búsqueda de la cerradura de esa llave por cierta parte de Nueva York, con la tenacidad heredada del papá. A cada personaje que aparece, aumenta la actitud lacrimógena del filme convertido en pretencioso valle de lágrimas. ¡Cansa! ¡Aburre! ¡Resulta cursi! ¡Deviene en histeria! Debemos reconocer el talento del niño Thomas Horn como actor y aplaudir el trabajo de Max von Sydow como el abuelo (gallo viejo con el ala mata). Tom Hanks, como el padre, solo es un soplo en la película y a Sandra Bullock le basta con poner rostro compungido, como imagen de María en procesión de Semana Santa.
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TAN
FUERTE Y TAN CERCA
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por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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