Sin límites
(2011) William
Venegas Crítico
de cine La Nación |
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Me imagino que ustedes han visto un globo inflado y agarrado por la mano de un niño, al vaivén de los pasos del infante. Luego, el globo se zafa de entre los dedos del crío y se escapa, a la deriva, por donde le dé la gana, para luego caer también en donde le dé la gana y a como le dé la gana. Pues bien, sirva esa imagen para pensar en lo que es el filme Sin límites (2011), dirigido por Neil Burger. Su principio, desde el guion escrito por Leslie Dixon, es sugerente: la historia de un tipo a quien, un día cualquiera, le ofrecen una especie de “pastilla de la inteligencia” (llamada NZT 48), que le amplía las posibilidades de conocimiento y de percepción cerebrales. El tipo, llamado Eddie Morra (actuación irregular de Bradley Cooper) pasa de ser un escritor al que no le salía ni el primer capítulo de su novela, de eso, a triunfar en todas las condiciones de vida (domina la matemática, deviene escritor afamado, habla idiomas mejor que en la torre de Babel, triunfa en la bolsa y entra en la correntada de hacerse millonario). Esto último es “lógico”. En el cine de Hollywood nadie tiene algo si no es para hacer dinero con actitud individualista: la solidaridad al carajo. Con el dinero viene la adquisición de poder político y, ah, por si acaso, el tener bellas mujeres (¡es parte del estereotipo!). El filme camina bien como cine sociocrítico, donde se desnudan los juegos de grandes empresas por intervenir y apoderarse –por ejemplo– del petróleo de Libia. Hasta es valiente al decir esto. También es interesante como filme psicológico, cuando desnuda los alcances de la pastilla en el cerebro humano, su carácter adictivo, su necesidad de aumentar dosis y su carácter mortal. El problema narrativo es cuando comienzan a aparecer más y más sujetos adictos, todos tras “la fuente de la eterna inteligencia”, que parece salida de la nada. También es cuando surgen secuencias y más secuencias del todo arbitrarias, que solo le meten un ilógico “diversionismo narrativo” al filme. A más situaciones, más personajes, y la película se le escapa al director. Del todo. Es cuando los juegos de imágenes sustituyen el interés por lo narrativo. Aparecen buenas construcciones visuales, pero otras son del todo videocliperas, sin ningún significado especial y sin ningún enriquecimiento de la película en lo que debiera ser: narración y representación. La música es también arbitraria y excesiva. Las actuaciones suben y bajan, al tono de Bradley Cooper y, en tanto, Robert de Niro aparece sin esforzarse en nada, entra y sale, sale y entra. Es solo una circunstancia que ni suma ni resta. Hay momentos en que Sin límites quiere volver al ritmo y a las inquietudes del primer tercio, uno respira, pero luego vuelve a irse como papalote sin dueño. |
Lástima. Esto se llama desperdiciar la ocasión. Tal vez con la novela de Alan Glynn no suceda lo mismo, no sé, no la he leído. En todo caso, como lo dice el filme, la moraleja es que cuando la vida excede los sueños, se rompen los códigos. |
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Estreno. Robert de Niro y Bradley Cooper en filme de interés inmediato que pierde fuelle poco a poco. |
Sin límites Título original: Limitless EE. UU., 2011 Género: Ciencia-ficción Dirección: Neil Burger Elenco: Bradley Cooper (Eddie Morra), Robert de Niro (Carl van Loon), Abbie Cornish (Lindy), Anna Friel (Melissa) Duración: 105 minutos Calificación: DOS estrellas de cinco posibles |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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