No sé a qué se debe esa manía de Hollywood de llevar hasta el cansancio las que, precisamente, no son sus mejores películas. Son razones económicas, de taquilla, me dirán ustedes. Pues sí, y también es muestra de que el mal gusto campea con el público de Estados Unidos.
Ahora nos llega Scream 4 (2011), pese a que nos dijeron antes que sería solo una trilogía. De nuevo, viene de las manos del tándem de Wes Craven (director) con Kevin Williamson (guionista). Lo único novedoso es que, en el título original, se lee Scre4m, con un cuatro en lugar de la “a”.
Han pasado diez años desde la número tres y la peor noticia es que sigue otra trilogía. Espero que les vaya mal económicamente y el proyecto se les acabe por agotamiento propio y por su consiguiente ley del mercado (en la sala donde vi esta película no había más de diez espectadores).
El equipo actoral es básicamente el mismo. Aparecen algunos adolescentes nuevos que encarnan, sobre todo, al conocido asesino con la máscara de quijada larga. Ninguno sobresale y la dirección de actores es inútil. Con el elenco anterior, sucede lo previsible: siguen dentro de la misma película.
Ellos y ellas son: David Arquette, el policía simplón; Neve Campbell, quien ha perdido no solo galanura, sino también energía histriónica; y Courteney Cox, quien sí ha ganado en belleza adulta, pero nada en talento actoral.
Lo cierto es que a todo gallinero llega el zorro y el conocido enmascarado, Ghostface, aparece cuando se celebran –precisamente– los diez años de su desaparición en el ahora sosegado pueblo de Woodsboro. Por supuesto, también regresa Sidney Prescott, quien ha convertido su “horrorosa” experiencia anterior en un éxito editorial.
Con la aparición de Ghostface, los crímenes salvajes suceden de nuevo, siempre con bellas muchachas cruelmente apuñaladas. Uno intuye muy pronto que Ghostface no es solo una persona, sino que son dos, ¡tan predecible es el filme!
