Los piratas siguen en boga, sean o no caribeños. Ahora nos llegan en una película animada con el título de ¡Piratas! Una loca aventura (2012), coproducción entre ingleses y estadounidenses, donde –curiosamente– la mayor parte de la aventura no sucede en altamar.
Resulta que, en plena época victoriana de la corona inglesa, cuando la reina odia a los corsarios, estos se las agencian para tener una especie de mundo feliz en los distintos puertos con sus tabernas. En una de ellas se celebra el concurso de El Pirata del Año, con un trofeo que se le da a quien haya hecho más piratería.
Por razones de época, este concurso no contempla ardides con computadoras, como bajar películas, “quemar” discos y similares. Eso sí, un grupo extravagante de piratas y su impar capitán desean llevarse dicho premio. Esto los llevará a lances aventureros desde Isla Sangrienta hasta las mismísimas calles de Londres, donde la reina Victoria impone su voluntad.
De camino, los bucaneros mencionados se encontrarán con el científico Charles Darwin, quien anda en sus investigaciones sobre la evolución y tiene un mono que jugará papel importante en la historia. Darwin se pone listo cuando ve que el capitán de los piratas anda consigo, como mascota, un dodo.
El dodo es una especie animal ya extinta, era un ave que no podía volar, llamada así por los portugueses (“tonto” en jerga portuguesa) por esa incapacidad del pajarraco para calar. Cuando la reina Victoria se entera del dodo, ella lo quiere a como sea y se enfrenta a los piratas.
¿Saben para qué quiere la reina a dicha ave? ¡Para comérsela!, porque para ella no hay nada más rico que comerse una especie en extinción. Así se burla la película de la reina inglesa y emperatriz de la India (segunda mitad del siglo XIX). Hoy, a otros reyes les da por la cacería de elefantes e igual les vale un comino.
La historia de ¡Piratas! Una loca aventura está bien narrada, sin sobresalto alguno, con sus situaciones insólitas bien estructuradas. Lo único es que se excede con su humor británico y se pone lejos de la información de la niñez costarricense y, posiblemente, de muchos adultos. Sobre todo, con su carácter paródico sobre la cultura inglesa de la época victoriana.
Por supuesto, esto último no la hace mejor o peor película, es solo que el crítico debe estar al ojo de la huella. Ah, pero el filme se siente lento con su propia tarea visual, con el uso poco dinámico de lo que llaman “stop-motion”, esto es, la filmación cuadro a cuadro, figura a figura.
