Megamente |
La animación por computadora en cine es del todo irregular, con puntos altos y otros no tanto. Hay filmes inolvidables como Up (2009), donde la virtuosidad formal se conjuga de maravillas con la riqueza temática o conceptual. Hay otros de calidad dudosa, como Madagascar 2 (2008), y los hay también “más o menos”, como es el caso del estreno último: Megamente (2010), dirigido por Tom McGrath para los estudios DreamWorks, película que también utiliza ese deplorable gancho comercial que es la tercera dimensión (3D), dañina –además– para los ojos de los espectadores más pequeños, lo que los padres prefieren ignorar con importante irresponsabilidad. En ese sentido, las distribuidoras comerciales en la propaganda, con el visto bueno de la Oficina de Censura, se atreven a escribir: “Recomendada para niños”. ¿No es que la Oficina de Censura debe proteger a la niñez? ¿O solo la protege ante desnudos, sexo y violencia? Sobre lo dañino de la 3D en la vista infantil, hay bastante literatura. Por lo demás, lo que tenemos con Megamente (el filme) es un pastiche de asuntos muy trillados en las historias de superhéroes, sobre todo con lo del cansancio anímico de estos nuevos titanes, quienes –en un momento dado– prefieren irse a cantar odas a la vida retirada, como las cantaba fray Luis de León: “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido…”. También es repetitiva, al hartazgo, la tensión planteada en la relación dialéctica del bien y el mal, con el asunto de que no puede haber uno sin otro y con el triunfo consabido del bien, gracias a la conversión del personaje malo (Megamente). Por supuesto, eso no sucede en el aire, sin decir tus ni mus. ¡Qué va! Es aquí donde resulta importante la presencia de la fémina del caso. Por amor a ella, Megamente se siente más motivado que Supermán con su amiga Luisa Lane. Ya se sabe: a buen diente no hay mal pan, por lo que a donde el corazón se inclina, el villano camina: será un nuevo superhéroe. Por supuesto que hay evolución de personajes, pero esta se muestra con nutrida superficialidad. |
Sabemos que la generosidad infantil es acrítica ante el cine mediocre. Sin embargo, esto no hace, de un filme, una buena película. Megamente es, sin duda, un espectáculo soso, previsible, cuyos puntos de giro en la narración se muestran de manera abúlica, como quien no quiere la cosa. El
diseño de personajes es una especie de calcomanía o copia al carbón de
otros, como copiar y pegar, y este es el tránsito de la “peli”. |
En lo técnico, es igual: lo mismo, con una gran calidad proveniente del desarrollo tecnológico que, para estos quehaceres, se ha alcanzado en Hollywood. Ni dudarlo que, con su carácter fabulario, el relato tiene sus moralejas, donde destaca que siempre se valora más aquello que hemos perdido: es el sentido didáctico para el público infantil, su moralina, más bien. En fin, cliché tras cliché, sin tensión narrativa (pese a que el relato ofrece la oportunidad para tenerla), con poco ingenio en las voces de la versión doblada al español, con música cajonera y sin chispa que ilumine, recordaré Megamente como un mal paso en la tradición de las cintas animadas a pura tecnología. ¡Acharita! Le falta alma, vida y corazón… y cerebro también, pese a la gran cabezota azul de su personaje. |
MEGAMENTE
(MEGAMIND) Género:
Animación Dirección:
Tom McGrath Duración:
95 minutos Calificación:
DOS estrellas de cinco posibles |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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