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La leyenda de Tarzán (Estados Unidos, 2016)
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Crítico de cine La Nación |
Así, de primera entrada, dos realidades son fáciles de señalar a propósito de la película La leyenda de Tarzán (2016), dirigida con “garbo salvaje” (oxímoron) por el inglés David Yates. Primero, la narración tan redonda que ofrece al espectador y, segundo, su pompa visual. El escritor estadounidense Edgar Rice Burroughs (1875–1950), nacido en Chicago, fue el creador del personaje Tarzán, justo cuando el propio escritor y sus lectores apostaban a sus creaciones dentro de la ciencia-ficción, muchas de ellas como parte de la llamada literatura “pulp-fiction” (por el aspecto barato del papel). Fue en octubre de 1912 que apareció su novela titulada Tarzán de los monos, con la buena estrella que todos le conocemos a dicho personaje. Fue serie en literatura, en historietas, en radio y en televisión. El primer Tarzán del cine fue el actor Elmo Lincoln, en 1918. Como historieta o cómic, el primer dibujante de Tarzán fue el canadiense Harold Foster. Sin embargo, desde 1931, si hay una persona a quien la mayoría relaciona con Tarzán es al actor Johnny Weissmuller. Si hablásemos de retórica, podríamos afirmar que entre Tarzán, como personaje, y el actor Weissmuller se llegó a dar una total sinécdoque (designar al segundo con el nombre del primero). He de confesar que crecí leyendo las revistas de Tarzán y viendo muchas de sus películas. |
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Me es inolvidable Lex Barker, mi Tarzán preferido, cuyo estilo intenta copiar ahora el actor Alexander Skarsgård en La leyenda de Tarzán. Para desgracia de esta película, este actor sueco es lo peor del filme, un desastre como el “hombre mono”: inexpresivo y nada creíble con su personaje. En general, la dirección de actores es muy mala: cada quien igual de acartonado. Pese a ello, el relato se muestra coherente y esferoidal con buen manejo del ritmo y de los tiempos narrativos, mediante la técnica de la retrospección siempre en momentos oportunos (ningún “flashback” fuera de base). Así, la historia tradicional de Tarzán se enlaza bien con su regreso de la “civilización europea” a la selva que lo vio crecer entre simios ‘manganis’. Está el asunto ideológico de siempre: el blanco que salva a los negros. ¡Es Tarzán! Esto casi resulta insalvable ahora; pero, al menos, el filme plantea bien y denuncia la codicia europea que llevó África a la pobreza actual: la explotación de sus minerales y la de sus habitantes (esclavismo). Por ahí juega bien el drama con el cine de aventuras, conjunción dicha con esplendidez visual. En términos narrativos, este viaje de Tarzán suma y suma de camino, especie de Odiseo de la selva: es historia acumulativa, donde los animales tienen la presencia tan necesaria de cualquier historia con Tarzán, este de liana en liana. Como filme, La leyenda de Tarzán se apoya en el trucaje por computadora, que gusta a las nuevas generaciones y puede abrumar a quienes, como buenos viejos, decimos que todo tiempo pasado fue mejor, por lo que añoramos el grito de Johnny Weissmuller, el cual no es otra cosa que su versión de un canto tirolés. |
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LA LEYENDA DE TARZÁN
Título original:
The Legend of Tarzan
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por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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