La invención de Hugo Cabret Crítico
de cine La Nación |
La tercera dimensión (3D) fue hecha para el cine y no el cine para la tercera dimensión, algo así como lo del sábado y el hombre que mencionó Jesús. No entender a cabalidad ese aforismo es lo que provoca menoscabo o mella en la película La invención de Hugo Cabret (2011), dirigida por el distinguido Martin Scorsese. Se le siente a la película esa excesiva preocupación por crear las mejores condiciones logísticas –medios materiales– para conseguir una buena presencia visual en 3D, y lo consigue. Sin embargo, ¿acaso se puede negar?, ello fue en menoscabo del tratamiento emotivo de la historia narrada, que se siente emocionalmente hueca durante algunos tramos del relato. Hay momentos en que me resulta historia narrada sin mayor vehemencia, en la que solo debo ver los aciertos tridimensionales. Esa ocasional frivolidad del relato viene, incluso, desde la definición y caracterización de los personajes, con el agravante de que estos resumen la filosofía de la película. En dos platos: la historia sirve para ejercitarse con el fenómeno 3D, con el uso de la cámara y el diseño de la planificación, actitud jactanciosa del director Scorsese, quien insiste en decirnos “aquí estoy yo”. Fachento, se dice en Costa Rica. Eso lo sentí desde que vi los avances de la película. Con La invención de Hugo Cabret, Martin Scorsese apuesta a demostrar que la estrella es él y hasta se permite una escena con su presencia. Con esa laguna emotiva del filme, que los seguidores incondicionales de Scorsese posiblemente ignoren, he de señalar que el filme hilvana bien una historia capaz de cerrar en círculo cada uno de sus elementos narrativos. Es cine bien logrado con su estructura y con acertados puntos de giro. Por otro lado, los cinéfilos hemos de estar agradecidos con el señor Scorsese cuando intenta un curso de historia del cine dentro del cine. Así, la película (como la novela que le sirve de base) tiene –entre sus personajes– a George Méliès, verdadero descubridor del cine como arte para contar historias y fabricar sueños. Aquí lo real sabe confundirse con la ficción. También hay presencia de los inventores del cinematógrafo, los hermanos Lumière, y la película se llena de guiños cinematográficos, de esos que entrampan con gusto a los fiebres del cine. Liviana como palomita de maíz, pero con un tema áspero (la orfandad), tenemos la fórmula exacta de alguien que sabe hacer cine, pero sin ese toque a lo Almodóvar para meternos lo melodramático en nuestras células. Las propias actuaciones comparten ese desliz: los actores pasan por la historia narrada, pero la historia no siempre pasa por ellos, a veces sí, a veces no. |
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Con méritos de la música, fotografía y montaje, la envidiable corrección formal puede excitar la epidermis, sin ir adentro, por lo que la fuerza de este largometraje anida en su razón visual y no tanto en el concepto, sin dejarlo al abandono (Scorsese no se permitiría este descuido) ¡Cuidado! No digo que sea una mala película, ¡jamás!, solo dejo claro que no es el filme excelso que elogian algunos incondicionales de Scorsese, quien, con ingenio cinéfilo, busca premios distintos aquí o allá; mas no lo voy a fustigar por eso. Sea, pues, dada mi recomendación. |
LA
INVENCIÓN DE HUGO CABRET |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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