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Tal fue el éxito de la
película “Kigsman: El servicio secreto” (2015), dirigida por
Matthew Vaughn, que muy pronto se habló
de una secuela y aquí la tenemos: se titula “Kigsman: El
círculo dorado” (2017), que nos llega de la mano del mismo director.
¡Extraño! El mismo realizador y tenemos dos productos muy diferentes.
Si para el estreno en
Costa Rica de “Kigsman: El servicio secreto”, escribí que se
trataba de una película modesta en ambiciones y sencilla en
planteamientos, pero incisiva, entretenida y agradable en sus
resultados, para esta otra de hoy debo decir exactamente lo contrario.
Si queremos añadir más
sorpresa a este cambio ruidoso de calidad, los guionistas de ambos
filmes son los mismos: el director
Matthew Vaughn con la ayuda de Jane
Goldman.
Aquí se cumple bien
aquello de que gallina vieja le da mejor sabor al caldo, porque esta
película nueva no llega ni siquiera al título de “pollita”.
Por eso, el cómic en el
cual se basa –esta vez– no alcanza la altura necesaria y el filme se
raspa a sí mismo al rodar por los suelos. Como ustedes lo saben, la
historieta es de Mark Dillar y Dave Gibbons.
Con “Kigsman: El
círculo dorado” no tenemos el estilo “vintage” que volvía único el
mundo de los espías de la sastrería Kingsman: ya no hay esa especie de
arte del pasado. Lo peor es que la modernidad que le agregan ahora
resulta disonante, ridícula y sin sentido. Por otro lado, cuando quieren
hacer humorosas esas nuevas condiciones, el filme es más bien
intragable.
Esta vez, la acción de los
agentes ingleses se traslada a Estados Unidos para unirse a un grupo
secreto llamada Statesman. Así se amplía el espectro de personajes, pero
el filme se arrala. Todos juntos deben enfrentarse a una mujer malvada
llamada Poppy. |
