La primera fue una película agradable (1997), hasta interesante e ingeniosa. La segunda fue una secuela para olvidar (2002). Ahora, siempre con el mismo director, Barry Sonnenfeld, Hombres de negro 3 (2012) logra lo imposible, esto es, aburrirnos desde una idea que pudo estar mejor lograda.
Hoy, con un filme lleno de extraterrestres en la Tierra y con más diablos que agua bendita, la historia se concentra en uno de ellos, un tipo criminal que –lógico– quiere destruir todo lo humano que encuentre. Nuevamente, aparecen los agentes J y K para detenerlo.
Estos agentes, vestidos tal cual, de funeraria, tienen poco que hacer dentro del enredijo que es la trama de esta película, totalmente arbitraria e incoherente, llena de salidas fáciles cuando ni el guion se entiende a sí mismo: es como una mata cuando se va en puro vicio y no da cosecha.
De esa manera, al no poder hacerse nada en el presente, solo queda una solución: viajar al pasado y cambiar la historia. Así, firmado por Etan Cohen, el guion solo se enreda más y más. A uno solo le queda aguantarse las “explicaciones” salidas como de un sombrero mágico, amén de los vacíos narrativos, para soportar esta película hasta su final.
Quien viaja al pasado es solo el agente J. Ya sabemos que dicho agente está encarnado por Will Smith, para quien la película está hecha a su imagen y semejanza, por lo que el ritmo es atropellado para un personaje hiperactivo. Will Smith, con su mala actuación, solo parece pedir misericordia para salirse del filme.
Igual sucede con Tommy Lee Jones, a quien lo vemos cansado, como aburrido de estar metido en semejante bodrio cinematográfico (un “churro”, se les decía antes). Este actor aparece nada más al principio y al final de la “peli”.
En su viaje al pasado, el agente J tiene que entenderse con el agente K, quien está joven. Lo encarna Josh Brolin con igual displicencia, apatía, indolencia, frialdad, desgano, pereza y cuanto sinónimo quieran ustedes desenfundar.
