La presencia del actor Adam Sandler en la producción de la película El guardián del zoológico (2011) es la que, posiblemente, le dio trabajo al abúlico y pasivo Frank Coraci como director de dicho filme, para cumplir con la fórmula de un producto tan malo como poco apetitoso, cinta de mirada neutra, de ritmo perezoso y con la vana pretensión de narrar una historia o algo así.
El guardián del zoológico nos cuenta las peripecias que vive el “guachimán” de un zoológico, Griffin, quien les cuenta a los animales sus cuitas amorosas (ha sido rechazado por una mujer en el instante mismo de darle el anillo de compromiso). Los animales de este parque, entristecidos, deciden –en una reunión– echarle una mano a Griffin. Para eso, nuestros amigos los animales deben hacerle ver al guarda que ellos también hablan el lenguaje humano.
Esta es una película donde la calidad empeora tanto o más que la suerte del personaje principal (pésima actuación de Kevin James, al borde de lo ridículo). Conforme Griffin y los animales aumentan sus esfuerzos para que el primero recupere a su novia, uno debe armarse de más y más paciencia para llegar al final de esta comedia que más parece un emparedado de carne, pero sin carne.
Con un entramado visual cercano a la impericia de un aficionado o peor, El guardián del zoológico nunca logra encontrar la tensión debida para su relato ni pasión para los momentos claves de su desarrollo. Por eso, estamos ante un largometraje de risas racionadas. Su música es tan desventurada como los amores de Griffin y la fotografía es solamente funcional: se limita a estar ahí. El ritmo perezoso acentúa el irremediable deterioro narrativo.
No hay rigor en la mirada de los actores y menos en la del director. Este filme tiene como seis guionistas, lo que nos comprueba –una vez más– que a mayor cantidad de cocineros, más rala es la sopa. Lo peor es que esta película se reduce a ser una serie de secuencias que están ligadas entre sí por su personaje principal, pero nunca por la historia.
La mala calidad de El guardián del zoológico nos demuestra, otra vez, cómo el cine de Hollywood hace guiños desesperados para imponernos la noción de que la estulticia es divertida: se trata de una babilónica espiral de necedades poco humorosas. Afirmo, sin pretensiones de sentar cátedra, que esta película está hecha para miradas sin ninguna exigencia, para seguidores de la gratuidad y de la intrascendencia.
