Gigantes de acero (2011)
Título original: Real Steel William
Venegas Crítico
de cine La Nación |
No sé qué será, si es por ver mucho cine por
tantos años o por conocerme casi al dedillo los trinquetes de Hollywood,
lo cierto es que me era muy fácil ir presintiendo lo que sucedería
durante la trama de la película Gigantes de acero (2011),
dirigida con eficacia comercial por
Shawn Levy. ¿Será eso que llaman prognosis o conocimiento anticipado de lo que va a suceder? No sé, repito, pero esta película me resultó predecible de principio a fin, y no solo como cine de acción, sino también con sus insoportables escenas lacrimógenas y cursis, llevadas a pura pornografía sentimental. La historia se ubica en el futuro. Gigantes de acero sucede en un momento en que las peleas de boxeo ya no satisfacen el sadismo y los instintos destructores de los fanáticos. Entendámonos: eso de que el boxeo es un deporte es absoluta falacia. Ver a la gente histérica porque dos tipos se golpean a todo dar, con rasgos de salvajismo, eso no puede ser llamado deporte. Bien. La película muestra que, entonces, en lugar de seres humanos, las peleas son entre robots, aunque igualmente psicopáticas y con las mismas reacciones de brutalidad de parte del público: prehistoria en el futuro. Alguien podría señalar que es paso adelante el que, en lugar de humanos, peleen robots hasta la destrucción total. Sin contar con las reacciones del público vistas en este filme, de barbarie, yo espero que en el futuro real los robots sean hechos para causas más nobles que desbaratarse en un cuadrilátero. En fin, con ese marco, vemos a un padre y a su hijo, adictos a tales peleas, hacer lo que sea para que sus peleadores robóticos triunfen. Además, padre e hijo, tienen sus propios problemas sentimentales y el niño arrastra signos de abandono paterno más la muerte de su madre. Por supuesto que todo tendrá final feliz; eso sí, después de que el filme ande por caminos trillados del melodrama fácil y por la más predecible acción (con el boxeo como paradigma). El filme es bullicioso en exceso, con mezcla asaz tormentosa de música y ruidos, sin equilibrio alguno. La fotografía procura el cuido del encuadre, pese a la voracidad de los acontecimientos. El montaje resulta bastante profesional y, por último, las actuaciones se ajustan bien a las intenciones de lo que se narra, sobre todo con el buen actor Hugh Jackman. |
Tampoco se puede obviar la buena actitud histriónica del jovencito
Dakota Goyo, como Max, el
hijo, en quien –en su último tercio– descansa la trama de la película.
De ahí para allá y para acá, el relato va a trompicones con sus
variables (acción, melodrama y vuelta a lo mismo), como una montaña rusa
a la que se le adivinan sus altibajos y sus curvas, por la que uno ha
pasado varias veces desde el mismo asiento. Ese es el panorama para esta crítica, amén de que podemos acusar a la película por su debilidad conceptual, ante la ausencia de elementos transgresores o críticos, o sea, por no plantear ni aprovechar –en este sentido– los dilemas de su propio argumento. |
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Hugh Jackman y el niño Dakota Goyo encarnan un relato de acción con melodrama, en filme gustado por el público y cuestionado por la crítica |
Gigantes de acero Título original: Real Steel Estados Unidos, 2011 Género: Acción Dirección: Shawn Levy Elenco: Hugh Jackman, Kevin Durand, Dakota Goyo, Anthony Mackie, Evangeline Lilly Duración: 126 minutos Calificación: DOS estrellas de cinco posibles |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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