Se supone que la película Furia de Titanes 2 (2012), dirigida por Jonathan Liebesman, es de tonos épicos, con una fundamentación mitológica de los acontecimientos. Sin embargo, a cada momento se me venían risas y sonrisas por lo que veía en pantalla, con aquella historia sin pies ni cabeza, como escrita al azar.
Dicen que a la vaca chinga, Dios le espanta las moscas, pero no es el caso del guion de este filme, que entre más corre el argumento más chinga se ve la película y un mosquero se le mete por todo lado. No es que la trama tenga que ser coherente con la tradición mitológica de los dioses de culturas antiguas: debe ser coherente consigo misma, y esto no sucede con Furia de Titanes 2.
Este filme narra una historia donde humanos y semidioses, entre los que destaca Perseo, van al rescate de los más poderosos dioses de la mitología: Zeus, Hades y Poseidón. Lo extraño es que estos dioses parecen disminuidos en sus atributos, sí, cualquiera les da un meco y quedan listos.
Con dioses así, ¿para qué creer? Con tramas así, ¿para qué película? Lo cierto es que el papá de esos dioses, Cronos, está por salirse de los infiernos a donde lo tienen confinado y, con la ayuda de malévolos ángeles horribles, está a punto de conquistar el mundo y de destruirlo. ¿Necesita un dios poderoso, como Cronos, destruir el mundo para dominarlo?
