La Academia que da brillo a nuestro idioma decidió castellanizar la expresión inglesa “gangster” con la palabra gánster. Si no me creen, basta con que consulten el diccionario académico, así que obedeceré a los esforzados académicos y a lo que dice el Manual de Estilo de La Nación y usaré gánster durante esta crítica.
Esa introducción la hago a propósito del estreno en Costa Rica de la película Fuerza antigánster (2013), dirigida por Ruben Fleischer, como si él mismo tuviera miedo de ponerse por encima de títulos cinematográficos que le sirven de inspiración. Pienso en filmes como Los intocables (1987; de Brian de Palma) o L.A. Confidential (1997; de Curtis Hanson).
La historia y el tratamiento cuidadoso del director Fleischer ubican a este estreno dentro del llamado género negro (film noir), cine que adopta una determinada actitud estética y un compromiso por la denuncia social (no solo del crimen organizado, sino también de la corrupción en la policía).
Este es un tipo de cine que se nutre de la novela detectivesca y cuyo concepto se debe a sus tintes sombríos y duros, tanto en el estilo visual como en el contenido, desde el arte neoexpresionista, evidente con las primeras películas.
Pues bien, con Fuerza antigánster, estamos en Los Ángeles, por 1949. El mafioso Mickey Cohen (Sean Penn) se aprovecha de los sucios beneficios de las drogas, las armas, la prostitución y de todas las apuestas que se hagan al Oeste de Chicago. Él quiere imponer su reino en todo Chicago. Para ello cuenta con el amparo corrupto de policías, de jueces y políticos.
