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Finn (2013)
Crítico de cine La Nación |
En la sesión donde me tocó ver la película holandesa Finn (2013), dirigida por Frans Weisz, una vez terminada la proyección, la mayoría del público comenzó a aplaudir con la misma espontaneidad con que el filme narró su historia.
Era más bien una especie de agradecimiento, hoy que el cine de Hollywood nos satura con superhéroes huecos (casi todos), acciones desenfrenadas, estulticias en comedias, dramas tontones y con cine lleno de envoltorio.
La película Finn, con guion de Janneke van der Pal, nada tiene que ver con el clásico de la literatura escrito por Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn. Para nada. Este filme holandés narra una historia más bien sencilla, pero esencial, con subtramas apenas sugeridas, y lo hace desde el tratamiento de la ternura, desde el cariño y desde las contradicciones paterno-filiales.
El padre de Finn, joven viudo (la madre murió al nacer Finn), desea que su hijo sea futbolista. Eso es a lo que él le ve futuro para ser “alguien” en la vida. De pronto, un día, por alguna razón que la película narra con mucho afecto y convicción, Finn desea ser violinista.
De inmediato, la película contrapone “arte versus éxito”, pero sin ocultar ciertas zonas oscuras en la personalidad del padre. Es cuando se sobrepone la infantil bondad de Finn, abonada con la presencia casi mágica del abuelo del niño e, incluso, con el recuerdo de la madre. |
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Finn es un niño con una sensibilidad fuera de órbita (gran actuación del muchachito Mels van der Hoeven, ¡categoría!). Por ello, se le revelan los secretos que hay detrás de tocar un violín, de sentirlo en carne propia y de vivirlo emocionalmente.
Con esos elementos, el director crea una experiencia cinéfila. Lo hace con emotividad y, hay que decirlo, con la gran ayuda de la notable fotografía de Goert Giltay, expresiva en los detalles y esplendorosa en los grandes planos (sobre todo en los constantes viajes de Finn, en bicicleta, hacia sus lecciones de violín).
Adrede, la película no ahonda en los vanos sentimentalismos ante la muerte de la mamá. Al contrario, el filme busca proponer algo y no lamentarse por un pasado: corre dentro de los cánones de la fábula con un toque constante de bien entendida humanidad. Estos momentos suelen estar bien subrayados por la música.
Posible, los aplausos del público buscaban premiar –esa noche– la dignidad sensible del filme; sin embargo, hay que destacar la inteligencia puesta por el director con el arte de narrar una historia sin caer en la mediocridad de lo cursi.
Es interesante el juego dramático de Finn, como película, con sus líneas tan cercanas al género fantástico (¡muy bien!), pero de eso no podemos hablar aquí, porque tendríamos que desmenuzar su argumento. Quede entonces la observación.
Con magnífico ritmo, la hora y media de este filme se hace corta, sobre todo porque nos ha hecho creíbles los personajes y, con ellos, con el joven Finn, se vive un relato que para nada es convencional: ¿un violín puede ganarle la partida a una pelota de futbol? No es ingenua la decisión final.
Esta película se dio en el marco del actual Festival de Cine Europeo. Algunos títulos se repondrán luego comercialmente, ojalá Finn esté entre ellos.
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Pequeño Trailer |
FINN
Título original:
Finn
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por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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