El príncipe del desierto
(2011) Crítico
de cine La Nación |
Para cualquier cinéfilo, la película El príncipe del desierto (2011) tiene el valor agregado de traernos a las pantallas del país, de nuevo, al elegante director francés Jean-Jacques Annaud, considerado en su momento “el más hollywoodense de los directores europeos” y, aún así, por encima de muchas producciones de la gran industria de Hollywood. Con este nuevo filme, El príncipe del desierto, basado en la novela escrita por Hans Ruesch, titulada Al sur del corazón, Jean-Jacques Annaud nos muestra su sensibilidad para narrar con imágenes en movimiento, aunque estemos frente a un producto menor dentro de la filmografía de este director galo. Es película francesa, aunque hablada en inglés. En realidad, para ser más exactos, es una coproducción entre Francia, Italia y Qatar. El talento visual y poético de Annaud la hace sentir realización multimillonaria, sin serlo exactamente. Así, de primera entrada, se debe elogiar no solo el diseño de producción, sino también –ante todo– su diseño artístico. Para los seguidores más jóvenes del sétimo arte, abro paréntesis para recomendarles algunos filmes de Annaud como En busca del fuego (1981), sobre lo humano antes y después de conocerse el fuego; la excelente El nombre de la rosa (1986); la aventura cálida en El oso (1988); el fino erotismo de El amante (1992); Siete años en el Tíbet (1997); Enemigo al acecho (2001), especie de “western” en la II Guerra Mundial; y Dos hermanos (2004), entre otras cintas. |
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Con El príncipe del desierto, Jean-Jacques Annaud, retoma el arte de las panorámicas para establecer –con plasticidad– la atmósfera (más que el contexto) en que se desdoblan las pasiones humanas de la historia. Dichas panorámicas se suman al sagaz contrapunto de primeros planos como ejercicio del poder. La trama se da en medio de la dureza del desierto. Luego de una guerra, el jeque vencedor se apodera de los dos hijos del jeque vencido a cambio de paz en el territorio desértico por el que han peleado. Todo va bien entre las tribus, así hasta que aparecen los emisarios de las transnacionales petroleras, quienes anuncian la presencia y explotación del oro negro. |
Eso es suficiente para alterarlo todo. La codicia aparece con la renuncia de lo propio por parte de uno de los jeques. El otro mantiene el orgullo soberano ante la presencia de los “americanos petroleros”. La guerra es inevitable. Con interesantes parlamentos y agudas observaciones sobre el Corán, ese marco político da lugar a un relato de aventuras con tonos románticos (incluida la presencia de una bella mujer, hija de un jeque, enamorada del hijo del jeque rival). De acuerdo, es una historia conocida, al estilo de la literatura de Salgari o de Sabatini, salvada en esto por los apuntes políticos manifestados en los diálogos y por un Annaud capaz de sorprendernos con la expresión visual de los acontecimientos, pese a la bochornosa actuación de Antonio Banderas, quien parece decidido a boicotear el trabajo del director. Con música eficaz y atenta a los sentimientos en juego, con ornamentada fotografía y buen montaje de las escenas de acción, los actores (menos Banderas) hacen creíble esta aventura como entretenimiento agradable, que se sostiene por sí solo, sin 3D ni excesos digitales, al viejo modo de hacer cine de esta tesitura. Por aquí va la recomendación del caso. |
EL PRÍNCIPE DEL DESIERTO Título original: Black Gold Francia, 2011 Género: Aventuras Dirección: Jean-Jacques Annaud Elenco: Tahar Rahim, Antonio Banderas, Mark Strong, Freida Pinto, Riz Ahmed Duración: 124 minutos Calificación: TRES estrellas de cinco posibles |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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