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El legado Bourne
(2012) Crítico
de cine La Nación |
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Después de 20 minutos de estar viendo la película El legado Bourne (2012), de Tony Gilroy, uno no entiende aún por dónde va la trama, pero se sabe que estaremos ante un filme de acción que, por supuesto, hereda los síntomas de la trilogía Bourne dirigida antes por Paul Greengrass. A los 35 minutos, con más acción y con asesinatos en distintas partes del mundo, se nos va cuadrando mejor la trama. No obstante, no es sino hasta los 50 minutos con algunos segundos que esta película adquiere su forma narrativa. Antes, solo nos ha vinculado, de una manera u otra, con la tradición Bourne. Casi todos conocimos a Jason Bourne. Con tres películas, lo vimos perseguido y en múltiples acciones, mientras él trataba de averiguar su identidad (“¿quién soy?”). Entonces supimos que Jason Bourne era solo un producto experimental de la CIA, exactamente de un programa llamado Treadstone. |
Los estudios de Hollywood quisieron alargar el éxito. Sin embargo, ya se sabe, no se puede amansar el potro mientras no haya parido la yegua, y los productores se encontraron con la negativa del director Paul Greengrass para seguir con una obsequiosa secuela. Aún más, el actor Matt Damon también se negó a seguir con su personaje. Por eso, no hubo secuela propiamente dicha y tenemos lo que ahora se titula El legado Bourne. Primero, llamaron como director a Tony Gilroy, guionista anterior y conocedor del estilo de Paul Greengrass para el cine de acción. Así, Treadstone, el programa de la CIA, cedió lugar a otro más sofisticado: el llamado Outcome, perteneciente al Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Ahí encontramos a Aaron Cross (bien encarnado por el actor Jeremy Renner). Los agentes de Outcome están diseñados para trabajar solitos en misiones de alto riesgo político. Son casi superhéroes. Cuando el programa de Bourne se hace público, también hay que cerrar Outcome. La historia se repite: el agente Cross debe luchar para salvarse y encuentra ayuda en una científica del experimento, la doctora Martha Shearing, estupendamente encarnada por la actriz Rachel Weisz.
Una vez que la trama realmente comienza, luego de su largo y enredado
prólogo, todo es un puro zipizape: persecuciones, riñas, correrías,
balazos, golpes, bombazos y vuelta a eso mismo, con toda la exageración
del caso, para estimular –a lo sumo– la epidermis del espectador. Uno puede destacar tres momentos intensos de acción: primero, una matanza en un laboratorio del programa Outcome; segundo: los sucesos en una casa de campo, donde vive la doctora Shearing, que enlazan al héroe con la heroína (buena química); y tercero, una persecución en Filipinas de la que aún alabo el gran trabajo en la sala de montaje o edición. El resto, más bien parece una historia que ha perdido los bartolos, donde la coherencia interna del relato se pierde fácilmente, el ritmo es desigual, sin estilo significativo y con pérdida en el compás de los tiempos. Debo salvar la música de James Newton Howard, ejemplar trabajo de una partitura al servicio de los acontecimientos y de las imágenes correspondientes. La fotografía es expresiva y los actores responden bien, pero esta película no es buena por una razón que lo resume todo: le falta la mirada personal que combine todos los elementos propios de una cinta de acción, de ahí la ausencia de progresión en la intriga. |
EL LEGADO
BOURNE |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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