El artista
(2011) Crítico
de cine La Nación |
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El artista (2011), película francesa dirigida con arte y apego por Michel Hazanavicius, es filme presente cuya trama gira sobre el pasado del sétimo arte, pero que huele a futuro, porque se hablará de esta cinta siempre, se verá muchas veces y será “lectura” obligatoria para quienes estudien cine o, simplemente, lo amen. Desde los primeros títulos del filme, tenemos una exquisita y exacta ambientación de la época que se nos ofrecerá: la historia del cine con su paso de las películas mudas a las sonoras. El cantor de jazz, primer largometraje sonoro, dirigido por Alan Crosland, se estrenó en 1927. Ese paso cinematográfico se narra en El artista con una historia de amor y otra de soledades. El artista es algo más: es un acto de riesgo, donde cada quien se juega el pellejo al ofrecer la trama desde las puntuales condiciones materiales de su marco histórico. Estamos antes una película silente, sí, ¡muda!, con una mudez fascinante y tierna (hasta en sus conflictos), donde la extraordinaria música de Ludovic Bource es el cuerpo auditivo del relato. El filme parece verse en un pentagrama más que en una pantalla, tal la sensibilidad y el exactísimo criterio de oportunidad que ofrece la música. Hay más, la película arriesga aún más para esta época de cintas en 3D, bulliciosas en exceso, recargadas de efectos visuales y colorido inescrupuloso. Así es, El artista viene con majestuoso uso del blanco con negro. Otra vez la presencia de la pulcritud artística para esta decisión, donde los sentimientos nos llegan con sus propias tonalidades. Súmenle un uso del todo genial de la cámara para ubicar el punto de vista del espectador (ejemplo: un finísimo plano-contraplano con tomas en picada en una escalinata). El montaje es otro de los aciertos para traer el relato a nuestras emociones, gracias al buen ritmo logrado con los cortes y empalmes de las imágenes, con muchos primeros planos bien obsequiados al espectador. Aquí los histriones responden a la altura, sobre todo y ante todo Jean Dujardin, capaz de hacernos recordar a muchos grandes divos del cine mudo. |
Dujardin encarna a un actor que es “atropellado” y sacado del juego por la llegada del cine sonoro, mientras ve levantarse a una colega actriz, encarnada con simpatía seductora por Bérénice Bejo. Entonces, un juego emocional sucede por igual en las pantallas de la trama (ficción) y en las reales del cine donde estemos. Lo tonos melodramáticos son sabiamente administrados para llevarnos al final de la historia; entonces deseamos ser bailarines y sumarnos al claqué que se ofrece con el finito de la trama. Sabemos bien qué sucederá en este momento, es obvio, pero igual lo disfrutamos. A propósito, no se puede dejar de mencionar la secuencia onírica, donde el personaje principal sueña la desgracia de no hablar mientras cada cosa, a su alrededor, produce sonidos correspondientes: es conocimiento anticipado del final de esta película. El sueño como premonición. Alguien dijo que este filme debe verse como una extravagancia, porque no habrá otro igual. Es posible. Muy posible. Por eso debemos verlo una y varias veces. De paso, disfrutar de un perrito tan gracioso e inteligente que, no hay duda, debiera ser premiado por su trabajo actoral. Filme de alta recomendación. Excelente. |
EL ARTISTA
Título original: The Artist Francia, 2011 Género: Drama Dirección: Michel Hazanavicius Elenco: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman, James Cromwell Duración: 98 minutos Calificación: CINCO estrellas de cinco posibles |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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