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Dredd (2012) Crítico
de cine La Nación |
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He aquí una nueva versión en cine de las aventuras del juez Dredd, personaje salido de un cómic sombrío. El filme se titula Dredd (2012), así, simplemente, bajo la dirección del inglés Pete Travis. La anterior versión fue de 1995, dirigida por Danny Cannon y con Sylvester Stallone. Ahora, Karl Urban encarna al juez Dredd, quien no se quita su casco o máscara durante ninguna secuencia, fiel al estilo del cómic, por lo que resulta difícil hablar de su actuación de gran rigidez corporal, a no ser que lo juzguemos tan solo por las muecas con su boca, necesarias para la pinta de un tipo duro. |
Pues bien, la acción vuelve a colocarse en ese futuro apocalíptico que tanto le gusta a la ciencia-ficción, donde el bien y el mal tienen un mismo rostro al enfrentarse: la ausencia de misericordia humana. Igual se presenta la división absoluta de clases: unos del todo privilegiados, otros del todo desposeídos, por lo que estos deben dedicarse al pillaje en sus formas más crueles. Para no desacomodar la armonía de los favorecidos, existe un cuerpo de corregidores, entre quienes están Dredd. Son investigadores, policías, jueces y verdugos a la vez, todo en cuestión de segundos. Con ellos tenemos, sin duda, una aplicación fascista de la ley (¿de verdad será ese el futuro humano?). Para justificar la injusta aplicación de la justicia que hacen Dredd y los demás jueces, basta con pintar a los malos de manera rebosantemente mala, y aquí tenemos que remarcar el buen trabajo de la actriz Lena Headey como la cruel Ma-Ma, líder de un emporio de asesinos, mafiosos, psicópatas, violadores, enfermos mentales, torturadores y cuanto maldad quieran ustedes imaginar. Ojo a la “sutileza” de la trama: el héroe es varón, la maldad es femenina. Lo cierto es que, en la película, fiel a las políticas de un cómic, sucede que el personaje antagonista tiene tanta presencia como la del protagonista, o sea, los rivales de los héroes son también capaces de encender la imaginación. Solo que en Dredd, el filme, quien no enciende la imaginación es la propia trama. El argumento es del todo lineal, sin puntos de giro, sin subtramas, sin nada, tan solo con el juez y una acompañante novata (bien encarnada por Olivia Thirlby) encerrados en un enorme edificio de 200 pisos dándose mecos, balazos, “truénganos y fusínganos” contra los malos de Ma-Ma. Ya sabemos quién va a ganar. ¡Qué poca creatividad narrativa! La única creatividad de la película está en su aspecto formal, y debo reconocerlo con pesar: buena fotografía, encuadres prácticamente espectaculares, música ostentosa muy propia de tanta violencia y excelente montaje (edición). De esa manera, no hay necesidad de alardes narrativos; menos si el gusto por la violencia se ofrece en 3D. No se puede negar que las conductas paranoicas y los códigos fascistas de la película están bien servidos visualmente. O sea, Dredd es filme planteado y resuelto con todos los efectismos cinematográficos que se quieran. Todo ello para serle fiel al personaje creado por el escritor de guiones John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra, en 1977, para la revista 2000 AD. Me cuesta entender el gusto morboso de los espectadores para este tipo de cine; incluso, me da cierto temor, porque la trama gira entre una condición violenta y la violencia hecha película: no pasa de la fantochada violenta, moralmente insana. Esta es una reflexión ética que –a la larga– no cabe en esta crítica. Ni modo. Hecha está. |
DREDD
Título original:
Dredd |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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