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Dragon Ball Z: La batalla de los dioses (2013) Crítico
de cine La Nación |
Animé, manga, televisión, cine. Lo que sea. Lo cierto es que hay personajes capaces de subsistir comercialmente. Los vemos ahora en la película Dragon Ball Z: La batalla de los dioses (2013), largo título para un filme de poco metraje dirigido por Masahiro Hosoda. La película parte de una premisa: la paz es poco duradera y, por eso, es necesaria la presencia de sujetos especiales para salvar el Universo, en este caso, la Tierra. Aún más, el dios que marca el equilibrio universal es el de la destrucción. Se llama lord Bills (también aparece como lord Bils). El asunto es que ese balance se obtiene con esta premisa: solo destruyendo algo se construye lo mejor. Si un dios destruye, otros harán cosas nuevas. Por dicha, según la película, lord Bills es bastante dormilón y lleva mucho tiempo entre sueños y ronquidos. ¡Camarón que se duerme se lo lleva la corriente! |
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Al despertarse, el mentado lord se entera de que su aliado Freezer ha sido vencido por Goku y de que hay paz gracias a los saiyayines. Este dios de la destrucción tiene conocimiento anticipado (prognosis) de la presencia de un “supersaiyayin”, especie de dios bueno. Lord Bills se va a enfrentarlo para, así, saber de qué pie cojea. Sin embargo, no cojea. La unidad mística de los saiyayines le dará a Goku las características necesarias para enfrentarse a lord Bills y salvar la Tierra. Esto sucede durante una fiesta organizada por Bulma y mientras otros personajes, con Pilaf, el emperador, andan tras las esferas del dragón. Esas esferas animan a un dragón que concede deseos. Algo así como el más conocido genio de la lámpara maravillosa. Lo más grave del asunto es que, en la fiesta, sirven un pudín. Según la película, es muy sabroso. El dios destructor es muy antojado y como no le dan pudín se pone de los once mil diantres.
Ustedes pueden imaginarse lo que sucederá seguidamente, al igual que
pueden hacerlo con lo sucedido antes. Nada que sea muy diferente a la
tradición narrativa de este mundo de sujetos exclusivos creado por Akira
Toriyama, quien es para muchos nada menos que un genio. No hay ninguna estructuración sólida del relato, pues este va a pito y caja, y hasta caben retrospecciones que ni fu ni fa. Es molesto este carácter fragmentario de la narración. Para quienes no somos seguidores de la creatividad de Toriyama es fácil sentirnos extraviados. Está claro: el relato fílmico no logra hilar bien los acontecimientos y, para empeorar las cosas, tiene importantes errores de continuidad. Además, no hay mayor diseño de personajes; sin excepción, no pasan de ser un simple esquema, tanto en sus ánimos como en el trazo que los dibuja: son líneas primarias y sombras para una animación muy estática. Aquí no hay dinamismo dramático ni lo hay en lo animado. La verdad, aún no comprendo cómo el guión logró sostenerse durante 85 minutos de metraje y como yo me sostuve ese tiempo viendo este filme (por obligación, ha de ser). Puede ser que ningún “fan” coincida con esta crítica, porque sí, esta es una de las películas más malas que he visto. Lo demás es tan solo nostalgia.
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DRAGON BALL Z: LA BATALLA DE LOS DIOSES
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por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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