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De Roma con amor (2012) Crítico
de cine La Nación |
Primero fue Barcelona. Luego, París. Hoy, Roma. Mañana, Londres. El prolífico realizador Woody Allen se pasea por importantes ciudades europeas de la mano de su humoroso ingenio, con películas que más parecen hechas por puro divertimento propio. Así sucede ahora con su filme De Roma con amor (2012). Woody Allen pretende recordarnos la atmósfera de las llamadas “comedietas” italianas, películas gozosas, entre la picaresca bonachona y el sexo desenfadado, que fueron exitosas en los años 70. Eso sí, De Roma con amor se inhibe un tanto con respecto a las imágenes de tales “comedietas”, pero mantiene el tono fresco, desahogado, irónico y punzante de las farsas italianas. Esta cinta no quedará en los registros de lo mejor de Woody Allen. La verdad, ni el propio director, guionista y actor (en este caso) lo pretende. Con bastante gracia y ciertos descuidos narrativos (de continuidad), él solo quiere contarnos cuatro historias que ni siquiera se entrelazan, por lo que no podemos hablar de una trama coral, en su estricto sentido. En este caso, Woody Allen es más de lo mismo, pero de otra manera: sin la profundidad de sus mejores películas. Ah, ah, pero cuidado, que igual se atreve a burlarse de ciertos aspectos; por ejemplo: de los falsos ídolos creados por una prensa manipuladora, de los absurdos de la televisión, de las cintas de superhéroes salidos de cómics y del ejercicio afrodisíaco del poder. |
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Hay más. Con la mejor historia de las cuatro, la del cantante de ópera, la película se manifiesta como chanza de las extravagancias en el mundo del arte y de la cultura. Lo de Tosca, ópera de Puccini, representada en una cabina telefónica y Pagliacci, ópera de Leoncavallo, con el protagonista bajo una ducha, tenemos apuntes mordaces (¿se acuerdan ustedes de Carmen, ópera de Bizet, y cómo fue representada en el Teatro Nacional, en San José?). Otras reflexiones socarronas pasan por ahí: el “gozo” por el adulterio, la presencia de la psiquiatría, el psicoanálisis, la muerte con la jubilación y la hipocresía matrimonial. Así es, Woody Allen no pierde oportunidad para “despellejar” con sus lugares comunes, aún dentro de la ligereza de su guion o de la liviandad de su puesta en escena. Por otra parte, vuelve a mostrarse que Allen es muy buen director de actores. Con Roberto Benigni al frente, el elenco se luce dentro de un todo romano al seguirle la humorada al señor Allen y hasta el Vaticano recibe su espuelazo de parte del personaje que bien encarna Penélope Cruz (¡el de una prostituta!). Ciertamente, al filme le falta energía, pero no podemos negarle las regalías que nos da con su buen humor (¡qué bueno cuando nos embroma con el divismo en el cine!). Lo mejor es que la trama respira optimismo y lo contagia. Debemos recomendar este “juguete sainetero” y disfrutarlo con Woody Allen. |
DE ROMA CON AMOR |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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