Después de su película Gran Torino (2008), Clint Eastwood anunció que se retiraba de la actuación en cine. Le agradezco que no haya cumplido su palabra, que hiciera su especie de “stand-up comedy” en la convención del partido de los republicanos de su país y que, ahora, podamos gozar de su talento con la película Curvas de la vida (2012), dirigida por Robert Lorenz.
Robert Lorenz es su tradicional asistente de dirección y, por lo visto, ha de ser buen amigo de Eastwood, porque Curvas de la vida parece un obsequioso acto de amistad entre ambos: el famoso que le ayuda a su asistente con su primera película y el director primerizo que le cede al veterano espacio para lucirse.
La trama de Curvas de la vida es bastante lineal y su tratamiento se desliza sin mayores tensiones. Es un drama cercano al efectismo sentimental propio del melodrama. Este dilema ha de venir desde el guion de Randy Brown y el director principiante no lo supo resolver. Diría que esta película es una especie de cactus sin espinas al que le faltan las espinas, precisamente.
Su historia tiene como referente el mundo del beisbol en Estados Unidos. El personaje principal es Gus Lobel (Clint Eastwood), cazatalentos de ese deporte, para quien la edad comienza a ser su propio obstáculo laboral. Con todo, Gus Lobel demuestra que gallo viejo con el ala mata y hasta puede señalar cómo es un lanzamiento solo por el sonido del batazo.
La única persona que podría ayudarle a Gus es su hija Mickey (exquisita actuación de Amy Adams), quien se llama así por el eximio beisbolista Mickey Mantle, solo que ella tiene sus propios líos con una firma de abogados: ¡es abogada! La relación entre el padre y la hija no es la mejor, así desde la muerte de la madre.
