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Batalla naval
(2012) Crítico
de cine La Nación |
Se los confieso, le doy dos estrellas a la película Batalla naval (2012), dirigida por Peter Berg, solo por su impecable condición formal, lo que ni es mayor mérito dentro de la gran industria del Hollywood de hoy. Confieso más: lo hago con desgano, como empujado, a la fuerza y quedo como coyunda pidiendo sebo. Es que el guion es tan tonto, tan tonto, que casi me siento en igual estado por darle al filme esas dos estrellas. Lo peor es que el guion es del todo incoherente con su propia lógica narrativa, desde que llegan cinco poderosas naves extraterrestres y caen al mar, por ahí, por Pearl Harbor, donde se desarrollan unos ejercicios militares de la marina estadounidense con algún barco japonés. Antes de eso, vemos un prólogo narrativo humoroso de cómo un atrevido varón enamora a la hija de un almirante naval… ¡con un perro caliente! Luego se pasa a un juego de futbol metido con fórceps para poner a pelear a un japonés con el héroe estadounidense. Está claro, ambos se perdonarán luego y serán héroes contra los alienígenas. Lo raro es que, a los poderosos extraterrestres, solo se les enfrentan esos buques que andaban por ahí, pese a que la noticia corre por el mundo entero. Cuando la larga y monótona pelea surge en pantalla, es cuando el filme se prodiga con su producción digital (es espectacular con dicho diseño). Sin embargo, es una batalla tan dispersa que parece no suceder nada. Algunas actitudes baladíes de los personajes nos recuerdan que los soldados son humanos, porque el diseño de los terrícolas es tan difuso que tienen más sentido –dentro de la historia– los enemigos extraterrestres. Entre tanto, continúa la subtrama amorosa del héroe en el mar, a quien la amada ayuda desde tierra firme (o al revés, ni sé), lo que pone la trama al borde del ridículo (¿al borde dije?). El argumento pretende coger dos colmenas con el mismo palo, pero no la pega ni con una ni con otra. Ante esa definición tan mala de personajes, las interpretaciones abundan con sus carestías histriónicas, ¡qué malas actuaciones! Me da pena por Liam Neeson, actor de respeto. |
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El núcleo argumental es débil. Endeble es el planteamiento de situaciones. Triviales son los diálogos, y estúpidos, mientras las cinco naves extraterrestres andan como perro por su casa, en Estados Unidos y ¡en China! Bien se sabe que cinco lampiños no hacen un barbudo, por lo que la cinta se agota pronto en sí misma, hasta que al final aparecen unos aviones ultramodernos, de guerra, sí, pum, pum, ponen orden y listo. En este momento me acordé de aquellas viejas películas de vaqueros, donde una diligencia –por ejemplo– es acosada durante todo el filme por los “indios”. Los blancos son héroes y, al final, aparece la caballería del ejército, parapapán, la trompeta, los apaches se van y felices todos los blancos. Por supuesto que Batalla naval, película basada en un juego de mesa, tiene un propósito ideológico muy claro: decirnos que todos los terrestres, hasta los chinos, necesitamos del ejército de Estados Unidos para cualquier amenaza. Esa idea, hoy, no es ninguna inocentada, sobre todo para insistir en que la amenaza siempre viene de parte de los demás, no de dicho ejército. Este asunto político pesa negativamente para la narración. Se sobrecarga políticamente. Lo demás es exceso de bulla (la película aturde), de bombazos y de música que lo atropella a uno antes del tímpano. Termino con palabras ajenas, del crítico Javier Ocaña (El País, España), cuando califica a Batalla naval de producto “indolente, superficial, estridente y profundamente imbécil”. |
BATALLA NAVAL |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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