Ustedes la acaban de ver llena de tensión dramática y sin freno alguno en El cisne negro (2010). Hablo de Natalie Portman. Lo que no sé es si la han visto en la comedia romántica Amigos con derechos (2011), dirigida por alguien que conoce el oficio, como lo es Ivan Reitman, realizador que esta vez se pone por encima de sus acostumbrados trabajos para la pantalla grande.
Los cazafantasmas (1984) sea tal vez lo mejorcito de Reitman, aunque Amigos con derechos lo puede reivindicar un tanto más. Lo cierto es que Natalie Portman está aquí encantadora, con una actuación donde maneja bien el tono agridulce de una muchacha que quiere pasar la vida sin someterse a las complejidades de la relación de pareja, pero sí dispuesta a disfrutar del sexo con alguien.
Ella
se llama Emma y encuentra –en Adam– al joven que la puede acompañar
dentro de su concepto de vida. Se trata de una amistad sin compromisos,
pero con bastante sexo. Es un poco lo que se ve en El
último tango en París (1972, de Bernardo Bertolucci), pero sin
densidad dramática y sin las propuestas existenciales de ese inolvidable
drama erótico.
Amigos
con derechos deriva en lo predecible: el enamoramiento de quienes
no querían enamorarse; o sea, el filme nos plantea que también las
parejas encamadas pueden llegar a amarse, ¡y de qué manera! Aunque es un
final con su propia lógica, lo bueno de esta comedia es el tratamiento
que se le da a la trama, con puntos de giro atractivos y donde tiene
gracia el personaje de un viejo enamorado de las exnovias de su hijo.
El viejo lo encarna Kevin Kline. Se trata de un buen actor, a quien se le siente que disfruta de su personaje. El hijo es el mismo Adam, encarnado por Ashton Kutcher, actor incapaz de diseñar siquiera una sonrisa o un entrecejo creíbles. Natalie Portman nunca debió aceptar de coprotagonista a un actor tan malo.
