127 horas William
Venegas Crítico
de cine La Nación |
Cada año, alrededor de la comercial y endogámica entrega de los Óscar, la cartelera cinematográfica se pone más interesante. Miren ustedes: en tres semanas hemos tenido un terceto de filmes dirigidos por igualmente tres directores valiosos. Primero fue Clint Eastwood con Más allá de la vida. Luego tuvimos al realizador David Fincher con la cinta Red social. Ahora se nos presenta el irlandés Danny Boyle con su más reciente filme: 127 horas (2010). Las filmografías de los tres son de considerable importancia y sus títulos marcan una firme tendencia hacia el llamado cine de autor, o sea, cine de constantes que, al paso del tiempo, definen e identifican a un cineasta. Danny Boyle marca su estilo desde la presencia de su más mentado largometraje: Trainspotting (1996). La semana anterior hablaba de que, para bien de la película Red social, David Fincher se mostraba más contenido; sin embargo, ahora, en detrimento del relato, Danny Boyle se excede con sus afanes por demostrar que su cine es arte y, lamentablemente, sus ostentaciones estéticas más bien muestran a un director empeñado en hacer una película de autoconsumo, al punto tal que su complacencia formal va en detrimento de la fluidez del relato. Es cierto, 127 horas es apetecida por los Óscar, pero esto no significa nada. Estuvo en los Globos de Oro, pero esto significa menos. Ha tenido reconocimientos de la crítica inglesa y estadounidense, y esto sí me pone a pensar. Lo digo porque la película no me deslumbra para nada, aunque acepto que arriesga en lo visual con sentido creativo. Lo que sucede es que, como hecho narrativo, es una especie de cortometraje alargado como goma de mascar hartamente rumiada. El momento propiamente dramático no da para mucho. Y menos para tanto ornamento visual, especie de cine barroco, aunque esto último es comprensible: a falta de relato, buenas son las formas. Es como si una gallina hiciera un gran nido para poner quince huevos cuando solo pone uno. Incluso, el filme necesita de retrospecciones del todo innecesarias para alimentar minutos con su metraje, pero el globo se desinfla de manera rápida. |
Digo que las soluciones formales atentan contra la posible riqueza narrativa y contra el rigor del filme, pero hay que aceptar que Danny Boyle tiene bastante imaginación para el manejo del lenguaje cinematográfico (visual). La historia es simple y se basa en un hecho real: durante una escalada, en Utah, un joven sufrió una caída en una hondura. Tras varios días inmovilizado e incapaz de mover la piedra que lo aprisiona al trabarse con su brazo, tuvo que tomar una dramática medida: cortarse su extremidad o morir ahí por inanición. El momento culminante o clímax está narrado con bastante tensión, incluso con un buen cambio de género de parte del director Boyle. Pasa del drama a un filme de terror sanguinolento (“gore”). Aunque se basa en hechos reales, no se trata de un documental y más bien sucede lo contrario: esta película no logra la veracidad necesaria, más bien parece novela donde la presencia del dolor físico solo aparece en el momento “gore” de la trama. 127 horas se muestra muy bien en los momentos de silencio. Sin embargo, para su defecto orgánico, la banda sonora hace más bulla de la cuenta con música no siempre apropiada. Eso es parte de los excesos del filme. De ahí el bailongo de imágenes con pantallas divididas en varias partes, abundantes planos subjetivos, imágenes difuminadas, blanqueos de pantalla como tránsito de secuencias, pasos del gran plano a primerísimos planos, contrastes forzados, sobreexcitaciones constantes, en fin, lenguaje artificioso al punto del hartazgo ante la ausencia de un mejor relato. Lógico: hay una importante faena posterior a la filmación para un montaje sincopado. Esto no es trabajo fácil, pero –como parte de una planificación percutante– solo acumula muchas “cosas” al ojo, sin desarrollar ninguna. Así, la propia actuación de James Franco deviene irregular, con buenos momentos de ansiedad y con otros sin ningún dramatismo. Como paradoja, el desenfreno estético no contribuye a crear una atmósfera más acorde con la situación angustiosa de la trama: a veces es solo una galopante sucesión de efectos gratuitos o, lo que es más grave, la destrucción de una mínima construcción dramática para dar lugar a una barroca composición formal. Es posible que muchos no coincidan con el análisis de mi crítica; pero les digo que es muy fácil dejarse enganchar por la emotividad o suspenso del clímax y olvidarse de todos los componentes estructurales del relato. No debemos perder el bosque por ver la rama de un árbol. |
127 horas Reino
Unido, 2010 Género:
Drama Dirección:
Danny Boyle Elenco:
James Franco Duración:
96 minutos Cines:
Cadena Cinépolis, Cadena Cinemark, Circuito de Cines Magaly (CCM), Nova
Cinemas. Calificación: TRES estrellas |
por
William Venegas
cocuyos@racsa.co.cr
Gentileza de La huella del ojo
http://lahuelladelojo.blogspot.com/
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