Tres
hombres |
Se mira y no se reconoce, han sido manos ajenas las que le han ido dando forma. En la bruma de sus recuerdos, de vez en cuando, aparece la imagen de una niña-mujer acostada en su lecho, sintiendo un vértigo en el centro de su cuerpo, mientras aquellas primeras manos bordeaban el contorno de sus labios con la piel suave de la punta de los dedos. Así descubrió su boca, así supo que un flujo eléctrico podía apoderarse de su piel y retorcerla sobre un cuerpo extraño que decía amarla. Conoció aquellas manos de artista que supieron, con maestría, construirle cúpulas inmensas sobre sus senos pequeños, y levantar catedrales sobre su pecho. |
"Una mujer sin compasión me dijo: -Sírvete de mí lo que quieras, y tanto me serví que hoy nubla mi razón. No sé si vivo fuera o dentro de su corazón."[1] |
Este hombre-hierba-raíz, este hombre-patria, bandera, vértigo de Sierra, manantial fresco, flor silvestre, la arrastra entre olores de miel y de canela, la humedece con las aguas tibias en tardes de brumas y quimeras. La dobla con la calma, reclinada en su hombro. Va pintando con pinceles finos cada poro, y secando sus lágrimas de poeta. Este hombre -duende reconoce y acepta a la niña-vieja cubierta de tatuajes, que sabe reír y llorar, cantar y maldecir sobre el estiércol y las flores que le ofreció la vida. |
Carmen
Amaralis Vega
Gentileza de
http://www.carmen-amaralis.com/
Autorizado por la escritora el día 20 de junio de 2008
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