El centenario de “Panchito” Izquierdo Ríos |
Saposoa,
la capital de la provincia de Huallaga, se apresta a celebrar el
centenario del creador literario más importante y fecundo del
departamento de San Martín. Francisco
Izquierdo Ríos nace en Saposoa el veintinueve de agosto de 1910 y muere
en Lima el veintinueve de junio de 1981, siendo Presiente de la Asociación
Nacional de Escritores y Artistas (ANEA). Junto a Jenaro Herrera Torres y
Arturo Demetrio Hernández, ocupan el pedestal de privilegio en la
literatura de toda la amazonía peruana. Sus
padres fueron don Francisco Izquierdo López y doña Silvia Ríos Seijas,
quienes lo llevan a la ciudad de Moyobamba en 1919, para concluir sus
estudios de primaria. La culminación de la secundaria como alumno
sobresaliente en el Colegio Nacional San José (hoy Serafín Filomeno), le
permite acceder a la beca, otorgada por el Ministerio de Educación, en
1927, para realizar sus estudios superiores en el Instituto Pedagógico de
Varones de Lima, donde se gradúa como Profesor de Primaria en 1930. Mientras
estudiaba en el Pedagógico, su espíritu inquieto y combativo le lleva a
vincularse con los grupos de vanguardia de aquel entonces, llegando a
conocer al gran Amauta José Carlos Mariátegui, con quien colabora en la
capacitación y organización de los obreros para fundar la Confederación
General de Trabajadores del Perú (CGTP) y el Partido Comunista del Perú. En
marzo de 1931 inicia sus labores en la docencia en el distrito de Soritor.
Su inquietud social y política le impulsa a fundar, en Moyobamba, el
Centro Cívico Popular, con el fin de capacitar a la población en sus
deberes y derechos ciudadanos, consiguiendo una asistencia masiva a sus
charlas. Los esbirros del gobierno, en 1932, acusándolo de preparar una
revolución comunista, allanan el local y lo apresan para enviarlo al
penal de El Sepa; pero el apoyo y la solidaridad del pueblo logran su
absolución, consiguiendo su reposición en el departamento de Amazonas:
Chachapoyas, Rodríguez de Mendoza, Lamud, Jumbilla y Luya conocen de su
labor docente y de su militancia política. De Luya es enviado, en 1939,
como Inspector de Educación de Yurimaguas, de donde es trasladado, con el
mismo cargo, a la ciudad de Iquitos. Aquí concluye su peregrinaje en
provincias, al asumir, en 1942, la Jefatura del Departamento de Información
del Ministerio de Educación, en Lima. Pero
Francisco Izquierdo Ríos, como Maestro de Escuela, en todos los lugares
donde le toca trabajar, deja constancia de su clara posición socialista,
denunciando el abandono y la injusticia que sufren los trabajadores del
campo; pero también la huella imborrable de su notable pluma, lo que más
tarde le llevaría a ser considerado como uno de los más altos exponentes
de la narrativa peruana. En Luya publica el periódico escolar “El
luyano” y también escribe sus primeros libros; en Yurimaguas dirige el
periódico regional “El remo”. En Iquitos funda “Trocha”, la
revista señera y gran animadora de la vida cultural de la capital
loretana; a través de ella realiza una intensa labor para la celebración
del cuatricentenario del descubrimiento del río Amazonas. Francisco
Izquierdo Ríos escribió más de veinte títulos, entre novelas, cuentos,
estampas folclóricas y costumbristas, ensayos, tradiciones y relatos
infantiles: “Cuentos del tío Doroteo”, “Mateo Paiva, el maestro”,
“Muyuna”, “Belén”, “Sinti el viborero”, “Los cuentos de Adán
Torres”, “Días oscuros” y “Voyá”, son algunos de ellos. La
fuente inagotable de su narrativa emana de la fuerza telúrica de la
naturaleza y del palpitar cotidiano de la comunidad; de ellas brota el
influjo que marcan su prosa natural, ágil y sencilla para “escribir de
modo natural como crece la hierba del campo”, decía él. Bosques
y ríos, árboles y pájaros, ciénagas y lomadas; pero también las
vivencias dramáticas de los trabajadores del campo: leñadores,
pescadores, cazadores, curanderos, artesanos, maestros rurales, discurren
en cada una de sus obras como desafiantes escenarios, y como personajes
que aman, trabajan y luchan por la liberación de los sufridos forjadores
de la nueva Amazonía Peruana. En
1946, conjuntamente con José María Arguedas, publican “Mitos, leyendas
y cuentos peruanos”. Francisco Izquierdo Ríos es para el folclor selvático
lo que José María Arguedas es para el folclor andino. Pero el
reconocimiento nacional a su talento literario le ha de llegar por sus dos
creaciones: la novela “Gregorillo” (1955), que le hace merecedor al
segundo premio en el Concurso Nacional de Novela, y “El árbol blanco”
(1963), el libro de cuentos para niños, galardonado con el Premio
Nacional de Fomento a la Cultura “Ricardo Palma”. La premiación y
publicación de su cuento “Gavicho”, por la Editorial Doncel de España,
en el año 1965, fue el momento culminante de su consagración
internacional. El
VIII Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Jesús Baquerizo”,
convocado por el Gremio de Escritores del Perú en la ciudad de Huamachuco,
en octubre pasado, en homenaje al Centenario del escritor peruano de talla
mundial, Ciro Alegría Bazán, acordó que el IX Encuentro se lleve a cabo
este año en la ciudad de Tumbes, en homenaje al Centenario de Francisco
Izquierdo Ríos. El
profesor Armando Peñaherrera Dávila, Delegado Provincial del Instituto
Nacional de Cultura de la provincia de Huallaga, ha puesto a caminar sus
mejores proyectos para la celebración del Centenario del más célebre de
los hijos de Saposoa; pero ningún esfuerzo individual ha de ser
suficiente para rendirle el homenaje que se merece Francisco Izquierdo Ríos.
Del gobierno central no hay nada que esperar; está muy ocupado en “no
molestar a los hermanos chilenos”; haciendo todo lo que pueda para
subastar a nuestra amazonía y de encubrir la matanza de Bagua, crimen del
que algún día tendrán que pagar sus responsables. El año pasado, el
Centenario del autor de “El mundo es ancho y ajeno”, un clásico de la
literatura universal, pasó tan ignorado como si nuestro gran Ciro Alegría
fuese de otro país; una prueba más del carácter antinacional del
gobierno aprista, tanto en lo económico como en lo cultural. Es
la hora del Gobierno Regional de San Martín. Su presidente, el Lic. César
Villanueva Arévalo, debería convocar de inmediato a los gobiernos
provinciales y a todas las instituciones que tengan que ver con la
cultura: Colegios, Institutos Superiores y Universidades; cuya participación
le daría la significación regional a la celebración del Centenario.
Convocar a los intelectuales y escritores que conocen la obra del ilustre
saposoíno, con el fin de promover conferencias y concursos de revaloración
y difusión de su narrativa. La
invitación al Gremio de Escritores del Perú, para que convoque al IX
Encuentro Nacional de Escritores en la ciudad de Saposoa, le daría el
lustre y la dimensión nacional que Francisco Izquierdo Ríos se merece en
su Centenario. Pero también es la hora del SUTEP (el combativo sindicato
del magisterio peruano), que tan merecida ejecutoria tiene en la lucha
social y reivindicativa, para involucrarse en la lucha por la identidad
regional, la belleza y la cultura, convocando en el mes de agosto a una
movilización regional de sensibilización y difusión de la obra de
Francisco Izquierdo Ríos. Este
año, al menos, las promociones de los colegios y los Institutos Pedagógicos
deberían llevar la denominación “Francisco Izquierdo Ríos”; que yo
sepa, ningún centro educativo de Saposoa lleva el nombre de su hijo
predilecto. De igual forma, la Biblioteca Municipal de Saposoa debe
reabrirse de inmediato, reinaugurándolo con el nombre de Francisco
Izquierdo Ríos; sólo la indolencia o la repulsión a la cultura por
parte de las autoridades puede mantener cerrado un centro del saber, donde
tantos libros hemos leído en nuestra época de estudiantes. Pero
cualquier homenaje a Francisco Izquierdo Ríos pasará como un simple
relumbrón efímero y anecdótico, si es que no se proyecta mantener vivo
su legado y su testimonio, difundiéndolo en las nuevas generaciones, y
eso pasa porque el Gobierno Regional tenga que sacar una reimpresión
especial de su sobra para distribuirlo en los centros educativos de la
región. Todo
esto es factible, salvo mejor parecer. |
Darío Vásquez Saldaña
Febrero del 2010
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