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Adán, el terrible[1]
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“No es bueno que el hombre esté solo” dijo Jehová e hizo caer un sueño profundo sobre Adán. Mientras éste dormía, tomó una de sus costillas y con ella hizo a la mujer. Deslumbrado por la belleza de Eva, Adán jamás echó de menos la pérdida de su costilla. Es más: con los años, y ya expulsados del Paraíso, cada vez que discutía con Eva o la encontraba avejentada o ella fingía un dolor de cabeza, Adán se arrodillaba y entre ruegos le confiaba al viejo Jehová que se sentía muy solo y aún le quedaban muchas costillas innecesarias. (de “Las armas que carga el diablo”) [1] "Adán y Eva" del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio (1483-1520) realizado entre 1508 y 1511 para la Estancia de la Signatura en el Palacio Apostólico del Vaticano |
Orlando Van Bredam
Gentileza de Rolando Revagliatti
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