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Monumento a quien lo merece
Escrito por Dr. Eliseo Valverde Monge
eliseovalmon@hotmail.com

De cuando acá tan bondadosos, tan espléndidos o “tan brutos” alabando a personas que, habiendo sobresalido en otras tierras, nada han hecho por el país, teniendo a costarricenses y extranjeros que sí son merecedores de un monumento y muchas otras cosas. Me refiero a esos hombres y mujeres que, pobres o ricos, hicieron grandes esfuerzos hasta triunfar, para luego compartir el triunfo con todo el pueblo tico. Entre ellos, famosos tenores que cantaron en el Metropolitan Opera House, como también excelentes nadadoras que, habiendo nacido en otras tierras, optaron por nuestra nacionalidad haciendo sus triunfos de toda Costa Rica. También debo referirme a los nacionales que, por circunstancias especiales, tuvieron que salir del país sin apartarse nunca de los desmayos del sol que les calentó sus primeros años, como al científico y astronauta que viajó varias veces al espacio llevando al cielo la bandera de Costa Rica y que hoy, de regreso al país, se encuentra desarrollando el motor de plasma con lo que los viajes futuros reducirán su costo. Todo muy diferentes son quienes salieron del país, pobres o ricos, sufridos o no, pero que cuando triunfaron, no llevaban esta patria metida en la profundidad del alma. Que una vez en la gloria se olvidaron de Costa Rica, en muchos casos, negando ser costarricenses, como la tristeza que sentí siendo estudiante de medicina al asistir entusiasmado al Club Impala a escuchar la voz de una cantante nacida en el terruño de Mora y Santamaría y que, con desprecio, negó ser tica. Con el tiempo, de regreso al país, me alegró saber que tenemos deportistas, artistas, científicos, poetas, escritores, músicos y muchísimos valores más, todos muy distinguidos, a quienes no hemos honrado como debe ser. Es el caso de un poeta nacional que la muerte lo sorprendió siendo joven y que en su corta vida, demostró ser una celebridad no solo entre nosotros, sino allende nuestras fronteras. Él no tiene monumentos ni bulevares que lo “destaquen”, aún cuando no lo necesita, pues todos sabemos que está en la gloria de este pueblo bendito. Sí es de reír que en esta heroica tierra de Juan Santamaría sigan existiendo “jupas” duras de aserrín que horrorizan. Recuerdo que hubo alguien a quien le brillaron los sesos hace algunos años y tuvo la fabulosa idea de que se botara el kiosco del Parque Morazán (Templo de la Música) para sustituirlo por un monumento dedicado a un extraordinario cantante de tangos suramericano, que sin duda es gloria mundial y pertenece a un país que queremos los costarricenses, pero que a toda luz era una idea desmedida. Por fortuna, en aquella ocasión no fuimos más papistas que el Papa y, siempre agradecidos y respetuosos, se le erigió un busto en un lugar adecuando. ¡Cuidado!, existen en nuestro país personas que de la noche a la mañana se les aflojan los tornillos y, si se les da “pelota”, se pasean en la “olla de carne”. Somos un país pequeño con talento, y no en vano, somos la primera nación en la América Latina en exportar tecnología, ocupando el cuarto lugar a nivel mundial. Entonces, si somos tan capaces, ¿cómo no podemos pensar en nuestros valores para premiarlos?

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