Apuntes literarios

El exilio de Isabel Allende
Escribe: José M. Vallejo

Isabel Allende es una escritora de indudable éxito comercial. Puede decirse que es la autora hispanoamericana más leída en el mundo, sus libros han sido traducidos a los principales idiomas y las ventas superan los cincuenta millones de ejemplares. El Times de Londres la catalogó, junto a Gabriel García Márquez, dentro de los cien escritores más notables de la tierra en los últimos sesenta años. La popularidad de esta escritora chilena radicada en Estados Unidos, principalmente en el ambiente de los lectores jóvenes, despierta muchos celos y hasta envidias no muy sanas. Expongámoslo con todas sus letras, algunos escritores y críticos de habla hispana tratan de descalificarla mediante juicios determinantes y cáusticos, arbitrarios en su mayoría, no sólo por la falta de objetividad sino por los arrebatos del ensañamiento y la furia.

Sin duda la característica de ser una escritora muy vendida no es sinónimo de calidad literaria porque, por lo general, la visión del aspecto creativo se sitúa en la óptica meramente económica. Sin embargo, el éxito de Isabel Allende no es gratuito ni cayó del cielo, en ella se conjugan una prolífica y distinguida producción literaria y los favorables aspectos comerciales de vivir en Estados Unidos (mayor poder adquisitivo de la población) donde la lengua hispánica es cada vez más creciente y dominante, de ahí también el interés que despierta la escritora en los lectores de habla inglesa. Llegar a la cúspide de la aceptación no es una tarea fácil, en el camino se encuentran muchos obstáculos, empero la escritora chilena ha superado con creces los juicios negativos en la representación literaria e intelectual dando un semblante nuevo a la narrativa hispanoamericana del llamado post boom. Se equivocó por completo Javier Edwards, de la familia propietaria del diario chileno El Mercurio, quien inició la diatriba contra Isabel Allende cuando publicó “La Casa de los Espíritus,” novela de la que podemos afirmar, constituye un nuevo aporte al estilo “realismo mágico” consagrado por García Márquez en los Cien Años de Soledad. Edwards sin fundamento válido y sin mayores luces se lanzó a la aventura de la descalificación por sí y ante sí, a través de tientos descabellados donde más o menos acusó a Isabel Allende de “plagio” y de haber trivializado el aporte de García Márquez, Rulfo y Carpentier.

Como es fácil criticar sin fundamento, a Edwards le siguieron otros en Chile con un picadillo elaborado por los mediocres. La atmósfera fría respecto a la obra de Isabel Allende, en su propio país, se inició mediante injustas objeciones a su calidad artística, desdén propiciado por los acostumbrados círculos cerrados de quienes se sitúan como la manecilla de la balanza en el campo de la literatura, el teatro y la poética. Pronto sus detractores caerían en su propia trampa, por la sencilla razón de que la publicación posterior de novelas como “De Amor y de Sombra,” “Eva Luna,” “El Plan Infinito,” “La Ciudad de la Bestias,” “El reino del Dragón,” “El Bosque de los Pigmeos,” entre otras, borraron la pretendida marginalización de una escritora de gran valor narrativo e innovador. La lectura de sus novelas escritas en el estilo del “realismo mágico” no pertenece a la subliteratura como señalan algunos suspicaces guardianes del género novelístico, por el contrario sus obras en una prosa simple, amena y con gran sentido del humor, se basan en paradigmas existenciales, por momentos a episodios de su vida y por otros a las riendas sueltas de la imaginación, donde con el uso de las fantasías, leyendas, tradiciones y mitos retrata a personajes reales de la política y de la vida cotidiana. El lenguaje narrativo utilizado por Isabel Allende logra siempre la ruptura y la unidad como elemento conductor de la lectura, siendo el uso de los paralelismos dialécticos el eje guía de la estructura y la asociación con el conjunto. Oposición y correspondencia, fragmentación de prototipos contrarios que se retienen al establecer la conjunción del lenguaje narrativo.

Las novelas citadas mantienen la coordinación y yuxtaposición de elementos múltiples y complejos, cuya enumeración de cierta manera caótica se ve unida en los contextos de lo mágico y lo real y del mismo modo en las ficciones intercaladas donde lo insólito se unifica en la frontera sintáctica. A diferencia de García Márquez en el tratamiento del realismo mágico en los Cien Años de Soledad, donde la unidad fundamental es la totalidad irreal y fantástica a través de la analogía cíclica y concéntrica, la historia de Macondo nace y muere en un sueño; tanto en Isabel Allende (La casa de los Espíritus) como en Augusto Roa Bastos (Hijo de Hombre) las historias nacen de una realidad histórica transformada en ficción y fantasía. La familia de Esteban Trueba, el poder adquirido por éste, la persecución de la dictadura pinochetista, los poderes mágicos de la familia de la esposa y el tratamiento de la muerte entre la vida eterna, la reencarnación y la resurrección (Allende) o las creencias y premoniciones iluminadas del viejo Macario escuchadas con escalofríos y los pasajes sangrientos y espeluznantes de la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (Roa Bastos) son una mezcla de los cotidiano y lo imaginario que representa lo extraordinario como una hipérbole de la realidad ordinaria. En ambos autores (Allende, Roa) existen aberturas objetivas por donde se filtra lo subjetivo creando lo imaginario, allí la gran diferencia con la narrativa típicamente mágico realista de García Márquez y por esta comparación elucidada se descubre la mala intención de calificar a Isabel Allende como “una copia menor” del premio Nobel colombiano. Nada más alejado de la verdad.

La conquista mágico realista de Isabel Allende es propia en su carrera literaria iniciada en el periodismo, el cuento infantil y el teatro, pues en esencia hoy es una novelista de invalorable vena narrativa en Hispanoamérica, aunque por lo señalado anteriormente se le quiera robar un sitio en la literatura española y en algunos círculos intelectuales celosos o envidiosos de su excepcional capacidad creativa. Su obra más reciente, la no ficción Paula o las novelas autobiográficas como “Inés del Alma Mía,” o “La suma de los días” son una especie de regreso al realismo donde se narran en tono apasionado, franco y vivencial, episodios de encuentros y desencuentros, amores y crisis temporales, la familia moderna, el punto de vista femenino, la liberación sexual, el matrimonio, todos ellos lugares en donde como de costumbre no falta el humor, la gracia y el genio creador de la autora. Pese a las críticas a favor o en contra, Isabel Allende posee un público lector fiel que choca con los equivocados dictámenes “ilustrados” de algunos críticos pedantes, cuyas tiesas lecciones aprendidas nada tiene que ver con la literatura sino con el ego de mantenerse importantes. Aquí el cuidado excesivo que pretenden darle a la “técnica” narrativa conforma el estereotipo de quienes sin ser escritores o sin atreverse a novelar se convierten en críticos, ensayistas y censores y en el mejor de los casos en publicistas de sus amigos.  

Y lo más extraño de todo cuanto decimos es que la escritora chilena, a pesar de su valía intelectual y artística, resulta una especie de exiliada de las letras hispánicas o una marginal por vivir alejada del mundillo intelectual español y afines, no de otra manera se puede interpretar que Isabel Allende haya ganado 28 premios literarios en Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Inglaterra, Estados Unidos; en Chile apenas tres sin importancia, en México uno y ninguno en España. Sin embargo, el estar fuera de Chile la acerca a esos personajes propios de su tierra natal, a los recuerdos nostálgicos, a los aromas de las flores y a los paisajes de la cordillera andina y la kilométrica costa del Pacífico.   

 

José M. Vallejo

El Espectador, criticas literarias, 28 de junio, 2009

 

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