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Duelo entre dos
literaturas (Poeta. Perú, 1892, Francia, 1938) |
El proceso literario capitalista no logra, por más que lo deseen sus
pontífices y capataces, eludir los gérmenes de decadencia que le suben,
desde hace muchos años, del bajo cuerpo social en que él se apoya. Esto
quiere decir que las contradicciones congénitas, crecientes y mortales
en que se debate la economía capitalista, circulan igualmente por el
acto burgués, engendrando su debacle. Esto quiere decir, asimismo, que
la resistencia de aquellos caciques intelectuales para no dejar morir
esta literatura, es vana e inútil, ya que estamos ante un hecho
determinado, en un plano rigurosamente objetivo, nada menos que por
fuerzas y formas de base de la producción económica, muy distantes y
extrañas a los intereses sectarios, profesionales e individuales del
escritor. La literatura capitalista no hace, pues, más que reflejar sin
poderlo evitar, repito, la lenta y dura agonía de la sociedad de que
procede. |
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Todos pueden, no obstante, filiarse por un trazo común: el agotamiento de contenido social de las palabras. El verbo está vacío. Sufre de una aguda e incurable consunción social. Nadie dice a nadie nada. La relación articulada del hombre con los hombres, se halla interrumpida. El vocablo del individuo para la colectividad, se ha quedado trunco y aplastado en la boca individual. Estamos mudos, en medio de nuestra verborrea incomprensible. Es la confusión de las lenguas, proveniente del individualismo exacerbado que está en la base de la economía y política burguesa. El interés individual desenfrenado ser el más rico, el más feliz, ser el dictador de un país o el rey del petróleo, lo ha colmado de egoísmo todo, hasta las palabras. El vocablo se ahoga de individualismo. La palabra, forma de relación social la más humana entre todas, ha perdido así toda su esencia y atributos colectivos. Tácitamente, en la cotidiana convivencia, todos sentimos y nos damos cuenta de este drama social de confusión. Nadie comprende a nadie. El interés de uno habla un lenguaje que el interés del otro ignora y no entiende. ¿Cómo van a entenderse el comprador y el vendedor, el gobernado y el gobernante, el pobre y el rico? Todos también nos damos cuenta de que esta confusión de lenguas no es, no puede ser, cosa permanente, y que debe acabar cuanto antes. Sabemos que para que ella acabe no hace falta sino una clave común: la justicia, la gran aclaradora, la gran coordinadora de intereses. Entretanto, el escritor burgués sigue construyendo sus obras con los intereses y egoísmos particulares a la clase social de que él procede y para la cual escribe. ¿Qué hay en estas obras? ¿Qué expresan? ¿Qué dicen en ellas los hombres? ¿Cuál es, en ellas, el contenido social de las palabras? En los temas y tendencias de la literatura burguesa no hay más que egoísmo y desde luego, sólo los egoístas se placen en hacerla y en leerla. La obra de significado burgués o escrita por un burgués, no gusta sino al lector burgués. Cuando otra clase de hombre, un obrero, un campesino y hasta un burgués liberado de su vértebra clasista, pone los ojos en la literatura burguesa, los vuelve con frialdad o repugnancia. El juego de intereses de que se nutre semejante literatura, habla, ciertamente, un idioma diverso y extraño a los intereses comunes y generales de la humanidad. Las palabras aparecen ahí incomprensibles e inexpresivas. Los vocablos fe, amor, libertad, bien, pasión, verdad, dolor, esfuerzo, armonía, trabajo, dicha, justicia, yacen vacíos o llenos de ideas y sentimientos distintos a los que tales palabras enuncian. Hasta los vocablos vida, dios e historia son equívocos o huecos. La variedad y la impostura dominan en el tema, la contextura y el sentido de la obra. Aquel lector rehuye entonces o boicotea esta literatura. Tal ocurre, señaladamente, con los lectores proletarios respecto de la mayoría de autores y obras capitalistas.
¿Qué sobreviene entonces? De la misma manera que el proletario va
cobrando rápidamente el primer puesto en la organización y dirección del
proceso económico mundial, así también, va él creándose una conciencia
de clase universal y, con ésta, una propia sensibilidad, capaz de crear
y consumir una literatura suya, es decir, proletaria. Esta nueva
literatura está haciendo y desarrollándose en una proporción correlativa
y paralela en extensión y hondura a la población obrera internacional y
a su grado de conciencia clasista. Y como esta población abraza hoy las
nueve décimas partes de la humanidad y como, de otro lado, la conciencia
proletaria gana en estos momentos casi la mitad de los trabajadores del
mundo, resulta que la literatura obrera está dominando casi por entero
la producción intelectual mundial. ¿Cuáles son los más saltantes signos
de la surgente literatura proletaria? El signo más importante está en
que ella devuelve a las palabras su contenido social universal,
llenándolas de un substractum colectivo nuevo, más exuberante y más puro
y dotándolas de una expresión y una elocuencia más diáfanas y humanas.
El obrero, al revés del patrono, aspira al entendimiento social de
todos, a la cabal comprensión de seres e intereses. Su literatura habla,
por eso, un Lenguaje que quiere ser común a todos los hombres. A la
confusión de lenguas del mundo capitalista, quiere el trabajador
sustituir el esperanto de la coordinación y justicia sociales, la lengua
de las lenguas. ¿Logrará la literatura proletaria este renacimiento y
esta depuración del verbo, forma suprema ésta y la más fecunda del
instinto de la solidaridad de los hombres? Sí. Lo logrará. Ya lo está
logrando. No exageramos tal vez al afirmar que la producción literaria
obrera de hoy contiene ya valores artísticos y superiores, en muchos
respectos, a los de la producción burguesa. Digo producción obrera,
englobando en esta denominación a todas las obras en que dominan, de una
u otra manera, el espíritu y los intereses proletarios: por el tema, por
su contextura psicológica o por la sensibilidad del escritor. Así es
como figuran de literatura proletaria autores de diversa procedencia
clasista, tales como Upton Sinclair, Gladkov, Selvinsky, Kirchen,
Pasternak, O'Flaherty y otros, pero cuyas obras están, sin embargo,
selladas por una interpretación sincera y definida del mundo de los
trabajadores. En suma, todas estas consideraciones aseguran a este
respecto, la atención y respeto que la literatura proletaria despierta
en los mejores escritores burgueses, atención y respeto que se traducen
por la frecuencia con que tratan aunque sólo episódicamente en su
reciente producción, de la vida, las luchas y derroteros revolucionarios
de las masas trabajadoras Esta actitud revela dos cosas: unas veces el
snobismo, propio de las inteligencias bizantinas, y, otras, la
inestabilidad y vacilaciones características de una ideología moribunda. |
por César Vallejo
Publicado originalmente en la revista Universidad, de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1° de octubre de 1931. Año 1, n° 2,
p. 13. Tomada de www.marxist.org
Diciembre 2005 El Aromo 7
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